Talavante, el enésimo bandazo
El diestro extremeño, reaparecido para hacer temporada en 2022, ha vuelto a dejar la independencia que le brindaba Joselito para abrazar el ‘sistema’ de Simón Casas
Alejandro Talavante en una tarde de la temporada de 2018. Foto: Arjona / Álvaro R. del Moral
Álvaro R. del Moral
Talavante ha vuelto a sorprender a propios o extraños. O no. El modus operandi es conocido: la dura y efímera apuesta por la independencia se ve seguida del tibio abrazo al traído y llevado sistema que asegura vida y hacienda cuando el rendimiento no es el esperado. Traduciendo: el diestro extremeño ha abandonado la bandera independiente de José Miguel Arroyo, el gran Joselito de los 90, para marcharse con el incombustible productor francés Simón Casas, uno de los pesos pesados de la patronal taurina que, entre otras plazas y empresas, participa en la sociedad Plaza 1 que lleva las riendas de la Monumental de Las Ventas en la que podría estar anunciado hasta tres tardes en la próxima feria de San Isidro.
El bandazo es la consecuencia de una temporada tan pretenciosa como indefendible en la que nada ha salido como se había soñado. No hace falta decir que la poderosa aura de José Tomás envenena las vigilias de no pocos toreros que gustarían facturar en una tarde lo que a ellos les cuesta un buen puñado. Pero el del ídolo de Galapagar es un caso único, difícilmente repetible ni extrapolable. Talavante nunca ha disimulado que ansía alcanzar esa meta, la de convertirse en un torero más allá del bien y del mal, de caché diferenciado y poder en las taquillas y los despachos. Pero para eso hay que llenar las plazas, además de mantener cierta infalibilidad. No ha sido el caso, una vez más, dando una nueva vuelta a su propio bucle melancólico; el que le enreda entre lo que es –una figura, pero una figura más- y lo que quiere ser, un torero de época.
Hace más de un año el propio torero llegó a hacer una lírica declaración de intenciones a través de las redes sociales, fotografiado con el propio José Tomás. “Falta canela en rama, sobran desfiles...”, la frase estaba sacada de la canción ‘Ratones coloraos’ de Joaquín Sabina y se prestó a no pocas interpretaciones y hasta a una encendida polémica –dentro del estrecho molde de las propias redes- por el papel jugado por ambos toreros en el fragor de la pandemia. ¿Qué quería decir Alejandro? Llevaba retirado de la contienda desde la feria del Pilar de 2018, cortando por lo sano el mismo día que Juan José Padilla cumplía su última actuación en ruedos españoles.
Una retirada táctica
“Alejandro Talavante se retira por tiempo indefinido”. Era el brevísimo y entonces sorprendente mensaje aventado por el servicio de prensa del matador extremeño, acompañado de la célebre fotografía de Urmeneta que le retrataba con barba y un tétrico terno negro. El mensajito saltó en el anochecer del 14 de octubre de aquel 2018 eclipsando la propia despedida del ciclón jerezano. Pero esa retirada seguía a varios aconteceres de su vida profesional, con la abrupta ruptura con la casa Matilla al frente, que entre unas cosas y otras, le acabaron orillando de algunas ferias y carteles a pesar de esa salida a hombros en la feria de San Isidro de 2018 que habría pretendido usar como aval de un nuevo y ambicioso caché. A partir de esa ruptura llegó la soledad y, pocos meses después, la fallida apuesta en la madrileña Feria de Otoño, apuntado a la primera edición del famoso bombo de Simón Casas. El ‘productor’ –que ahora es su flamante mentor- y la suerte le colocaron ante las corridas de Victoriano del Río y Adolfo Martín sin que acompañara ese ansiado triunfo que el diestro extremeño pretendía convertir en palanca definitiva para elevar su cotización y revalorizar su sitio en el circuito. No, no fue así...
Entre la independencia y la sumisión al sistema
Hay que recordar de forma apresurada los distintos apoderamientos del torero extremeño, que cumplió sus primeras trece temporadas como matador de toros envuelto en una pretendida aura de genio que no acompañaba de la necesaria regularidad y el imprescindible tirón taquillero que validara el caché aspirado. Talavante saltó a la palestra a mediados de la pasada década en manos del fallecido Antonio Corbacho, primer gurú del tomasismo, que le recubrió de un traje impostado. Ese rol acompañó al torero en sus primeras andanzas antes de vestirse con distintas pieles y adoptar otros lenguajes.
Después llegaron otros mentores. En el recuerdo reciente está la historia de sus apoderamientos con Manuel Martínez Erice, Curro Vázquez, la FIT de Bailleres y... Matilla, dando bandazos entre las grandes empresas y esa supuesta independencia –en el recuerdo los tweets antes de torear en las Colombinas de 2016- que, a falta de una mayor regularidad en la plaza y contundencia en las taquillas, no siempre le ha sido propicia.
La ruptura con Matilla
La publicación de un polémico reportaje de Javier Negre en El Mundo (22 de octubre de 2018) colocaba a Toño Matilla en el ojo del huracán. Negre situaba a Talavante como “víctima” de su ex apoderado al que tildaba de “Maquiavelo” de los entresijos del toreo siguiendo la estela de otros periodistas que –velada o directamente- acusaban al taurino charro de poner piedras en el camino del ‘Tala’ a raíz de la ruptura del vínculo profesional que les unió hasta principios de junio de 2018.
