¿Dónde está Marta del Castillo?: España no va bien
Un excelente documental sobre Marta del Castillo aporta luces y sombras inéditas sobre el caso criminal. Aún se oculta la ubicación de un cuerpo que merece dignidad
Juan-Carlos Arias
¿Dónde está Marta?. La pregunta nos la repetimos continuamente. #Infraganti ya se ocupó del tema resaltando hechos, flecos, verdades y falsedades de un asunto que sitúa a Sevilla como epicentro de demasiadas incógnitas. Mientras, se abultan miles de hojas de sumarios judiciales, de informes policiales y periciales.
Una teleserie documental (190’) de tres capítulos producida por Cuarzo para Netflix recién estrenada es reveladora. ¿Dónde está Marta? es precisamente su acertado título y revelador su contenido. La dirige Paula Cons sobre guion de José F. Orduño y música de Sergio Moure.
El lenguaje fílmico y un riguroso periodismo de investigación liderado por Nacho Abad, Marga Luis y Ricardo Pardo esclarececronológicamente los pormenores del inconcluso ‘caso Marta del Castillo’.
La pequeña y gran pantalla hacen el papel nuevamente que no supieron ejercer las autoridades. Se trata, sin rodeos, de localizar el cuerpo de una menor brutalmente asesinada por unos desalmados. Parece que se crecieron ante la burocracia legal, la lentitud oficial e intereses que nos sabemos ya dónde están exactamente. Hay demasiadas preguntas y claves en tan triste asunto.
El desamor parece que arranca la realidad que escondió a Marta. Un piso bajo en León XIII –pagado con crédito obtenido con papeles ‘falsos’-, una silla de ruedas en el calor de la noche, llamadas y visitas compulsivas, chulería adolescente y errores de toda clase por los llamados a preservar la seguridad y justicia, hacen que el quid del caso siga palpitando.
La Sevilla que enamoraba con a esa luz de la lunita plateada no se vió desde la noche del 24 de enero de 2009. La Sevilla del documental nos interroga. Las preguntas surgen sobre una excelente fotografía fílmica que recupera alguna fe entre los descreídos de la Policía, la prensa, la abogacía y la Justicia patria. Estamos ante una Sevilla poco mágica, no se pellizca ante el desvarío.
El documental retrata una foto exhaustiva, pautada y cronológica de lo que aconteció tras la ausencia de Marta del Castillo. El hecho conmocionó a toda España desde hacen casi 13 años. Por la pantalla desfilan cargos que o bien desconocen la autocrítica justificando sus terrenos de poder (López Garzón, delegado del gobierno y Fiscal Mª José Segarra), o rehúsan visibilizarse explicando su titánico trabajo (Policía nacional). Abogados con labia que relata sus parcialidades colmatan la parte jurídica. Los ojos del ciudadano se preguntan qué pasó con Marta: ¿Dónde está su cuerpo?
¿Nuevo protocolo sobre ‘desaparecidos’?
Marta del Castillo ha sufrido la práctica policial que obvia las primeras horas postdenuncia investigando cualquier desaparición. El operativo más costoso en medios humanos y técnicos de la historia española no ha encontrado su cadáver. Al parecer, sí aparecieron muchos esqueletos en el seno del Guadalquivir que, para evitar mayores líos, se devolvieron al lecho de un río que ya sabíamos guarda incontables secretos.
Nos preguntamos: ¿Fallaron los interrogadores? ¿Los encartados estaban aleccionados o sabían demasiado? Distintas vistas y sentencias judiciales, filtraciones del sumario secreto a prensa y partes, abogados que dimiten o confunden y mandos policiales que dan ruedas de prensa exhibiendo sólo medallas presentan un cúmulo de despropósitos. Debemos sumar a ello la rabia de la familia de Marta, harta de palabrería y decisiones de autoridades que le impiden llevar flores a su tumba.
Debemos aprender de los errores. Parece aconsejable renovar protocolos para trabajar rápido sobre denuncias de desaparecidos desde el primer minuto. El documental que comentamos relata proverbialmente lo que parece se hizo regular tirando a mal, si se admiten tales coloquialismos.
