Benefactores de sus barrios

Crónica de un Sábado de Pasión en el que se dieron cita desde grandes misterios a humildes Nazarenos, todos bajo la mirada de un pueblo que cada vez hace más grande la antesala de nuestra Semana Mayor

10 abr 2022 / 02:12 h - Actualizado: 10 abr 2022 / 02:14 h.
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  • Foto: Iván Puente
    Foto: Iván Puente

Si Joseph Peyré, escritor francés ganador del premio Goncourt en 1935, hubiese vivido en nuestros tiempos, su excelente libro ‘La Pasión según Sevilla’ tendría el doble o triple de páginas, pues desde mediados del siglo XX, la Fiesta Mayor de la ciudad ha experimentado un cambio cuantitativo y cualitativo de proporciones bíblicas. Y es que la urbe «del sol, del vuelo de las cigüeñas, del perfume de los naranjos y de las floraciones edénicas», cuya Semana Santa fue descrita por el galo como una suerte de «encantamiento», ya no se circunscribe únicamente a la plaza de San Juan de la Palma con la que comenzaba su relato, ni florece solamente en el Porvenir, Triana o San Lorenzo, sino que brota, como un surtidor de aguas fastuosas, en barrios del extrarradio que, como prolongación de la nueva Jerusalén, llevas años proclamando el Mensaje de Dios Padre y su Hijo Jesucristo.

«Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha»

Barrios que como Torreblanca de los Caños, extraordinario epítome de lo que para el sevillano supone vivir lejos de la Giralda, vuelcan todo su ser al llegar el Sábado de Pasión, confirmando que Jesús vino a reinar entre todos los hombres, pero especialmente entre los más pobres. Y quién mejor para predicar la máxima que los hermanos de los Dolores, benefactores de unas gentes necesitadas desde siempre, pero cuya sed parece ser más acuciante en tiempos de pandemia, crisis energéticas y tambores de guerra. Gracias a su esfuerzo desde los años ochenta, Torreblanca pasa por ser la bandera de un Sábado de Pasión que, a día de hoy, es la antesala perfecta para el Domingo de Palmas. Buena culpa de ello la tiene el denuedo mostrado a la hora de hacer caridad «sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha», y por supuesto sacando a las calles dos imágenes de factura contemporánea pero mirada eterna, Nuestro Padre Jesús Cautivo ante Pilato y María Santísima de los Dolores, auténticos guardianes de un barrio que representa a todos los barrios, de un pueblo que representa a todos los pueblos, y de un corazón que es arquetipo de todos los corazones. Un año más, la hermandad fundada en torno a la devoción a San Antonio de Padua, volvió a cumplir esa máxima, la de servir de instrumento de evangelización donde no alcanzan los sermones del Cabildo, regalándonos estampas irrepetibles, como la salida festiva y emocionante de su cortejo —poco después de las cuatro y media de la tarde, con setecientos nazarenos—, como el credo bendito de su misterio de Jesús Cautivo, tallado a fuego en el alma de sus costaleros —este año el exorno a base de anthurium, iris, rosas, cymbidium, statis limonium y flores de ceras era un auténtico edén en movimiento—, o el temple de su paso de palio con sabor a extramuros —la Virgen de Gavero Viñau procesionó principesca a los sones de las Nieves de Olivares—.

Humildad y cercanía

Minutos antes de que Torreblanca viviera su día grande, el barrio de Padre Pío-Palmete rindió honores a la Cruz de Guía que antecedía a los doscientos nazarenos que este 2022 han acompañado a las imágenes talladas por Fernando Murciano y Luis Álvarez Duarte, el Señor de la Salud y Clemencia y la Virgen de la Divina Gracia. Ni que decir tiene que la corporación ubicada en el barrio más oriental del distrito Cerro-Amate es la representación, al sevillano modo, del santo capuchino nacido en Pietrelcina (Italia), cuya labor apostólica siempre se caracterizó por la humildad y la cercanía con los necesitados. En consecuencia, sus pasos, sin ser lujosos ni grandilocuentes, reflejan la inmensa devoción de unas gentes por sus Sagrados Titulares, a quienes acompañaron con fervor hasta más allá de la una de la madrugada del domingo. A esa hora, poco más o menos, hacía su entrada la hermandad del Divino Perdón de Alcosa, que este año ha puesto la primera piedra de un proyecto que busca entronizar a su Virgen de la Concepción como corresponde: esto es con un palio diseñado por alguien que sabe del tema, José Antonio Grande de León. Este Sábado de Pasión, la corporación congregó a un buen número de personas especialmente en la salida, donde los músicos de Presentación al Pueblo de Dos Hermanas y Nuestra Señora del Rosario de Sanlúcar la Mayor cumplieron las expectativas con nota.

