Opinión | El trasluz

¿En dónde denunciarlo?

Las personas que disponemos de una identidad frágil siempre estamos atentas a los cambios del entorno

Vista aérea de un bosque. / Shutterstock

Solemos preguntarnos si el bosque existe cuando no lo miramos, pero no si existimos nosotros cuando el bosque no nos mira. Para existir, en fin, necesitamos de la mirada de los otros y de los objetos en los que prolongamos nuestra identidad. Mi fisioterapeuta tiene, detrás de donde se sienta, colgados de la pared, varios diplomas que acreditan sus conocimientos y, sobre la mesa, una fotografía de su mujer y de sus hijos. Si un día, al entrar en el consultorio, los diplomas de fisioterapeuta hubieran sido cambiados por los de cardiólogo, no entendería nada. Y enloquecería si, donde debían estar los retratos de su familia, estuvieran los de otra.

Los objetos nos miran, nos proporciona identidad, nos dicen quiénes somos. Las personas que disponemos de una identidad frágil siempre estamos atentas a los cambios del entorno. Antes de abrir el armario del dormitorio, por ejemplo, yo suelo preguntarme qué haría si, en vez de mis chaquetas y camisas, se hallaran las de otro. Me preparo para eventualidades de ese tipo porque la realidad presenta desequilibrios que afectan a mi estado de ánimo. Recuerdo la sorpresa de mi madre un día en el que, siendo yo niño, abrió una lata de sardinas en la que en realidad había berberechos. Mi padre y ella, tras el movimiento de asombro, se rieron del asunto, atribuyendo el error a un problema del etiquetado. Pero yo no fui capaz de probar aquellos berberechos, pese a tratarse de un fruto del mar que hasta entonces me gustaba. Siempre abro las latas de conserva con el corazón en la garganta. Necesito que donde ponga almejas haya almejas porque, si hay otra cosa, dudo de que dentro de mí haya un tal Juan José Millás.

¿Y si al abrirme encontraran a otro?

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¿Y si al levantarte, una mañana, descubres con horror que el cuarto de baño de tu casa, que normalmente queda a la derecha del pasillo, está ese día a la izquierda? ¿Y si nadie más se da cuenta del cambio? ¿A quién recurrir? ¿En dónde denunciarlo? Hay días en los que uno sale de la cama y se encuentra en un país extranjero. A lo mejor, todo sigue aparentemente igual que ayer, pero uno nota que la sustancia de ese “todo” ha cambiado y sabe que lo mejor es hacer como que no se ha dado cuenta.