Felipe González o las carambolas del poder con cloacas

Una crónica poco amable de los gobiernos de Felipe González la publica un escritor, Gregorio Morán, que hereda a Chaves Nogales. Lean lo políticamente incorrecto

Felipe González.

Felipe González. / Juan-Carlos Arias

Juan-Carlos Arias

Morán (1947) es un ovetense con acreditada independencia intelectual y agudeza que alternó exilio parisino por comu, Barcelona y Madrid como hogar. Su bibliografía y artículos son descarnados, llenos de adjetivos y de las verdades incómodas que odian el dogma o el pensamiento único.

Tal escritor, por tanto, carece de premios literarios oficiales y privados. La biblioteca con su firma es sustantiva para interpretar la España más contemporánea desde un prisma de rigor. Ya diseccionó al Adolfo Suárez inédito (Historia de una ambición), elevó a Ortega y Gasset en el prado franquista, radiografió al Partido Comunista (Miseria, grandeza y agonía). Su mordacidad incisiva y crítica entró a saco en la cultura española (El cura y los mandarines). Sus artículos se leen aún (Crónica Global y El español), tras décadas en La Vanguardia (Sabatinas intempestivas). La cabecera catalana lo despidió ungida pro libertad de expresión. Vaya, lLo de siempre.

Recala hoy en #Infraganti porque aborda la etapa del gobierno de Felipe González (1982-1996), el sevillano que más alto llegó en la política tras Diego Martínez Barrio. El manuscrito de Morán llevaba años concluso. Peregrinó por agentes, editoriales y juzgados. Demandaron, ojo, devolver adelanto quienes lo dejaron inédito.

Al final Felipe González. El jugador de billar (Editorial Roca, 2023) logró publicarse en obra absolutamente recomendable de Morán. Un dato: la ex editora independiente, Blanca Rosa Roca, sucumbió -en 2023- a la mitad del duopolio –Penguin- del ramo español. ¿Se jubilará como millonaria?.

La magia del poder

Felipe González es personaje sin virtud, ni término medio. De ordeñar en la vaquería paternal pasó a ser cortijero extremeño. De toga pro operario se igualó a líderes mundiales. De la palabrería pasó a la oratoria. Según Morán, de encantar serpientes llegó a dominar el billar, juego del poder que inventó el Rey Sol galo y que exige dominar el tapete. Francisco Palomino, cuñado de la criaturita –también bético de pro-, añade que ‘... González es jugador de unas veinte carambolas de media por tacada’ (Página 13).

Tras el cabreo nocturno del 1º de marzo, en 1979, tras perder las elecciones por pocos diputados el tándem González-Alfonso Guerra, celebró desde el Palace 5* madrileño el 29 de octubre, en 1982, sus 202 diputados. Aquellos 10 millones de votos tenían dueño. Con los años se disgregaron entre AP- PP, nacionalistas-bisagras (CC, PSA-PA, CiU-Junts-ERC PNV, HB-Bildu, BNG, PAR, UV) y un anti-bipartidismo (Vox, Ciudadanos, Podemos) que agoniza sobre un PSOE, más sus marcas federales, que tuvo el rodillo de votos.

El PSOE llegó a Moncloa tras dramatizar González renuncia al marxismo en 1978 con aplausos social-demócratas. Ya el programa electoral der 1986 prometió ir ‘por el buen camino’ [pintadas añadían ’hacia el langostino’]. Una línea caliente que conectarían ciudadano y poder jamás se activó. Aquella pancarta de ‘OTAN de entrada, no’ se incumplió con más atlantismo, mediando referéndum donde el PSOE pedía el voto contrario. Crear 800.000 empleos, desde 1982, devino en 3.000.000 de parados en 1986. El cáncer del desempleo juvenil y de adultos sigue erre-que-erre.

No debe soslayarse que González visibilizó el cambio prometido con los años. Su carisma y dones de liderazgo, cercanía hoy es pasado, pero lo tuvo. Los dineros que apostaron por González fueron foráneos. Fundaciones germanas (Flick, Ebert...), alauí y la fortuna oculta en Latinoamérica con supuestos albaceas (Panamá –Torrijos y Noriega-, Colombia –Sarasola- y Venezuela –Carlos A. Pérez-) intrigaron siempre al periodismo investigador.