Por su parte, los cofrades de San José Obrero hicieron honor al ‘apellido’ de su patrón mostrando las virtudes de un barrio que, aunque apocado en las formas, sabe hilvanar con prestancia el ornato de su cofradía. Basta contemplar al Señor de la Caridad —preciosa talla de Fernando Aguado—, para confirmar que la escultura local atraviesa una edad argéntea iniciada hace décadas por maestros como Álvarez Duarte, paladín de las Vísperas sin ningún tipo de discusión. Este Sábado de Pasión, el atavío de la Virgen fue más acorde que nunca, luciendo flores blancas a juego con su saya, las cuales le permitieron resplandecer tanto por las calles de su barrio como en las lindes de la antigua muralla, donde hemos de destacar la visita al Santuario de los Gitanos y la travesía por María Auxiliadora.

De San Jerónimo a San Diego, pasando por Ciudad Jardín

En cuanto a la primera de las agrupaciones, el sol brilló de manera especial en San Jerónimo cuando a las seis de la tarde la parroquia homónima abrió sus puertas para que los fieles contemplasen el misterio del Nazareno del Amor en su Divina Misericordia, un conjunto realizado por Mariano Sánchez del Pino que este 2022 ha llegado a su fin tras varios años de esfuerzo. Las imágenes, cuyas andas aún se encuentran en proceso de talla, iban exornadas con flores moradas, muy en consonancia con la túnica del Cristo, que parece trascender el paso. Detrás, el palio de María Santísima de la Salud, blanca y radiante como la Dolorosa de San Gonzalo —ambas comparten advocación—, despertó no pocas lágrimas entre los vecinos de un barrio cuyo nomenclátor no puede ser más heterodoxo (Huerta Papachina, Tren Changay, Riopiedras, Marruecos...). Todo lo contrario que el de Ciudad Jardín, cuyas calles, alfombradas de respeto por el cortejo de la Milagrosa, evocan nombres ilustres como el de Elio Antonio de Nebrija, del que este año se cumple el V Centenario de su fallecimiento. Seguro que el humanista, de haber contemplado el paso de misterio gubiado por Navarro Arteaga, le habría dedicado un soneto en endecasíbos, pues es tal su fuerza y su dinamismo que nos lleva a pensar en las grandes arquitecturas del Siglo de Oro, curiosamente la época evocada por los Tercios de Flandes que desfilaron en recuerdo de la Batalla de Lepanto —el pasado año, la hermandad de la Milagrosa conmemoró de manera especial su 450 Aniversario—. Un año más (y parece que fue ayer la última vez que nos deleitó) la guardia judía dejó estupefactos a los niños y atrajo las miradas de padres, abuelos y todo tipo de personas que se agolparon para disfrutar de buena parte del recorrido de la hermandad, compitiendo en galanura con el palio recién terminado de la Virgen del Rosario, beldad de Francisco Buiza, que lució de manera especial a los sones de la Cruz Roja.

Y para concluir la jornada, el gran estreno del Sábado de Pasión, el de la Agrupación de las Maravillas, cuya primera salida por las calles del barrio de San Diego permitió homenajear al irrepetible Antonio Dubé de Luque, cuyo amor por la Semana Santa le llevó a ser reconocido en gran parte de la geografía española. En esta ocasión, su Señor de los Afligidos —acertada advocación de una zona no boyante de la ciudad— repartió paz y esperanza desde unas modestas andas en las que sobresal, en su delantera de caoba, el Descendimiento de Cristo, un precioso guiño a una de las corporaciones más solemnes de la ciudad, la de la Quinta Angustia.