Borja Jiménez salta de órbita

El inapelable triunfo del matador de Espartinas, que estoqueó la corrida de Victorino Martín en el cierre de la Feria de Otoño de Madrid, debe romper la ajada primera línea del toreo

La salida a hombros por la puerta grande de Las Ventas fue apoteósica. / Foto: Plaza 1

La salida a hombros por la puerta grande de Las Ventas fue apoteósica. / Foto: Plaza 1 / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

Si a Borja Jiménez no le cambia la vida ya es que el toreo está enfermo, que seguramente lo está. En otro tiempo no tan lejano se habría convertido en figura de la noche a la mañana acaparando portadas y primeras planas de todos los medios generalistas. Pero no conviene echar la culpa a los mensajeros, tal y como está el patio. La génesis del problema está dentro, muy metido en los entresijos y la fontanería de un negocio con vocación cortoplacista colocado en manos de fontaneros que suelen estar más preocupados de sus comisiones que de abrir ventanas al futuro.

Dejemos el asunto, por ahora. Tiempo habrá de profundizar en esas taras que impiden abrir carteles, refrescar las ferias y darle otro aire a ciertas sustituciones. El ejemplo de Sevilla está cercano... Pero hay que centrarse ahora en el grandioso triunfo venteño del joven matador de Espartinas –la multitud que lo rodeaba en la salida a hombros marcaba la diferencia- que le ha colocado en el trampolín de salida, haciéndole saltar de órbita gracias a una ecuación de esfuerzo, constancia, trabajo, fe en sí mismo y rendimiento de las propias cualidades. A la patronal le toca ahora tomar nota.

En ‘West Point’

Llegados a este punto no conviene olvidar el papel jugado por Julián Guerra, un hombre apasionado que también ha sido cuestionado y criticado según, cómo y cuándo... Pero la vehemencia del taurino charro se ha enhebrado perfectamente con el espíritu de sacrificio de Borja, confinado en su propio West Point salmantino, revestido de yunque para cuando toque ser martillo. El binomio ha funcionado con sincronía. Y los planes han salido bien; enhorabuena.

Borja había llegado a Madrid para confirmar la alternativa el pasado Domingo de Resurrección y ha acabado sumando tres tardes de intensidad creciente rematadas por esa maciza apoteosis dominical, erigida en el gran suceso del confín de una temporada que ya toca a retirada. La entrega indeclinable, la calidad de su toreo y la emoción de la puesta en escena –cuando Madrid ruge es otra cosa- fueron las constantes de una actuación que nos devuelve a la duda inicial. Borja sí es el relevo. ¿What else?

Parafernalia taurina: las vísperas de Juan Ortega

Saltamos de un torero sevillano a otro: su entorno profesional y ciertas amistades providenciales convirtieron las vísperas de la actuación de Juan Ortega en una hermosa antología literaria que giró en torno a su comparecencia en el hotel Santo Mauro acompañado de su íntimo amigo Juan del Val en una amena y trascendental charla moderada por Isabel Forner. Ortega estaba anunciado el pasado sábado con otros dos sevillanos –el toreo hispalense marcaba el guión del ciclo madrileño- en uno de esos carteles redondos –con Daniel Luque y Pablo Aguado- que enamoran al aficionado.

La cosa comenzó a descomponerse con la ausencia forzada de Luque, obligado a cortar por lo sano en el último aliento de la temporada. En la química del cartel no cabía sustitución alguna pero la mentada fontanería del toreo –una vez más- se hizo presente para abortar lo que soñaba el aficionado y habría demandado la más elemental lógica taurina: armar un mano a mano que gozaba de auténticos argumentos. Pero no hubo tal y visto lo visto, la empresa tiró por la calle de en medio y se acordó de la meritísima actuación veraniega de Damián Castaño para colocarlo en la cabecera del cartel. Se ahorraba una buena pastora y hasta tenía excusa. Pero ésa no era su guerra ni su sitio...

Luego salió el toro, dejando un lote más que potable en manos del matador charro que salió de la plaza peor que como había entrado. El resto de la corrida de El Pilar no iba a dar demasiadas opciones a Ortega –dos verónicas y una media para el recuerdo- ni Pablo Aguado, que no pasó de un hermoso inicio de faena y un capotazo desmayado. Pero más allá del imprevisible resultado del festejo, convertido en carnaza para los agoreros, hay que reivindicar el valor de esa parafernalia taurina que colocó a Ortega en los medios, la sociedad y el ámbito de la cultura. No, no salió el toro para sellar una campaña que le ha hecho ganar en capacidad sin perder su sello. Pues ya saldrá...

Toca retirada hasta dentro de siete días... pero la semana que entra echa humo. Este jueves, día del Pilar y Fiesta Nacional de España, habrá choque de trenes. Javier Zulueta y Mariscal Ruiz, junto a Martín Morilla, se verán las caras en la atractiva novillada ‘sin’ de Morón, cocinada por José María Garzón, que concluirá con almuerzo familiar en el propio ruedo de la plaza. El propio Mariscal será la guinda del festival a beneficio de las obras asistenciales de la Hermandad del Rocío de Triana y la Fundación Alalá. La ausencia de Morante se cubrió con tino echando mano de Borja Jiménez. Aún no había descerrajado la Puerta de Madrid. La carambola es perfecta.