Esta sección que se publica los sábados en el periódico decano sevillano, #Infraganti -y según algunos lectores- se convirtió en una suerte de crónica negra fría local. Acoge a personajes que suman, se olvidaron o son malditos, lo insólito, trasgresiones y lo impune. Reivindicaría -además- la justicia, la equidad y la memoria sobre el sustento de la divulgación criminológica que comenzó hace justo dos años.
El olvido infame, la condena de la justicia franquista en rebeldía y mentiras son patentes sobre alguien que regresa a Sevilla con su excelsa obra. Lo hace resucitado de gloria por su legado literario y periodístico. Nos referimos a Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres 1944). Se abre paso de la historia ‘oficial’ que antes le olvidó más que la tumba anónima donde descansa. Su lema ‘Andar y contar’ fue marca personal.
No entraremos aquí en analizar literaria y periodísticamente lo que suma Chaves Nogales. La biografía del torero Juan Belmonte (1935) es proverbial, está etiquetada en la maestría de ese subgénero literario que estudian universitarios hispanoparlantes en toda Europa y América Latina. Crónicas de enviado especial usando nuevas tecnologías de entonces desde los felices 20 del pasado siglo (teléfono y el avión) le convirtieron en un pionero mundial del ‘nuevo periodismo’ consolidado después con Wolfe, Capote, Walsh, Mailer....
La labor detectivesca de la Catedrática de Literatura y Doctora en Filología María Isabel Cintas Guillén fue esencial para que disfruten hoy de Chaves miles de lectores a los 76 años de su muerte en el exilio de Londres. Ahí reposa el sevillano en una tumba a la que le falta hasta lápida. No abordaremos tampoco en este trabajo la parte política del personaje, su militancia republicana, su mensaje neutral con rigor y esa ausencia de banderías que le caracterizó. Los fieles a este autor están de enhorabuena tras actualizarse su obra completa.
Ese legado quedará ultimado cuando se republiquen parte de sus artículos en los principales rotativos de la prensa latinoamericana [Ahora (Chile), Bohemia (Cuba), El Tiempo (Bogotá), El Nacional (México), La Nación (Buenos Aires), Folha da Manha (Brasil) y El Progresista Liberal (Guatemala)] entre 1937 y 1944, sus años de exilio parisino y londinense.
El pasado noviembre se lanzó una coedición entre Diputación de Sevilla y Libros del Asteroide de la Obra Completa de Chaves Nogales. Cuatro tomos de casi 3500 páginas incluyen sus libros y artículos en medios españoles, europeos e iberoamericanos en un titánico esfuerzo coordinado por Ignacio F. Garmendia y su equipo.
La macro-edición tiene doble prólogo, con las firmas de Antonio Muñoz Molina y Andrés Trapiello. Además de la Diputación, la Universidad de Sevilla-US ayudó a que se sustanciara esta magnífica iniciativa, según recordó el reciente Rector Miguel Angel Castro. No se obvia que fue la institución provincial quien apostó -en primer lugar- por publicar en 1993 la obra completa de Chaves. El dato lo recalcaba Fernando Rodríguez Villalobos, su Presidente, en la presentación de los nuevos volúmenes.
#Infraganti se centrará en una de las obras más apreciadas y leídas de Chaves Nogales. ‘A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España’ (1937). Es un volumen fundamental para que cualquier lector salga de su trinchera ideológica sobre la triste guerra fratricida española (1936-1939). El autor logra que se alcance una visión más completa de la sinrazón de la guerra. El volumen lo componen nueve relatos independientes, redactados entre 1936 y 1937.
Cada uno de los capítulos se centra en un episodio de este periodo tan trágico de nuestra historia. Chaves hace de cronista a pie de batalla recabando testimonios vívidos de los bandos contendientes. Como hacía Margarita Landi (1918-2004) con el delito, la considerada pionera española en el reporterismo de sucesos en EL CASO e Interviú.
Este proverbial libro [A sangre y fuego] logra que ‘cada uno de los episodios haya sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de los héroes tiene una existencia real y una personalidad auténtica; cada relato es una obra maestra del periodismo’ según el blog leeresvivirdosveces.com donde se añade ‘La lucidez y la virtud para narrar acontecimientos estando dentro de ellos, sin la perspectiva que da el tiempo, parece asombrosa’.
Chaves no cejó en atender su vis de reportero de sucesos en otros dos recopilatorios de artículos La defensa de Madrid (1937) y Crónicas de la Guerra Civil, (1936-1939). Igualmente elaboró otros textos sobre el colaboracionismo nazi francés y la 2GM. A sangre y fuego se publicó por primera vez en Chile. El texto, de obligada lectura en universidades europeas y latinoamericanas y que se tradujo a numerosos idiomas, se dramatiza también en la radio. Ratifica que Chaves repetía la verdad, no la propaganda de los bandos contendientes. No inventó nada.
Por hacer esa crónica del hombre que estaba allí él mismo escribió que ‘había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros’. Fue Chaves un personaje auténtico, es decir, incómodo por independiente, convencido demócrata y freelancer. Trapiello recordó en la presentación de la Obra Completa de Chaves que desbarata con su legado las mentiras de franquistas y republicanos sobre la guerra.
A sangre y fuego acentúa, enfatiza, la crueldad y la locura que se implantó en toda España. Chaves la atribuyó en sus propias reflexiones ‘a la peste del comunismo y del fascismo’ que conocía bien por conocer la URSS tras la Revolución bolchevique y la Alemania nazi en sus primeros años. Añadía Chaves ‘no tener ninguna solidaridad con los asesinos: para un español quizá sea eso un lujo excesivo’.
