Estafar en Sevilla: Del pícaro al ordenador
El engaño suficiente para apoderarse de dinero o bienes ajenos tiene tradición en Sevilla. Desde tiempos medievales los pícaros con palabrería se actualizaron hasta estafar desde las pantallas
Estafar en Sevilla: Del pícaro al ordenador / Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Guzmán de Alfarache es un personaje que centra la picaresca. Sus pautas las ideó Mateo Alemán en el Madrid 1599 y la Lisboa de 1604. Inspirado por el Lazarillo de Tormes es la atalaya de la vida humana. El genial Cervantes concibió en la Cárcel Real de Sevilla un dúo de pícaros, Rinconete y Cortadillo. Nuestro Shakespeare vivía sin libertad por birlar tributos. Sus personajes tenían quien les escribiera con oficio.
Sevilla era un imán, durante los siglos XVI y XVII, para españoles y europeos por su puerto fluvial y la Casa de Contratación de Indias. El lujo y donde afanar atrajo a los pícaros. Eran fugados de galeras, gitanas de buenaventuras, aventureros, corruptos, tahúres, ladrones, prostitutas y sus chulos... Cervantes lo describió: ‘En Sevilla el oficio de la picaresca estaba bien organizado’. Hubo hasta rufianes jerarquizados con guaridas. Sebastián Elcano recaló aquí tras adeudar pagas a una tripulación en Valencia. Magallanes no le preguntó por su pasado cuando lo enroló en la primera circunnavegación al globo. La culminó el guipuzcoano en 1522.
Andando el tiempo los pícaros sobrevivieron timando con palabrería. En el siglo XX a los nuevos pícaros los tenía fichados la policía. Una anécdota refleja la entente cordiale entre ‘buenos’ y ‘malos’. A un Gobernador sin posesionar el cargo le picaron la cartera en un tranvía. Denunció el hurto, pero en comisaría le reconocieron por su identidad. Horas después, su cartera apareció intacta ante sus ojos. Se la entregó en mano un jefe policial en el Hotel donde se alojaba. Hasta los 70s, la policía sabía dónde y quiénes movían lo robado y timado. Meter al gremio en calabozos hasta que apareciera la cartera del Gobernador fue el castigo esperado.
La droga y sus delitos asociados cambiaron el panorama desde entonces. El síndrome de abstinencia, pasar del consumo al menudeo, el dinero fácil, el blanqueo y las narco-tramas anonimizaron al delincuente sobre el fichado. Cualquiera era reo de banquillo por trapichear la droga. La irrupción digital es aún peor. El delito entonces se universaliza, es ubicuo, más anónimo y difícil de rastrear por las policías del mundo. Internet es la nueva guarida donde el fraude, la estafa y el timo sobre virtualidades son una constante. La red de redes hace infinito el universo delictivo.
Los clásicos de la estafa (tocomocho, estampita, trile, nazareno...) parecen arqueología ante lo fácil y sofisticado de timar vía pantallas, de móviles u ordenadores. La codicia de la víctima sigue siendo sustantiva para la estafa más contemporánea. Este fraude repite ejes operativos. Se refrescan: engaño suficiente, apropiarse de dinero o activos ajenos y el dolo, el que se discute en juzgados. Ahí están los ingredientes de estafar.
La apropiación indebida, estafa o fraude son delitos, para entendernos, que los angloparlantes llaman ‘de cuello blanco’ (White collar crimes). No derraman sangre, ni entrañan violencia. Casi siempre aparejan otros delitos instrumentales (coacción, falsedad, societarios, tráfico de influencias, cohecho, blanqueo, prevaricación). Quienes estafan son grandes actores. Edgar Allan Poe evidenció que somos sus congéneres: ‘El hombre es un animal que estafa y no hay otro animal que estafe fuera del hombre’.
Las dimensiones del engaño
Una de las claves en la estafa es el gancho donde nace. Gangas y accesibilidad aparentes, reclamos y anuncios gratis, estimular la codicia, relativizar la confianza o empatizar con recursos dramáticos, textuales o gráficos son caldo del engaño. La estafa es una forma de vivir para los que la practican, hasta lo ensayan. Además, sus víctimas cuando facilitan datos personales, bancarios, confiesan intimidades o informan de lo que no deben a profesionales del fraude son re-victimizados por nuevos delitos. Es decir, tras ser desplumado/a pueden haberse cometido otras trasgresiones.
Internet solapa a la calderilla del timo o fraudes callejeros. Desde cualquier ordenador o móvil pueden tramarse estafas planetarias. Hasta Sevilla llegan miles de ‘cartas nigerianas’, ofertas de tintar billetes, supuestos avisos bancarios, de energéticas o paquetería que saquean datos para timar personas, empresas, cuentas o tarjetas crediticias.
El tamaño del fraude lo hizo gráfico López de Ayala: ‘Cuando la estafa es enorme, ya toma un nombre decente’. José Aulet Marco (1950-2017) fue un Comisario de Policía Nacional experto en estafas y Licenciado en Derecho. También, el Jefe de la Policía Local hispalense (2008-2011) que ideó patrullar en bici y creó el Gepol, aquel grupo de ‘asuntos internos’ que lapidó el actual Alcalde
Al Pepe Aulet de los 70 y 80s del pasado siglo le temían los estafadores porque tenía tanta labia como ellos. Desarticuló una trama pionera de ‘estafa piramidal’. La montó un italiano desde Resitur, antiguo Hotel en calle Salado. La pista se la dio un detective privado www.adaspain.com que buscó en vano allí a un londinense. El tipo voló horas antes de la llegada del italiano a su habitación. El británico sableó en Sevillacon tarjetas de American Exprés, donde fue ejecutivo hasta que decidió estafar por Europa. ‘Mr. Thomas’ pagaba sin pagar, estafaba sin escrúpulo.
