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Los maestros de los espacios y las botas de Siete Leguas

La Contracrónica. La conjunción de Banega y Cristóforo promovió un partido descargado de la dificultad que buscó el Espanyol con el control de la pelota. El uruguayo hizo olvidar a Krychowiak, y eso es mucho olvidar.

31 dic 2015 / 00:22 h - Actualizado: 31 dic 2015 / 00:22 h.
"Fútbol","Primera División","Banega","Cristóforo"
  • Banega recibe la ovación de la grada.
    Banega recibe la ovación de la grada.

El Sevilla se vistió de récord por Navidad para despedir el fantástico 2015. Todos los números le acompañan al abrigo del Sánchez-Pizjuán, donde se ha procurado una estructura sólida por donde escalar de nuevo hacia los éxitos. Nunca había ganado 24 partidos en un año natural en Nervión, nunca había hilado allí siete victorias consecutivas. Y se ha quedado a dos triunfos de las 38 globales de otro año ubicado en la memoria colectiva, el 2006. Pero con todo, la proyección final del equipo de Unai Emery la marcará su capacidad para trasladar esa solidez con reclamo de invulnerabilidad cuando coge la maleta. Es la asignatura pendiente para un 2016 donde se pondrá a prueba en tres frentes, y que abrirá con una buena oportunidad para colocarse las botas de Siete Leguas cerca de la Alhambra.

A Sergio Rico le debió costar entrar en calor. El partido ante el Espanyol se jugó con su ausencia. Señal inequívoca de que el panorama del equipo se aclara. Son las defensas las que hacen grande a los equipos. Con una defensa sobresaliente todo es posible, con una delantera estupenda, no siempre. A este Sevilla le cuesta hacer goles, le cuesta encontrar los goles de sus delanteros, pero va arrimándose a la zona europea de la liga porque defiende bien. Ayer lo hizo muy lejos de Sergio Rico, con la presión arriba, buscando el balón como un lobo hambriento cuando aún estaba en las botas de los defensas pericos. En el centro del campo sevillista hubo dos maestros de los espacios, Banega y Cristóforo. Seguro que los niños prefieren soñar con ser como el argentino, pero el fútbol tiene mucho que ver con el trabajo del uruguayo. Uno es capaz de ver el espacio donde colocar el balón en un trazo que esquiva a los rivales, pero el otro es capaz de anticiparse al juego del oponente para recuperar la pelota que poner, a continuación, a los pies de Banega. La conjunción de ambos como eje del Sevilla promovió un partido que pudo parecer sencillo, pero todavía recuerdan en Heliópolis cómo se las gasta este Espanyol de Marco Asensio si se le da margen para maniobrar con la pelota. La dificultad de la sencillez.

Ausente estuvo Krychowiak, elegido por la prestigiosa revista France Football en el once ideal del año. Cristóforo consiguió que nadie le echara de menos y no puede haber mejor noticia para Emery, que ahora puede pensar en descargar de minutos, ante lo que se avecina, al polaco, jugador de los llamados insustituibles. Krycho siempre da y dará un plus, pero este Cristóforo está en ese nivel de exigencia, con Iborra a su lado.

De presencias, las de Ciro Immobile...y la de Reyes. El italiano tiene esa estética tan particular que nunca acabará de convencer del todo a todos. Su juego entusiasta, de ir siempre, de meter el pie antes, de ser el más listo, no deja de tener una sombra de sospecha, tal vez por la comparación con los talentos goleadores que ha disfrutado el Sevilla en estos tiempos de gloria. Pero ahí está y suma. A Reyes también se le espera que esté en eso, en la suma. Apareció un rato ayer, y se le echa de menos.