Sevilla es el único lugar del mundo donde ‘reina’, desde hace décadas, un Papa no Vaticano. En la antigua pedanía utrerana del Palmar de Troya tiene sede la Iglesia Cristiana Palmariana de la Santa Faz. La fundó el vidente y exelectricista terrícola Clemente Domínguez Gómez. Fue el Papa ‘palmariano’ Gregorio XVII entre 1978 y 2005, cuando fallece ciego aunque bien comido y bebido.

Sucede al Papa Clemente otro, conocido como ‘Padre Isidoro’ aunque oficialmente entre ‘palmarianos’ fue Pedro II. Hablamos del mentor de Clemente, al abogado Manuel Alonso Corral. Fue ‘Papa’ entre 2005 y 2011, cuando también falleció.

A los ‘palmarianos’ los legalizó una sentencia del Tribunal Supremo en 1988 al permitir su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas. Gracias a ella, este colectivo cristiano disfruta privilegiados beneficios fiscales, exenciones tributarias y una llamativa opacidad que perdura hasta hoy.

Tras la desaparición del tándem Clemente-Alonso éste ‘credo hereje’, según cánones vaticanos, queda huérfano y a la deriva. Entre otras vicisitudes, sufre un cisma interno que le priva de parte de clérigos y capital que se asentó –inicialmente- en Archidona (Málaga) Hoy, entrado el siglo XXI, esta Iglesia es irreconocible. Antaño, miles de adeptos y donantes de los cinco continentes eran fervorosos de una fe alternativa en el integrismo católico.

Un dato de la deriva a la que nos referimos: El penúltimo Papa ‘palmariano’, Gregorio XVIII -ex militar murciano y sucesor de Alonso-, acabó encarcelado junto a su ‘novia’ por agredir a sus ex sacerdotes que custodiaban la basílica de la Orden ] calca la arquitectura del Pilar en Zaragoza]

Ante una temporada de 6 años entre rejas, Ginés Jesús H. M en la tierra (Papa Gregorio XVIII) aceptó -junto a su esposa- sentencia de conformidad. Evitan más cárcel a cambio de no delinquir en los próximos cinco años.

La legalización de los ‘palmarianos’ en 1988 tapó esperpentos acaso buscados por sus mentes más pensantes. Nos referimos al dúo que integró Manuel Alonso Corral y Carmelo Pacheco, un ex bailarín. Clemente se visibilizaba, séquito incluido, borracho por la feria de Sevilla, dando cuenta de comilonas o maniobrando para comprar la antigua Cartuja de Cazalla de la Sierra donde cobijar el nonato seminario ‘palmariano’.

Ese folklore del que hablamos no ocultó su médula teológica, contraria a lo aprobado en Concilio Vaticano II, que aplaudía el rito tridentino y tenía como líder espiritual oficioso al Cardenal ultra galo Marcel Lefevbre (1905-1991). Tampoco se tapó la santificación, decretada por el Papa Clemente de Franco, Primo de Rivera, Calvo Sotelo, Don Pelayo, Carrero y un etcétera fascista que parecía no tener pies, ni cabeza, ni fin.

Lo que más preocupaba al ‘stablishment’ sevillano y curia del fallecido Cardenal Bueno -y vivo Amigo- era que los ‘palmarianos’ reprodujeran esquemas de poder Vaticano. Pero –sobre todo- que captaran donantes de la ortodoxia ultra-católica española, centroeuropea, irlandesa y americana en su plena extensión. Y todo ante sus mismísimas narices. Otro dato: la finca ‘Alcaparrosa’, donde se erige su Basílica, la compraron con dinero de una anciana millonaria católica, apostólica y romana habitual donante del Obispado sevillano.

Aquel ‘escándalo’ que agraviaba al catolicismo oficial en Sevilla debía pararse, como fuera. La excusa fue, inicialmente, denunciarles por usar sotanas. Después, buscarle vulnerabilidades. Luego, desinformar y atacar desde trincheras discretas, como la inteligencia española. Dicho y hecho.

Una operación, que se llamaría ‘Troya’ por aquello del caballo que se infiltró en terreno hostil, destacó a agentes del CESID

(hoy CNI, muy alejado de las cuestionables prácticas de su antecesor). Tras informes previos de lo que ‘pasaba’ en Sevilla y el Palmar que sustanciaron espías locales, llegó a la capital de la Giralda una pareja de ‘agentes no oficiales’. Su disfraz era, ante terceros, el de periodistas del semanario Interviú. Esa fue la ‘cobertura’ que dieron por aprobada en Madrid. Uno de los informadores era colaborador, además, de una ubicua agencia de paparazzis que temía el famoseo local (tonadilleras Isabel Pantoja y Rocío Jurado, más la ex enfermera Mila Ximénez) tras vender exclusivas a la prensa del corazón.

