El caso del efecto champán

Un Betis dicotómico firmó un primer período infame. Recobró la fe cuando apostó por una pizarra ofensiva. Juan Merino, que continúa en proceso de interinidad perpetua, reorganizó su plan inicial con riesgo.

31 ene 2016 / 00:48 h - Actualizado: 31 ene 2016 / 00:48 h.
"N'Diaye","Eduardo Maciá","Juan Merino"
  • El argentino Pezzella trata de despejar de forma acrobática un balón dividido. / Efe
    El argentino Pezzella trata de despejar de forma acrobática un balón dividido. / Efe

Ante otra tropa de presuntos jornaleros de Primera División, el Real Betis perdió el voto de confianza. En Anoeta y ante la Real Sociedad. El efímero efecto champán por el relevo de Pepe Mel se diluyó de manera parcial a 920 kilómetros del Benito Villamarín, el corazón de la esperanza de la fiel infantería del Real Betis Balompié. Con la urgente necesidad de concretar incorporaciones de enjundia, el cuadro de Heliópolis ofreció un primer acto desalentador. El RBB ha ganado credibilidad táctica, casta, sacrificio y hasta disciplina, aunque ha perdido la capacidad de improvisación que generan sus cuñas ofensivas por la sencilla razón de que Juan Merino, el hombre de la gabardina, antepone el alma y el corazón al talento.

Con Eduardo Maciá cuestionado por el personal y las redes sociales ardiendo a pleno rendimiento, los de la Avenida de La Palmera rubricaron un infame primer período. Indigno para una hinchada incondicional y que se incentiva con un simple gesto. Una mueca de alivio. Después de buscar la sangre y el instinto asesino de Villarreal y Real Madrid sin complejos, el cuadro verdiblanco se inmoló con una presión suicida en terreno propio. Después del repertorio de errores groseros, la arenga del técnico linense funcionó. Con la movilidad de Ricky van Wolfswinkel, un delantero aseado que emite señales a ratos brillantes y a ratos desconcertantes, y la clarividencia de N’Diaye, que aportó criterio, el Betis recuperó la confianza de aquellos que, a 920 kilómetros de distancia y a apenas un palmo de un televisor de pequeña pulgada, irradiaban alma y fe en una escuadra que necesita fichajes y paciencia por el período de adaptación que requerirán los nuevos.

El problema, el eterno problema, es que el tiempo devora la arena del reloj al ritmo que aquellos que encumbraban a Mel afilaban ayer sus machetes para cruzar la selva en busca de los que concedieron un voto de confianza a Juan Merino y Eduardo Maciá. En un gesto de justicia emanada del personal, el linense merece una semana de tregua. El problema es el tiempo. El eterno y único juez de la vida.