El espía alemán nacido en Huelva que murió en Sevilla

Indagando con tesón surgen personajes en Sevilla que son de novela. Adolfo Clauss Kindt fue un patriota alemán que sirvió a su país cuando creyó que dominaría el globo

Carnet nazi de Adolfo Clauss. / Juan-Carlos Arias

Juan-Carlos Arias

Hijo de Ludwid Clauss Röder, un pudiente cónsul alemán, Adolfo Guillermo Clauss Kindt nació el 7 de febrero de 1897. Su intensa vida terminó en 1962. Preso de un cáncer de estómago en su casa de Plaza de La Alfalfa sevillana y al lado de su inseparable esposa sevillana, Doña Salud, fallecida en 1992, e hijos.

El perfil de Adolfo Clauss es difícil de etiquetar: fue viajero irredento, estuvo en tres guerras, ejerció como agente del Abwehr (inteligencia militar alemana entre 1921-1944), militó en Falange, era políglota y trabajó para muchos jefes, con despacho en distintos continentes.

Con apenas 5 años, sus padres lo mandaron a un internado alemán. Allí las lágrimas por la lejanía familiar se secaron forjando una personalidad que aprendió a aspirar a mucho con poco. En la Primera Guerra Mundial-IGM (1914-18) ya hizo sus pinitos como agente de inteligencia. Posteriormente estudió agronomía y estuvo trabajando varios años en la entonces Guinea española como gestor de explotaciones de café y cacao.

De regreso a España se hizo ferviente falangista y fue contratado como traductor de la Legión Cóndor mientras estuvo acantonada en Sevilla,

a finales de 1936 y principios de 1937. Posteriormente participó en le guerra fratricida en una unidad de carros de combate. Los primeros días sevillanos de Clauss le conectaron con la comunidad alemana con preeminencia de los nazis. Conoció al cónsul andaluz, Gustav Draëger, Christoff Fiessler (Reclutador del FTA-Frente del Trabajo Alemán y NSDAP, Partido Nazi) y, entre otros, a Franz Liesau, Biólogo que trabajaba en Tabacalera e importaba monos de Guinea y Marruecos para experimentar sobre vacunas para la peste. Esa Sevilla la describe con acierto y oficio el escritor y colaborador del Correo José Manuel García Bautista en su obra Nazis en Sevilla (Editorial Absalon, 2012)

Durante la Segunda Guerra Mundial-IIGM (1941-1945) Clauss fue el responsable del Abwehr en Huelva. Allí coordinó operaciones, contraespionaje y sabotajes que realizó Alemania contra intereses y activos británicos en la provincia. El año que comenzó la contienda adquirió una finca agrícola en La Rábida donde teóricamente se ubicaba una explotación. Pero desde allí se organizaban los sabotajes y sus comandos, amén de fotografiarse los navíos foráneos que entraban en la ría onubense.

La Operación ‘Carne Picada’

A Clauss, un sabueso patriota alemán, no podía escapársele el cadáver de William Martin. Un cuerpo con esa identidad apareció en la playa de la Bota (El Portil-Huelva) en 1943. Vestía uniforme de Royal Marines y portaba en un maletín objetos –supuestamente- personales más informes confidenciales del Almirantazgo británico que ordenaban un desembarco aliado en las costas de la península balcánica, cuando en realidad de se produciría en las costas sicilianas.

El Juez de Marina entregó la cartera de Martin en primera instancia al vicecónsul británico onubense, Francis Haselden. Este, al tanto del operativo, le devolvió el maletín al Jefe de Marina. Entonces, apareció Clauss. Rápidamente hizo lo fotografiara entero y reportara a su jefe Draëger y éste a la embajada alemana en Madrid. Allí, el jefe del Abwehr español, Gustav Liessner avaló todo lo concerniente a Martin. Pero lo que portaba el ahogado era más falso que los duros antiguos, comenzando por su la identidad del cadáver que emergió desde un submarino inglés.

La muerte por ahogamiento que decretó el forense era también incierta porque se pretendía que Martin fuese como caído de un avión. Amerizó desde el sumergible Seraph. La Leika de Clauss estaba repleta de instantáneas de la más ingeniosa mentira jamás tramaba por los británicos. La Mincemat operation se orquestó en un despacho londinenses por Ewen Montagu, supervisado por Ian Fleming, creador del ‘OO7’

Montagu, informado desde Huelva por Haselden, constató que los alemanes picaron y trasmitió a Winston Churcill, entonces de viaje en Washington (USA) un cifrado explícito: ‘Mincemeat swallowed whole’ (Carne picada tragada entera). El 10 de julio de 1943 las tropas aliadas desembarcaban en Sicilia, mientras el Mariscal Rommel las esperaba a miles de kilómetros con miles de soldados alerta, pero en el norte griego.

En la historia que protagonizó Clauss pocos escribieron que actuó como un ingenuo Mortadelo que servía al Filemón-Draëger-Liessner como sumiso agente que creía haber estado con el cadáver y maletín de Martin ante el caso de su vida como espía. Aquel fiasco hizo que para Clauss la segunda gran guerra terminara antes.

Afincado en Sevilla

Los días de gloria como Agente del Abwehr concluyeron poco después de 1943 para Clauss. Su jefe máximo, Almirante Cannaris era contrario a la locura de Hitler para su pueblo y los millones que perdieron la vida en la batalla y campos de concentración. La Operación ValKiria, en la que participó Cannaris, fracasó y arrastró al reputado militar alemán dentro del esquema de poder nazi.

Clauss se quedó sin trabajo poco antes de concluir la IIGM. Gracias al oficio de su suegro, importante militar franquista, logró establecerse en Sevilla y un trabajo en una empresa constructora. Su hermano Ludwig fue reclamado, al concluir la IIGM, por el Consejo de Control Aliado para ser deportado a Alemania en 1947 junto a Gustav Draëger,

Liesau y más de 100 significados nazis afincados en España que constaban en la ‘Lista negra’. Pero la larga mano de altos militares españoles deshizo los propósitos aliados. Los últimos años de Adolfo Clauss fueron paradójicos. Acabó trabajando para el gobierno de los EEUU en la construcción de la base aérea de Morón.

El mismo país que reclamó para su extradición a su hermano Ludwig y muchos amigos alemanes de Adolfo Clauss. Nuestro personaje tuvo que vender su finca onubense y reorientar su presente laboral lejos de las explotaciones agrícolas. Era lo que realmente le gustaba a un hombre de mundo. Repetía a quien le oía un mensaje de paz: ‘Yo he estado en tres guerras y procuraré por todos los medios que mis hijos no vayan a ninguna’.

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Adolfo Clauss falleció el 4 de marzo en 1962 tras un complejo proceso oncológico del sistema digestivo. Perdió la vida no muy lejos de la Huelva que le vio nacer, la Alemania que le educó y contrató más la Guinea donde gestionó plantaciones. Se llevó a la tumba muchos secretos de espía que sus biógrafos Enrique Nielsen y Jesús Copeiro han desvelado en parte en la obra ‘Clauss’ (Editorial Niebla, diciembre 2018).

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