El Profesor de Literatura en Universidad de Salamanca Javier Sánchez Zapatero comenta sobre esta obra de Chaves que ‘fue capaz de escribir [A sangre y fuego] un libro lúcido y cabal que no se casa con nadie y describe el horror en el que se convirtió el país durante la contienda. Sorprende descubrir la mesura y la imparcialidad de un autor que se autodefinía como pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria y que criticaba con la misma vehemencia las ansias exterminadoras de ambos bandos. Quizá por eso el escritor y periodista fue uno de esos que no sólo perdieron la guerra, sino también la historia de la literatura’. Pero, llamativamente, la Literatura lo acoge en sus mejores páginas con aplausos de insignes escritores que avalan a Chaves.
Pilar Chaves Pérez, de 101 años, vive en Marbella y es la única hija viva del considerado ‘maestro de periodistas’. Chaves tiene diez nietos repartidos por el mundo. Uno de ellos, Antony Jones Chaves, es quien oficia de portavoz familiar por la avanzada edad de su madre.
No esquiva la pregunta de si los restos de su abuelo deberían estar en el Panteón de Sevillanos Ilustres. Añade que la mejor lápida de su tumba anónima es leer al inolvidable escritor y periodista. Chaves sólo tiene en Sevilla una calle a su nombre, y su padre Chaves Rey. Igualmente, una placa en la Facultad de Comunicación-US y muchos homenajes.
Hay voces que opinan que Sevilla hurta mayor y merecido reconocimiento a Chaves. Sorprende que, en la capital andaluza, la Biblioteca Pública más importante honre a la ‘Infanta Elena’, cuyo único mérito sería ser hermana del rey actual o acaso forofa de la hípica y los toros. ¿Debería renombrarse este espacio del saber y la cultura como ‘Chaves Nogales’?
De no ser así, no sería mala idea hacerlo en gratitud al único Nóbel de Literatura hispalense, Vicente Aleixandre, por ejemplo. El político sevillano Felipe González nomina otra Biblioteca pública, sin haber escrito libro alguno y sin calle o avenida en su merecida honra. ¡Paradojas hispalenses!
No obstante, hay renovados lectores que pueden conocer los entresijos de su historia, costumbres, la Feria y Semana Santa de la capital de La Giralda. El autor sevillano atrapa. Subyuga con un don infrecuente entre otros literatos o periodistas. Hace vívidos, y comprensibles, los hechos que relata con una economía textual admirable.
La expresividad de su mensaje hace que se nos ilustre la mente, enriquecida por sumar originalidad. Vivimos, pues, la historia del informador mientras la leemos. Chaves integra al lector en un viaje periodístico que informa. No opina, ni tergiversa. Da alas a un espíritu indómito y aventurero. Además, Chaves sería el arquetipo de ese sevillano cosmopolita, de mundo. Sus viajes europeos, norteafricanos y por toda la URSS le asentaron después en su exilio parisino y londinense.
La entrevista, además, fue una técnica periodística que dominó Chaves. Tuvo interlocutores que deleitarían al mejor informador o reportero: Abdelkrín, Goebbels, Kerenski, emperador Haile Selasie, ministros republicanos, Charles Chaplin, Maurice Chevalier, Alfonso XIII, Humberto de Saboya, Winston Churchill o Arzobispo de Canterbury.
A Chaves le debemos un palabro muy original e ilustrativo. Nos referimos al ‘sevillanismo’. Describe así al capitalino rancio, conservador, barroco, intrincado e intolerante en la ciudad que le vio nacer.
Chaves combatió ese localismo definiéndose como ‘periodista liberal’, hablando varios idiomas, luciendo impolutos trajes, pajarita y sombrero. Sus ojos claros sumaban además para captar la esencia de interlocutores y entrevistados. Fue un tipo con carisma y trasparente. Así concurren quienes lo tuvieron cerca en vida. No tuvo bando ni siglas. Su bandera fue la defensa del Estado de Derecho y las libertades del ser humano. Aporta contrapeso al poder más arbitrario como un ‘intelectual liberal’.
Antonio Machado hizo paralelismo a esta regla de Chaves con una Sevilla sin sevillanos para conceptuar los males de una metrópolis rica de Historia, perfiles y personajes. Pero muy pobre de vanguardias y talento que la saquen del provincianismo más caduco. Era la Sevilla menos admirable.
Hablamos de ese aldeanismo penetrado por la ‘tradición’ más rutinaria. Para Paco Robles, esa historia es ‘algo que se repite dos tardes’. Chaves inspiraría en Robles sus libros Feria de las vanidades y Tontos de capirote. Abordan la fiesta y la pascua hispalense con un prisma que pivota entre la autocrítica y el desvarío.
Habrá descreídos que consideren inadecuado el título del presente trabajo (Chaves Nogales, el primer reportero de sucesos) de éste capítulo de #Infragantior la grandeza del ‘maestro de periodistas’ que sobrepasa ese periodismo.
Pero el sevillano, el que nunca olvidó sus raíces, escribió en 1921 otro monumental tratado sobre la metrópolis que le vio nacer, La Ciudad. Ahí, con apenas 24 años, ya mostraba credenciales de su imperecedero mensaje: ‘Nadie aprende a morir, porque nadie ha envejecido. La existencia es un encantamiento, que se rompe brutalmente en la hora definitiva. En nuestra ciudad, la muerte es siempre un asesinato’.