Morante, en el club de las 100
El diestro de La Puebla sumará este sábado el centenar de corridas toreadas, una cifra que había quedado congelada a comienzos de siglo a la vez que se derrumbaba la economía
Álvaro R. del Moral
El diestro de La Puebla alcanzará este sábado, previsiblemente, la cifra redonda del centenar de corridas toreadas en la temporada 2022. Será en la localidad abulense de Arenas de San Pedro; acompañado de los diestros Emilio de Justo y Ángel Téllez. La guinda del festejo la pondrá el becerrista salmantino Marco Pérez, el mismo chico que volvió del revés la plaza de la Maestranza hace una semana larga. Los toros que se lidiarán para cumplir esta cifra redonda pertenecerán a los hierros de El Pilar y Victoriano del Río.
Evidentemente no será el primero que pase ese rubicón; seguramente tampoco el último por más que los tiempos que vive la fiesta –y los que le quedan por vivir- no sean demasiados aptos para la lírica. De hecho, el empeño está acompañado de algunas connotaciones importantes si advertimos que la crema del escalafón difícilmente supera las cincuenta funciones cumplidas. El descenso vertiginoso de festejos ha obligado a Morante doblar en muchas plazas y aceptar contratos, escenarios y compañeros que no habría frecuentado en otras circunstancias. Pero la prueba está a punto de ser superada uniendo esa cantidad a una envidiable y regular calidad que ha convertido a José Antonio Morante Camacho en uno de los actores imprescindibles de la campaña subrayando su condición de torero histórico; uno de los mejores de nuestra vida...
El propio matador ha declarado en varias ocasiones que no volverá a enfangarse en una vorágine parecida. No habrá una temporada similar aunque ya se sabe que es mejor no repetir aquello de nunca digas nunca jamás. El ejemplo de Joselito El Gallo, su más íntimo referente taurino y vital, ha latido en este reto taurino, profesional y personal que además se ha saldado sin ningún percance de consideración más allá de un puñado de dolorosas volteretas.
De Joselito a Arruza
Gallito superó la célebre cifra del centenar de corridas en cuatro temporadas consecutivas, de 1915 a 1918. Eran tiempos en los que había que planificar milimétricamente los viajes, basados en el ferrocarril –el expreso de Madrid era la autopista del toreo en aquella época- y toreando íntegramente las ferias con los diestros de mayor predicamento del momento, que no pasaban de teloneros antes el fulgor de la pareja de José y Juan. Ambos se torearon las ferias completas como estrellas máximas pero todo lo cortó aquella tragedia de Talavera que cerró esa breve pero intensa Edad de Oro que iba a cambiar para siempre los cimientos del toreo.
Belmonte también pasó la frontera de las cien en 1919. El infortunado diestro Granero, al que la crítica más encopetada había ungido como sucesor de Joselito rozó la cifra en 1921, el año antes de su terrorífica muerte, con 94 funciones toreadas. En los años 30 fue Domingo Ortega el que pasó de los 90 contratos sin llegar alcanzar el centenar. Manolete, figurón indiscutible de la década, también estuvo a punto a conseguirlo en los 40. De hecho, en la temporada de 1944 había contratado 103 pero se quedó en 92 por distintos percances. Al año siguiente había llegado a apalabrar hasta 114 contratos pero nuevos contratiempos –especialmente la fractura de clavícula que se produjo en Alicante- le hicieron quedarse en 71 corridas de toros. Pero ese año, el de 1945, el que acabaría superando las cien fue el ciclón mexicano Carlos Arruza, que llegó a las 108 en plena competencia con el ‘Monstruo’ cordobés. Después de la muerte de Manolete en Linares, en 1948, fue Luis Miguel Dominguín –la figura más grande que ha dado Madrid- el encargado de redondear las cien corridas justas.
Ya lo dijo Ortega...