Todos los rumores, eso sí, certificaban que ni su antiguo mentor había podido defender ni las empresas pretendían aceptar el considerable aumento de honorarios ansiado por el torero a raíz de su salida a hombros en la feria de San Isidro de aquel año, con la corrida de Núñez del Cuvillo. Aquello fue su gloria, pero también su tragedia. Dispuesto a enarbolar esa supuesta primacía, forzó la máquina en las negociaciones de las nuevas ferias hasta desencadenar la comentada ruptura con Toño Matilla, que no estaba dispuesto a asumir las nuevas aspiraciones dinerarias de su poderdante. El divorcio se precipitó después de pasar triunfante por la feria del Corpus de Granada del 18.
Pero las lanzas clavadas al taurino charro comenzaron a convertirse en cañas, especialmente cuando Simón Casas –su flamante mentor para 2023- desveló los sustanciosos horarios madrileños del melancólico diestro pacense, aumentados gracias a los oficios de su ex apoderado de 160.000 a 240.000 euritos del ala. El relato cambiaba... Matilla, un hombre muy reacio a hacer declaraciones de ningún tipo, llegó a salir la palestra emitiendo un extenso comunicado en el que aportaba su versión sobre la ruptura.
Fue el propio Matilla el que por lo sano ante la exigencia de Talavante “de cobrar más que el que más”. El torero argumentaba que él era “el mejor, el número uno”, según desveló su antiguo mentor en dicho comunicado. “Tras intentarlo de forma fallida en alguna ocasión, consideré que yo no podía conseguir lo que él exigía y di por terminada la relación profesional que nos unía. No podía defraudarle ni a él ni a mí mismo” añadía el ya ex apoderado de Talavante apostillando la verdadera clave del asunto: el número uno “ha de reflejarse en taquilla, y él no lo era”. No había más; el resto ya lo hemos contado. En octubre de aquel año decidía cortar por lo sano.
Joselito y Joaquín Ramos entran en escena
En enero de 2020 saltaba la noticia. Después de pasar un año entero en barbecho, el ‘Tala’ anunciaba su intención de volver a torear. Y lo hacía apostando una vez más por la bandera de la independencia de la mano de Joselito Arroyo y Joaquín Ramos, uno de los hombres más importantes de los entre bastidores del toreo que falleció antes de que el proyecto echara a andar en plenitud por mor de la pandemia. A la vez se había conocido que el torero pacense iba a reaparecer el Sábado Santo de 2020 en la plaza de Arlés, mano a mano con Juan Leal.
La exclusividad del escenario no tardaría en quedar eclipsada por una noticia de mayor calado: la entrada de Talavante en el cartel del Domingo de Resurrección de Sevilla, cerrando el pulso soterrado entre Roca Rey y Pablo Aguado en torno a la corrida de Garcigrande impuesta por la empresa Pagés –Ramón Valencia aún era el apoderado del diestro peruano- para inaugurar la temporada sevillana. Morante y Roca ya eran fijos y la negativa de Aguado a estoquear el prestigioso hierro charro –que le dejó fuera de Resurrección- acabó poniendo en bandeja la reaparición de Alejandro Talavante en la Maestranza, un día antes del compromiso de Arlés. Pero estaba a punto de entrar en escena un invitado inesperado: con los carteles de Sevilla presentados oficialmente, el famoso bichito lo mandó todo al cuerno y nos metió en casa.
El mundo entero se enfrentaba a otras prioridades y aquel vis a vis del Sábado Santo de 2020, toda el ciclo de Pascua de la ciudad francesa, fueron cancelados sin dilación mientras las ferias y corridas más inmediatas caían como en un efecto dominó. La Feria de Abril -y con ella todo el abono baratillero- acabarían saltando por los aires por más que en esos primeros momentos de confusión se pretendiera reconstruir la temporada en septiembre sin saber que el dichoso virus había llegado para quedarse.
Frustrados los planes iniciales, Alejandro renunció a enfundarse el vestido de torear –la mayoría de los toreros adecuaron sus honorarios a los aforos permitidos en el fragor de la pandemia- para defender la alta cotización a la que aspiraba. En esa tesitura hubo que esperar hasta el 11 de septiembre de 2021 para que la vuelta de Talavante se materializara finalmente. Juan Bautista Jalabert volvía a llevarse el gato al agua después de desechar otros escenarios. Y esa vuelta fue en Arlés, en una goyesca de pura exhibición –mano a mano con Roca Rey- que se resolvió de forma triunfal.
Pero la verdadera reaparición se iba a producir en España, vestido de luces, y poniendo todas las fichas en el casillero de Las Ventas, con cuatro tardes firmadas en el foro en San Isidro. Nada salió a derechas en una temporada de difícil defensa en la que las aspiraciones eran opuestas a las realidades. Si el ruedo de Madrid había sido la gloria de Alejandro Talavante en la isidrada de 2018, en 2022 fue su tragedia, resumida en el toro que le echaron al corral el pasado 12 de octubre mientras Francisco de Manuel y Roca Rey se marchaban a hombros. José Tomás también se había dejado un toro vivo, un ejemplar de Adolfo Martín, en la misma plaza y veinte años antes; cuando aún no era un mito vivo.
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