El operativo, hasta donde se tuvo conocimiento, tuvo lugar entre 1988 y 1990. Se destinaron muchos millones de las antiguas pesetas, se ‘perdieron’ otros y nadie saben en qué manos cayeron algunos fajos. Hasta hoy todo era secreto. In Fraganti da la primicia de una historia que incomoda.

Interviú es como los ‘palmarianos’; tiene doble cara. A los millones de lectores que tuvo esta popular revista (1976-2018) proyecta lo que más vende. Su parte oscura ‘despista’. Es decir, chicas y VIPs más o menos desnudas de portada maridan con exclusivas del denominado ‘periodismo de investigación’ selectivas. El criterio de lo ‘publicable’ según vimos en su trayectoria no siempre dependía de su editor, Antonio Asensio, hasta su temprano fallecimiento en 2001, de sus subordinados o sucesores.

No es menos cierto que el último Director y Subdirector de la desaparecida revista, Alberto Pozas y Luis Rendueles, están co-imputados en un feo asunto penal. Un ‘pen’ con fotos íntimas del móvil robado a una ex asesora del líder ‘podemita’ Pablo Iglesias lo copiaron al Ex Comisario Villarejo. El ex policía, hoy encarcelado, revendió su contenido al mejor postor, tras ceder la ’primicia’ de tan arduo empeño a otros periodistas ‘investigadores’.

La escenografía de ‘Interviú’ añade incontables demandas y querellas que la condenaron o absolvieron en ocasiones. Se desconoce si esa litigiosidad formaba parte de su negocio o integraba su cuenta de resultados contables tras las considerables tiradas de la publicación.

En Sevilla, los agentes-periodistas de Interviú repetían, a quien quisiera oírlos, que estaban detrás de datos sobre adeptos arrepentidos de los ‘palmarianos’. Pero sólo frecuentaban garitos donde concurren periodistas locales para tomarse copas. Con los paparrazzis también hacían migas en noches sinfín de salves rocieras en la taberna trianera de la ‘Anselma’ y por zona de la Alfalfa. Al Palmar de Troya apenas iban. Y allí estaba su Meca.

A finales de los ochenta existían nada menos que cuatro lugares de culto en la pedanía: la basílica de los ‘palmarianos’, el lentisco de las apariciones virginales donde se congregaban cismáticos de la Basílica, la parroquia oficial –siempre vacía- y una concurrida capilla que montó un ex cardenal ‘palmariano’ y jesuita jubilado, Félix Arana, que cerró tras fallecer su impulsor y dejar una comunidad de fieles huérfana.

Tras meses de copas y más copas, gastar dietas, los ‘periodistas’ de Interviú elaboraron, nadie lo sabe, un dossier patrimonial ‘palmariano’. Lo sustentaban más de doscientas notas de registros de la propiedad y matrículas de la flota de decenas de furgonetas y autos de alta gama que llevaban y traían a curas y monjas desde la Plaza del Museo sevillano hasta la Basílica utrerana. Los jerarcas apenas se movían del centro sevillano entonces. Por aquellos días, parte de su tiempo contaban billetes.

Los inmuebles –casi todos libres de cargas- se repartían entre el centro histórico sevillano, la pedanía del Palmar y término de Utrera. Además, tenían innumerables propiedades en otros puntos españoles y del extranjero por donaciones testamentarias y de otros orígenes.

Aquel Informe contenía, además, el ‘modus operandi’ de Alonso Corral. El Papa-Abogado lograba donaciones foráneas que llegaban en giro, traspaso bancario o en efectivo dentro de cartas y paquetes a un apartado de correos. A diario lo vaciaban, en la oficina principal de Correos sevillana, un par de sacerdotes ‘palmarianos’ que llamaban la atención por sus perfumes caros, pulcritud y sonrisa insinuante hacia hombres jóvenes, fornidos o elegantes.

Un par de hotelitos discretos, cercanos al Museo de Bellas Artes hispalense, acogía a postulantes europeos y americanos. Llegaban cargados de dólares, francos suizos, marcos alemanes y libras británicas para ‘comprar’ el obispado o ser nada menos que Cardenal ‘palmariano’. La tarifa para tal principado eclesial subía.

La faena del pago anticipado, pues así lo mandaba ‘la virgen’, concluía en unas sucursales bancarias del centro sevillano, siempre del –desaparecido- Banesto. Allí parte de aquel botín se ingresaba en efectivo, día sí y día también. El negocio de cobrar ‘en mano’ y pagar con dignidades eclesiales o rezos iba viento en popa. El estribillo de una canción del inolvidable Carlos Cano retrata el escenario descrito: ‘...Clemente, no te quedes con la gente....’. Una película, ‘Manolo y Clemente’, de 1986 dirigida por Javier Palmero, ilustra más aún.