Las cifras nos sirven para hilar el auge o la decadencia de la fiesta en las distintas épocas que le toca vivir. La Edad de Oro o el manoletismo fueron paralelos a momentos de relevancia histórica en nuestro país, ya fuera en plena eclosión de las vanguardias o en la dura posguerra. Ya lo dijo Ortega, no se puede entender la historia de España sin conocer la de las corridas de toros y el desarrollismo de los años 60 también tendría su espejo en los tendidos de las plazas. La España del sol y la playa, el aperturismo de la tecnocracia y el ministerio de Información y Turismo de aquel Fraga que acuñó el célebre lema de “Spain is different” serían paralelos a la irrupción de un torero rupturista que encarnaba como nadie los nuevos modos.
Fue Manuel Benítez El Cordobés que logró torear 111 corridas de toros en la temporada de 1965. Al año siguiente fue Paco Camino, as de la Edad de Platino, el que se acercó a la mitificada cifra con 95 festejos toreados. Pero el Benítez volvería a la carga en el 67, acaparando 109 funciones. El diestro fuengiroleño Miguel Márquez también rebasó la marca de las 100 en el 68 y estuvo muy cerca en el 69, en el que alcanzó 97 a la vez que El Cordobés se embarcaba en la célebre “guerrilla” junto a Palomo Linares para plantar cara al búnker empresarial de la época.
Todo iba a dar la vuelta en 1970. El Cordobés toreó 121 corridas de toros estableciendo una marca que se antojaba imbatible concluyendo su temporada en la plaza de Jaén subiéndose a los lomos de un toro de Carlos Núñez. Era la apoteosis de la iconoclastia pero también el principio del fin de toda una época que daba paso a una difícil transición taurina –marcada por la retirada del propio Benítez y la imposición del llamado ‘toro del guarismo’- que sólo tendría fin con la trágica muerte de Paquirri en Pozoblanco. Al año siguiente, en 1985, comenzaba el reinado de Espartaco y un renacimiento de la propia fiesta, desenvuelta y desacomplejada en la España de la movida y el ‘cambio’ felipista. El diestro de Espartinas alcanzó por primera vez la cifra de cien corridas toreadas en 1987. Volvería a conseguirlo en 1990, sumando 107.
La España del pelotazo
Llegaban los 90 y con ellos un auténtico boom económico y social –la España del pelotazo- que también tendría retrato en las plazas de toros. El diestro valenciano Enrique Ponce había tomado el testigo de Espartaco en la batuta de la fiesta alcanzando el centenar de funciones en el mitificado 92. Volvería a conseguirlo en 1993, con 110 festejos y seguido muy de cerca por Jesulín de Ubrique que cumplió 98 contratos. Pero todo estaba a punto de dispararse...
Conviene ubicar el asunto. En el albor de los 90 resonaba el soniquete de las ‘Mama Chicho’ –ay el negro me toca- mientras Jesús Gil, perfecto mascarón de proa de la parafernalia de la época, reinaba desde su corte de los milagros marbellí. El ladrillo vivían sus años de oro en perfecto maridaje con la mayor explosión taurina de toda la historia, favorecida por el dinero de promotores inmobiliarios y alcaldes metidos a empresarios taurinos. Las incipientes televisiones privadas habían convertido las corridas –ni aquella inflación ni esta sequía– en un plato de usar y tirar en la parrilla estival. Era el tiempo de los llamados toreros mediáticos entre los que acabaría despegando con luz propia el desparpajo y la personalidad de Jesulín de Ubrique.
Conviene seguir mirando al retrovisor: la noche del 4 de mayo de 1993, Antena 3 emitía el espacio ‘Queremos Saber’ bajo la batuta de Mercedes Milá. En aquella edición se trataba de someter a examen la realidad de la fiesta de los toros. La Milá había invitado para ello, entre otros representantes del mundillo, a toreros como José María Manzanares, José Miguel Arroyo ‘Joselito’ y al joven matador de Ubrique que acababa de estrenar mayoría de edad y comenzaba a abrirse paso entre los pesos pesados del escalafón. En el transcurso del programa una persona del público le preguntó si su toreo tenía “truco”. Jesulín se levantó, se dejó caer los pantalones y enseñó los costurones de sus primeras cornadas mientras Joselito y Manzanares observaban ojipláticos.
