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Aficionados del Gol Sur, antes del partido contra el Girona / Manuel Gómez
Quique Setién vivió este sábado algo que sus antecesores en el cargo conocieron perfecta y frecuentemente: la rabia del Villamarín. El 5-0 de Eibar agotó la paciencia del beticismo, que para el partido contra el Girona recibió a su equipo con una importante pitada ya cuando salió a calentar. De poco valió que el club subiese el volumen de la megafonía para que los acordes de Thunderstruck, de AC/DC, mitigasen la protesta. Y luego hubo más.
Cuando los dos conjuntos reaparecieron con el himno de fondo, los silbidos se repitieron. Y luego, durante el encuentro, hubo nuevos episodios de descontento. El más sonoro coincidió con el 1-2 y la hartura de los béticos a esas alturas ya era tan grande que continuó a pesar del 2-2.
Es la primera gran bronca de los béticos desde la llegada de Setién, que en la víspera ya había intuido cuál podría ser el comportamiento de la afición. «Es normal que haya mucha gente que demuestre su malestar», auguró.