Los espías-periodistas de Interviú tuvieron vaivenes en sus días sevillanos. Se alejaron del Guadalquivir un tiempo. Desatendieron citas, compromisos y desnudaron coartadas que daban sobre sus extraños movimientos. Un par de copias del Informe de activos ‘palmarianos’ cayeron en manos con mente codiciosa. Una se quedó en Sevilla y otra fue hasta Madrid.

El guión inicial de que el Palmar de Troya estaba infectado de ‘involucionistas’ ya era lo que menos interesaba por la millonada que movían los ‘palmarianos’. Quizá en la cúpula del CESID se decidió dar carpetazo al operativo.

En Interviú se descubrió, a posteriori, que no llegó todo por lo que pagaron al igual que al CESID. Los conductos ‘oficiales’ se infartaron. Al parecer, la vacuna de ‘guardarse’ algo de lo captado, es norma entre los espías que quieren sobrevivir a sus empeños más turbios. La ‘información sensible’ tiene estas cosas, hasta postores ajenos que tientan. Podría haberse montado un ‘negocio’ sobre otro que se desvelaba sobre los ‘palmarianos’

Entre otros descubrimientos el periodista sagaz que llevaba dentro el espía desveló que, al legalizarse la Iglesia Cristiana Palmariana, lograron licencia para un cementerio privado que ya supera los treinta años de vigencia. Este dato se ha conocido entrado el siglo XXI cuando penetraría el Código Penal a ciertas prácticas de los ‘palmarianos’, en la recta final del Papado de Pedro II-Manuel Alonso Corral.

Al cumplirse los requisitos, este camposanto se decide ubicar en la cripta de la basílica. Inicialmente, allí ocurrieron curiosidades. Los ‘palmarianos’ tenían un médico en nómina que les certificaba lo que fuera menester. A finales de los ochenta hubo enterramientos que evitaron trámites sobre la probable causa ‘no natural’ del óbito gracias a ese médico ‘fidelizado’.

Además, circulaba la información fidedigna que un par de influyentes comisarios de policía, otras autoridades y un conocido bufete estaban a sueldo de Alonso para defenderse de las adversidades que registraban.

Una de ellas fue ‘salvar’ el comprometedor ingreso hospitalario de una novicia canadiense de 17 años que nadie sabe cómo llegó a España. Sobre la desafortunada postulante cayó un techo tras lluvias torrenciales y quedó malherida. Varias monjas la ‘sacaron’ de la cama en el Hospital Virgen del Rocío poco antes de la llegada de la policía para preguntarle muchas cosas ya que acudió al hospital con los hábitos. Las monjas y la herida huyeron a bordo de un Renault blanco con destino desconocido. El ‘médico de la casa’ la curó en otra celda de novicia, cuya estadía española se legalizó a la velocidad del rayo.

Una discreta entrevista del ‘periodista’ de Interviú, cuando ya no se sabe si estaba sueldo del CESID, con la Jueza de guardia en Utrera tuvo lugar. El propósito era denunciar parte lo que acaecía intramauros la basílica palmariana. La Magistrada literalmente se acongojó. Quienes asistieron a la entrevista sólo recuerdan que la jueza no sabía dónde meterse con tanto dato ‘sensible’ y presuntamente delictivo que tenía ante sus ojos.

Parte de la documentación eran certificados de defunción suscritos por un médico con idénticas causas de fallecimiento de cadáveres ‘presuntamente’ enterrados en la cripta ‘palmariana’. Sobre alguno de los fallecidos hubo denuncias por desaparición en sus países de origen; otros serían ‘palmarianos’ hostiles a la troika clemente-alonso-pacheco. El misterio de esos cuerpos seguirá impune ya que prescribieron los posibles delitos.

Cuando el ‘periodista’ le pidió, a cambio de la denuncia y ‘exclusiva’, acompañar a la Jueza con fotógrafo en las diligencias que pudieran personarla dentro de la basílica palmariana, la joven Magistrada desistió de tramitar la denuncia. Invocó sus exclusivas facultades jurisdiccionales.

Se supo, oficiosamente, que esa juzgadora estaba de paso en Utrera. Tenía ya destino lejos de Sevilla y cerca de donde nació. La ‘exclusiva’ que pretendía el periodista hizo aguas, nunca salió.

Salían a la luz, entre 1988 y 1991, reportajes sobre los palmarianos. Uno centrado en las monjas lo firmó Lola Cintado en la revista ‘Marie Claire’, otros en este Correo cuando se editaba en papel por el autor de In Fraganti. La Agencia EFE no cesó de publicar noticias densas sobre los ‘palmarianos’ gracias a Manuel Molina, autor también del libro ’Los secretos del Palmar. Historia de una herejía’. Canal Sur TV se estrenó en un reportaje con ‘infiltrados’ en la Basílica para el programa del mejor periodismo investigador ’Los reporteros’.