Todo estaba preparado de antemano. El encargado de hacer la pregunta fue el popular hostelero sevillano Mariano García, alma del bar Donald. Era el punto de arranque de los años locos del diestro de Ubrique, que se acababa de estrenar como animal mediático. El resultado se reflejó en la estadística. Jesulín toreó al año siguiente, en 1994, hasta 133 corridas de toros convirtiéndose en el número uno del escalafón y pulverizando la marca de El Cordobés. Ponce y Litri sumarían ese mismo año ¡114! A esas alturas lo mismo valía ocho que ochenta, como la salida de tono de su apoderado Manolo Morilla en la plaza de Sanlúcar, arrebatando la muleta a su torero, que se la entregó entre carcajadas para que intentara esbozar unos muletazos de los que salió trompicado y multado. Pero es que el torero de Ubrique, rotos todos los moldes, fue capaz de torear 165 corridas de toros en la temporada de 1995, una marca imbatida hasta la fecha. El Litri y Manuel Díaz –muchos años antes del reconocimiento de su filiación paterna- llegarían a sumar 133 y 125 funciones respectivamente.
La cosa estaba lanzada en aquellos efímeros años de vino y rosas. Jesulín sumó 121 en 1996, seguido de Ponce y El Cordobés, que llegaron a las 111 y las 100. En el 97 tomó el relevo Ponce, que llegó a las 108, la misma cifra que sumó Manuel Díaz ‘El Cordobés en 1998 seguido del torero valenciano, que volvió a rebasar el centenar redondeando 104 corridas de toros. Pero había llegado un nuevo gallo al corral. El Juli había tomado la alternativa en 1998 convirtiéndose en un maestro juvenil y precoz, la máxima estrella del momento. Esa atracción se tradujo en las 132 corridas que sumó en 1999, su primera temporada completa como matador de toros. Ponce le siguió la estela, alcanzando 108. La misma pareja se iba a situar al frente del podio en la temporada de 2000 con 106 y 101 corridas respectivamente.
La crisis económica
Seguían los años de bonanza a la vez que se desbocaba la carrera del ladrillo sin advertir el precipicio que se avecinaba. Finito de Córdoba abrió el siglo XXI alcanzando la cifra de 102 corridas toreadas en 2001. Ponce, una vez más, tampoco renunció al centenar. En 2002 fue El Juli el que rebasó la ansiada centena –toreó 112 corridas- seguido de Finito, que cumplió 104. Pero las cosas empezaban a cambiar a la vez que se intuía el fondo del cuerno de la abundancia y comenzaban a atisbarse ciertas presiones sociales sobre el mundillo de los toros, cada vez más desubicado de la sociedad.
Los hombres del puro y los políticos empezaban a desertar de los callejones y así, en 2003 nadie logró alcanzar la mitificada marca aunque César Jiménez sí lo lograría en 2004 sumando 106. Le seguía muy de cerca por el diestro granadino David Fandila ‘El Fandi’ que tomaría el relevo en el marcador rebasando la centena en 2004, 2005, 2006 y 2008, en el que rubricó 111 contratos, manteniéndose a la cabeza del escalafón en los años siguientes sin poder evitar la mengua de festejos toreados. Nadie ha vuelto a sumar más de cien corridas en una sola temporada.
Es importante el dato: 2007 había marcado el comienzo de la crisis económica y el fin de la burbuja del ladrillo –tan enhebrada a la inflación taurina- a la vez que las cifras del toreo se derrumbaban volviendo a trazar paralelismos incuestionables entre la realidad económica, política y social del país. En 2019, última temporada normal antes del estallido del covid, el número uno del escalafón fue Julián López ‘El Juli’, que toreó únicamente 43 festejos. Tres años después Morante ha hecho encaje de bolillos para alcanzar esa cifra de cien corridas. Se lo debía a Gallito.
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