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Ni el del final ni el del principio

CONTRACRÓNICA. El Betis no fue justo consigo mismo en la despedida de una campaña exitosa en lo fundamental y decepcionante en días como el de ayer en Butarque, donde acabó el recorrido de un mito que sostuvo al equipo antes para que ahora pueda soñar en grande

19 may 2018 / 21:56 h - Actualizado: 19 may 2018 / 22:06 h.
"Fútbol","Primera División","Rubén Castro"
  • Los jugadores del Betis festejan el tanto de Campbell. / LaLiga
    Los jugadores del Betis festejan el tanto de Campbell. / LaLiga

No supo el Betis abrochar una brillante temporada con un final a la altura. La derrota no empaña absolutamente nada, pero no venía a cuento tampoco acabar de mala manera, cuando además el partido en Butarque se le puso muy de cara. Suele ocurrir con frecuencia en el mundo del deporte que tras la conquista de un objetivo que ha necesitado de una alta exigencia física y sobre todo mental llega una inevitable relajación, avalada en este caso también por el ambiente y el mensaje que lanza el entrenador con la alineación. Era el día también para que el equipo verdiblanco se hubiese volcado en convertir a Rubén Castro en gran protagonista, en tributar sobre el césped el homenaje merecido a un futbolista fundamental para que el Betis de hoy día pueda empezar a soñar a lo grande, y logre estar a la altura de su potencial. El canario ha sostenido al equipo, y por extensión al club, en temporadas muy complicadas, trascendental para que el Betis recuperara la senda. Su figura ha sido, en muchos casos, la única presencia de calidad y talento en la mediocridad general que existía en el plantel y en la institución, con honrosas excepciones. Era su último día con la camiseta del Betis, y sin embargo, fue como un día cualquiera. No dudo de que en su momento el club le rendirá el homenaje que merece, pero ayer también pareció extraño que no promoviera algún gesto de complicidad con un futbolista tan importante en la historia del club. Sea por su carácter peculiar, o porque este Betis ya no es el Betis de Rubén Castro, faltó feeling.

Por comparación, la despedida del Leganés a Martín Montovani, su capitán, un futbolista que subió con el equipo madrileño de Segunda B a Segunda, y después a Primera, un jugador que saltó al campo con el estadio en pie, coreando su nombre, un futbolista que estuvo al borde del precipicio en su Argentina natal, jugando por 200 euros, durmiendo junto a vagabundos en la calle. Y en el Leganés cambió su vida, y el central ayudó a que también creciera su equipo para que ahora, ya sin sitio, tenga una salida a lo grande, como merece. Rubén Castro ha representado mucho más para este Betis que ahora empieza a saldar la deuda que tiene con su gente.