Las piramidales son estafas que se sustentan en la compra-venta multinivel por lo general. El economista Daniel García Martinez describe el modus operandi en un libro (Estafas Piramidales, Almuzara 2021). Sorprenden algunas redes implantadas en España cuyos ‘...participantes obtienen beneficios del reclutamiento, no de la venta de servicio o bienes...’ Así define estas prácticas Peter Vander, ex jefe del regulador comercial de EEUU. El timo piramidal hace millonaria a la cúpula, arruina al resto.
En Sevilla a muchos les suena Amway, Avon, Nu Skin, 4life, inCruises o Herbalife. Según el libro de García pagar por lo que no vale sólo escala en la pirámide. Da igual que sean cosméticos, fitoterapia, viajes, seguros. Hasta el programa de afiliados de Amazon le huele al multinivel piramidal. #Infraganti ya abordó fraudes sobre la revista oficial , la estafas internacionales del falso cura Manolo Tobaja o cómo la Policía Nacional destapa las mentiras en comisaría por denuncias falsas con vacuna (Veripol) basada en la inteligencia artificial, pues la humana de los estafadores sólo piensa en engañar.
También abordamos aquí meses atrás un caso de estafa sobre un supuesto tratamiento médico. Atracaba con la pena y el gancho de la solidaridad colectiva Los fraudes y estafas que hay sobre autos de alta gama no se escapó a ésta página. Algunos la etiquetan ya como de crónica negra fría El fraude para vaciar cuentas empresariales con el timo del CEO ilustró otro capítulo estafador.
La policía sigue sin ser tonta
Aunque en la Guardia Civil, Mossos o Ertzaintza hay excelentes profesionales, medios, experiencia y entrega para identificar, destapar y poner ante la Justicia a quienes estafan #Infraganti acudió a la Jefatura de Policía Nacional para conocer a sus expertos en fraudes, para saber cómo pervive esa leyenda de que la policía no es tonta. La entrevista tardó semanas den sustanciarse porque casi siempre tenían en vigor operativos que la aplazaban. Los pícaros del siglo XXI tienen perseguidores.
Oir las acertadas palabras de Marcos (Fraude Informático) y del veterano Isidoro (Delincuencia Económica) es un privilegio, pues sus agendas están cargadas, hasta visitas rápidas y confidencias de compañeros colmatan sus estresantes jornadas de trabajo. Son dos policías curtidos en comprender la mente estafadora. Ya informábamos aquí que la Policía Científica sevillana desencriptaba ordenadores y móviles para su análisis.
Marcos se encuentra entonces con las puertas cibernéticas abiertas. Indica que, por internet, los ganchos son esenciales: inversiones rentabilísimas, gangas de alta gama, alquileres vacacionales de risa, móviles de saldo o ese mirlo blanco que ansiaban los antiguos estafadores. ¿A ese pájaro, aunque volaría libre, nadie lo conoce?.
El trabajo policial, según explican Marcos e Isidoro, se inicia con la denuncia de comisaría o vía telemática. La aduana entre el delito leve (antiguas faltas) son 400 euros defraudados. Ocurre que las minucias de la estafa quedan impunes porque se aíslan los casos en sumarios judiciales. Y al ser leve o se archiva o se juzga con ausencias esperadas. La mayoría de los encartados acuden a la cita policial telefónica, pero se niega a declarar. Cuando la policía los contacta ya sabe quién o quiénes, dónde, cómo y cuánto es la estafa. Tiene pruebas y sólo quiere oir la versión del ‘malo’.
Destacan algunas estafas sobre amoríos virtuales que vacían cuentas de mujeres predominantemente que no tocan pelo. Otras veces, la policía tiene enfrente a una curtida profesional del engaño. Esas armas de mujer hacen aguas en las sillas policiales, banquillos judiciales o ante sentencia pactada con Fiscalía que evita cárcel, indemniza a víctimas y advierte del mal camino por los antecedentes que registra. La reincidencia multiplicará las condenas futuras.
Los policías que conocen la estafa de cerca corroboran que sus actores son compulsivos. Si los pillan, encarcelan o denuncian lo intentan de nuevo. Cambian de disfraz, de cuento y de operativa. Pero insisten en su cuestionable forma de ganarse la vida. Son de los que se interrogan ante el espejo cada poco preguntándose a cuántos engañaré hoy, mañana o pasado.
Las nuevas monedas virtuales, pagar gastos para cobrar herencias, paquetes, donaciones, préstamos o subvenciones son estafas que también alcanzan procesos de divorcio cuando hay empresas, millones, patrimonios o colecciones valiosas. Muchos contratos farragosos, cláusulas imposibles, condiciones leoninas o escrituras sin leer estafan igual. Mejor preguntar en notaría o en algún bufete para evitar sustos, ruinas y todo lo que le cuelga.
La mayoría de los estafados, según los curtidos policías, buscan un producto en el mercado de segunda mano entre particulares o para ahorrarse las comisiones de las inmobiliarias en las estafas de alquiler y así conseguir el producto que quieren a un precio menor que si fuera nuevo.
El perfil de los estafadores sevillanos siglo XXI -según estos policías- no es alto. La mitad usa abogados de oficio. La otra mitad se mueve en sumas medias o bajas. Los mejores merodean la política, la corruptela, comidas de negocio o artifician fraudes de subvenciones o inversiones que, al cabo, salpican a la víctima. Muchas estafas ni se denuncian porque tendrían retorno. La codicia traiciona. Se repite la obra ‘Entre bobos anda el juego’.
O las historias de avaricia del tocomocho y estampita.
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