Pero Interviú no publicaba nada tras más de un año de tener destacado a un par de ‘periodistas’ en Sevilla. La redacción de la revista, al ser preguntada desde la capital del Guadalquivir, por su periodista y el reportaje que elaboraba daba la callada por respuesta o no devolvía las llamadas. O jamás llamaba quien debía para aclarar esas incógnitas.

El antaño todopoderoso editor ‘Grupo Zeta’, hoy vendido a precio de saldo a la competencia no estaba en detalles de un supuesto y sospechoso periodismo de investigación que pagaba lo que jamás publicaba. ¿Quién ‘paraba’ aquello? ¿Quién tenía interés en ‘tapar’, una vez más, lo que pasaba entre los ‘palmarianos’?. Ambas preguntas son retóricas. No esperan respuesta. Pero se intuyen a los responsables del ‘carpetazo’ que entrañaba el final de lo concerniente al a Orden de los Carmelitas de la Santa Faz (palmarianos).

Interviú, a finales de los noventa, muchos años después de la estadía sevillana de parte de su ‘equipo investigador’ publicó doble página anodina y desactualizada de los ‘palmarianos’. Ni sombra del dossier patrimonial que se supone pagó. Y a finales de los noventa del pasado siglo empezaron a suceder cosas raras, extrañas. Propias del apaño. Casi todos los sucedidos ocurrieron cuando Manuel Alonso Corral contrajo la enfermedad que le llevó a la tumba. Desde su muerte los ‘palmarianos’ son otra cosa.

Finalizado el siglo XX los ‘palmarianos’ empezaron a concentrarse en su Basílica. Construyeron aposentos para sus clérigos y ‘emigraron’ del centro sevillano cuando la Expo de 1992 causó una depresión inmobiliaria años después. En la primera década de los 2000 Manuel Alonso Corral frecuentó una Notaría sevillana. Allí prácticamente vendió el patrimonio inmobiliario ‘palmariano’ a precio de ‘amigo’, malvendió a saldo la flota de furgonetas y cedió a personas de su confianza la venta o negociación de otros bienes dentro y fuera de España.

El antiguo Hotel Sudán de calle Redes y un sinfín de inmensas casas del centro sevillano hoy alojan turistas mediante reservas virtuales que pagan a empresas instrumentales. La telaraña societaria no aclara quiénes se beneficiaron del patrimonio hispalense de los ‘palmarianos’ ¿Quiénes pagaron, que no compraron, aquellas gangas?.

Las respuestas a la pregunta se las llevó a la tumba Alonso y un canónigo de la Catedral sevillana llamado Manuel Benigno. Fue alma de la Fundación Forja XXI y quien casó -por primera vez- a Felipe González.

La leyenda sobre este episodio dice que personas en nombre del Canónigo compraron las joyas patrimoniales de los ‘palmarianos’. Y, dicen, es un aperitivo de otros muchos bienes repartidos por otros países donde se donaron casas y tierras. Manuel Benigno seguiría órdenes de sus superiores. Fue un efectivo ‘logrero’, si aceptamos el término acuñado por Chaves Nogales, de la iglesia vaticana para des-patrimonializar un molesto ‘cisma hereje’, cuando llegó el momento oportuno.

Un dato singular es que Alonso Corral fue directivo de una orden hospitalaria católica (San Juan de Dios) antes de ser el cerebro y canalizador económico de las videncias de Clemente Domínguez.

Juan Bonilla escribió una novela, Nadie conoce a nadie, que se calcó en su versión cinematográfica. De tal título podemos sugerir la moraleja de esta historia que parece increíble. Un espionaje pagado con el dinero del contribuyente lo ejecutan disfrazados de periodista-investigador cuyos resultados nadie conoce. Pero se benefician otros, que permanecen en el anonimato.

El final de la historia comparte camino con sacar tajada de bienes terrenales obtenidos sobre bondades espirituales. El maldito parné de la canción es la neurona que explica por qué ‘nadie conoce a nadie’. Treinta años después de investigarse posible involucionismo en un grupo religioso legal nadie sabe nada.

Un nuevo Papa, el argentino Alejandro Tomás Greico, es Alejandro IX. No sabemos si disputará el trono vaticano a su compatriota el Papa Francisco, en la tierra Jorge Mario Bergoglio. Ni el recién liberado de la cárcel Ex Papa Gregorio XVIII, ni su actual sucesor saben dónde se fue gran parte del patrimonio ‘palmariano’. Sólo se sabe en el cielo, o en el infierno de la herejía. El pueblo del Palmar de Troya hoy conoce una realidad más que se centró en un colectivo religioso que a nadie sigue dejando indiferente.