Distintos grupos policiales actúan, pero los ‘malos’ se organizan muy bien. Inventan historias y llevan sus distintas versiones sobre cómo mataron y se desprendieron de Marta hasta evitar el veredicto del jurado popular. Suman tintes sexuales a lo que fue una pelea que se fue de las manos. El condenado y campeón de las versiones, Miguel Carcaño, forjó un personaje cutre sobre una niñatez, perdón por el palabro, que solventaría un eficaz interrogatorio.
La crisis policial
En tiempos donde la reputación corporativa añade valor a ONGs, empresas y entes públicos no se entiende cómo y por qué en el documental ¿Dónde está Marta? decline dar su versión la Policía Nacional (PN). Estos servidores públicos que nos garantizan la democracia, libertades, previenen e investigan las trasgresiones, hacen mutis ante un tema capital. Hace más de 35 años se volcaron en el ‘Caso Torreblanca’. La Justicia hizo el mismo mutis de hoy de la Policía Nacional en el documental que comentamos.
El GRUME (Grupo de Menores) nuevamente presentó credenciales de mucha voluntad, demasiado trabajo aunque pocos resultados. Ya pasó con el ‘caso Arny’ hace 25 años.
El último Jefe policial, José Antonio Pérez, ha estado años cerca de estadísticas ‘positivas’ y el glamour del cargo. Sevilla es ya destino donde es raro que cualquier Comisario pida venir. Los principales mandos tienen nombramientos interinos. Hay sólo dos con plazas adjudicadas en concurso público. Pero un Comisario-Jefe, Francisco Javier Vidal destinado en Dos Hermanas, se fue al Senegal co-liderando una misión de la Unión Europea para investigar mafias de migrantes de África al Viejo Continente.
Hay indicios, por tanto, de que algo pasa en la Policía Nacional. En su plantilla predominan profesionales magníficos, siendo una de las instituciones, junto a la Guardia Civil, más apreciadas por los españoles. Así lo reiteran, año tras año, las estadísticas del INE. Un ejemplo de eficacia lo aportan los casi 100 profesionales de la Policía Científica sevillana con altísimo nivel de éxito identificador.
El aporte del cine-verité
El documental que comentamos, tras poner en contexto al espectador y situar a todos los personajes, va desarrollando un relato crudo y real de los hechos. Plantea esquemas de la novela-enigma (planteamiento, nudo y desenlace) aunque el final apuesta por algo que esperemos de frutos.
El documental acredita que Policía Nacional, peritos y los forenses no tuvieron en cuenta en sus pesquisas algo que puede ser clave. Debe de incorporarse la tecnología actual: geolocalización de los teléfonos móviles. Cuando Marta desaparece, en 2009, la ubicación de usuarios de móviles era menos precisa. Se guiaba exclusivamente de las antenas repetidoras. Hoy por hoy, nace del terminal. En estos menesteres resulta esencial el titánico y efectivo de trabajo de Lazarus Technology y su CEO, Manuel Huerta, que trabajaron duro en este asunto e iluminarán a la Justicia. La colaboración público-privada debe ser normalizada, más en este caso.
Un Juzgado de Instrucción sevillano tiene en sus manos quizá reformular el ‘caso Marta del Castillo’. La geolocalización de móviles ratificará o no la verdad que dijeron a las autoridades uno por uno, una por una, los encartados de este irresuelto asunto criminal. Será gratificante conocer ese testimonio digital sobre tantas mentiras e intereses que soportamos los ciudadanos. Los mismos que debemos aplaudir a la Justicia y a la Policía por su relevante misión constitucional, por su trabajo en pro de la seguridad jurídica. Porque la credibilidad, al cabo, no es teoría.
También, debemos celebrar el papel de la creatividad y magia cinematográfica y sus profesionales. Inclusive el mejor periodismo de investigación para que la verdad judicial sea única, no la que insinúan abogados de parte, la prensa que miente y paga exclusivas a indeseables o la cloaca de internet y RRSS, donde se vomitan hasta bilis y papillas infantiles.
¿Dónde está Marta? es un documental que, definitivamente, es recomendable ver. Una pena que tengan que hacerse estas revelaciones al margen de las averiguaciones oficiales. Mucha más pena da que fuera verdad lo que escribió el paisano universal Antonio Machado: ¡Oh maravilla, Sevilla sin sevillanos, la gran Sevilla!.
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