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Un calvario, una vergüenza

CONTRACRÓNICA. La Liga ha perdido definitivamente el respeto a los aficionados. El sufrimiento que padeció ayer el sevillismo por el calor es un insulto que merecería sanción y cierre de despachos a los dirigentes de una organización con la sensibilidad sólo en el negocio.

01 oct 2017 / 00:19 h - Actualizado: 01 oct 2017 / 00:35 h.
"Fútbol","Primera División"
  • Pizarro lamenta una ocasión perdida en el partido de ayer ante el Málaga. / Manuel Gómez
    Pizarro lamenta una ocasión perdida en el partido de ayer ante el Málaga. / Manuel Gómez

El sevillista que acudió ayer al Ramón Sánchez-Pizjuán lo pasó realmente mal. El Sevilla ganó pero la paliza no sólo se la llevó el Málaga para la Costa del Sol, también el aficionado en su cuerpo. El veranillo de San Miguel cayó a plomo en Nervión para demostrar, una vez más, el poco respeto que siente la Liga por los aficionados al fútbol, y especialmente por los seguidores de los equipos sevillanos. No es novedad, pero lo ocurrido ayer en el estadio del Sevilla debería ser objeto de una queja formal por parte de la entidad que preside José Castro. Es vergonzoso que una organización que persigue, dice en buena lid, los insultos y los comportamientos indeseables en los estadios, manifieste tal falta de sensibilidad con lo único que es imprescindible en el fútbol: el aficionado.

Resulta ridículo que mientras la propia Liga impone normas como que en el tiro de cámara principal de las retransmisiones de televisión estén las gradas llenas, señale horarios que precisamente contribuyen a lo contrario, a que la gente deje de ir para no sufrir unas temperaturas de 35 grados al sol durante más dos horas. No tiene ningún sentido. Y si hubiese ocurrido, no dudarían en aplicar una multa. Surrealista.

Al Sánchez-Pizjuán acudieron, pese a que las circunstancias ya se sabían que iban a ser duras, cerca de 35.000 espectadores. Los dirigentes de la Liga abusan de esa fidelidad inquebrantable, a la que ayer pusieron a prueba, tristemente, una vez más. Plantear ya que en semejantes condiciones se aparta a los niños, o a los abonados con una edad (no fueron pocos los que se marcharon antes de que acabara el partido), resulta hasta inútil, viendo cómo cada temporada se repiten estos atropellos sin que nada cambie. En Sevilla, un partido a las 16.15 el 30 de septiembre, mientras el Leganés-Atlético de Madrid se disputaba a las 20.45.

La pañolada del minuto 26, cuando el árbitro señaló la pausa para que los jugadores se hidrataran, es la única queja que, por desgracia, quedará patente de este atropello. Ningún informe recomendará que no se vuelva a disputar un encuentro a Sevilla en estas fechas a las 16.15 horas, ningún informador dará cuenta de la locura que se perpetró ayer en el Sánchez-Pizjuán, un insulto que debería acarrear suspensión a unos dirigentes de la Liga incapaces de cuidar a su clientela, aunque sólo fuese por mantener el negocio.

El calor, igualmente, condicionó el espectáculo. Pero eso también da igual. El Sevilla no pudo imponer el ritmo que le hubiese llevado a resolver mucho antes un partido que sólo tuvo una dirección. Si hubiese definido en los primeros minutos, el duelo se hubiera hecho eterno para todos, especialmente en la grada, a la que sólo la persistencia del empate a cero despejaba la duda sobre si abandonar para ponerse a refugio. Fue cuando salió Banega que entró aire fresco en el campo, para alegría de Franco Vázquez, mudo de juego, desorientado por el calor, el que no pareció afectar en exceso a Muriel, que marcó su primer gol en el Sánchez-Pizjuán al más puro estilo Muriel. 16 puntos ha puesto ya el Sevilla de Berizzo a la sombra.