¿Llevará razón el fallecido escritor Alfredo Grimaldos?. González fue el candidato de la CIA, la que empoderó a Pinochet, Marcos, Mobutu... Morán acota a González desde el resistencialismo a la ambición del poder (página 46). Fue hábil liquidando al comunismo que luchó a Franco en la batalla y clandestinidad. Fichó al liderazgo sindical, vecinal, intelectual, centrista e influyó desde el BOE y otros órganos (El País-SER-TVE-RNE).

El primer gobierno de González (1982-86), según Morán, hizo servidores públicos, sin examen alguno, a casi 50.000 militantes del PSOE (página 56) y miles de UGT, el sindicato hermano después enemigo íntimo. El sevillano fue mucho más hábil con las argucias semánticas. Jamás se admitía error, nepotismo, clientelismo o corrupción acorde al Código Penal. Jamás se dimitió ‘en caliente’ ante detención, imputación o revelación periodística. Poco a poco se instaló la cultura del pelotazo.

Las veleidades de González incluyeron veranear en el Yate de Franco (Azor), privatizar RUMASA en pro de ex presos, golfos, técnicos excedentes de Hacienda, amigos venezolanos o regalar –previo saneamiento- SINTEL, joya de Telefónica, al magnate anticastrista Más Canosa. Ofició [González] de estadista, y esto es relevante, cuando amigó con Reagan, la Thatcher o intimó con Helmut Köhl. Se ninguneó así la ‘leyenda negra’ y se estrechó la histórica hermandad hispano-germana. Lo ultra no importó entonces.

Morán acentúa la medianía en Interior que nombró González: Barrionuevo, Corcuera, Asunción y Belloch. Ese estado dentro del estado atracó fondos reservados, delegó en las peores cloacas la guerra sucia antiterrorista practicó el terrorismo de estado. También, opacó lo entendible por el ciudadano harto de ETA, GRAPO y los GAL. Thatcher, por ejemplo, lideró un operativo que segó a comando del IRA en Gibraltar con bombas en 1988.

En el libro comentado las carteras económicas salen muy malparadas. Boyer equivale a soberbia que chirría con Guerra, cuya dimisión en 1991 causó portazo airado. Solchaga instala a la beautiful people. El navarro con agenda de VIPs repetía que España era el país donde más rápido se hacía rico cualquiera [de esa gauche divine, claro].

El González que murió de éxito en vida tuvo inflexión en diciembre de 1988. Su ex hermano Nicolás Redondo, líder histórico de la UGT, osó triunfar en una huelga general que removió los cimientos del socialismo de urna. El hartazgo de la palabrería, la corrupción que alcanzó a Guerra, BOE, Macosa, Cruz Roja, Benemérita, Juan Carlos Iº y que los mendigados fondos europeos no llegaran donde debieran, amagó dimisión en Moncloa del ‘one’ González. Pero el efectismo del sevillano salvó aquel envite. Sus aduladores le repetían en palacio ’Felipe, resiste’. Casi igual a lo que Rajoy repetía a Bárcenas (¡Aguanta, aguanta!) Losfastos del 1992 (Olimpiadas, Expo y Capitalidad Cultural) opacaron más, con semántica sutil y triunfalismo, al ejecutivo de González. La tropa de malversadores, corruptos y pistoleros (GAL) con silencios de Moncloa causaron estragos. Mientras, hubo bonsáis y utopías. Solchaga, Solana, Semprún, Rubalcaba y el bi-ministro Belloch no apagaron aquellos fuegos. Aquella mayoría perdió votos; ganó escándalo.

El Plan de Empleo Juvenil (PEJ) y Programa 2000 integraron la filosofía de congreso partidario, pero jamás se aplicaron. El ‘tomo nota’ tras fichar al Super-Juez Garzón tampoco resultó, tras aparcarlo y regresar a juzgados. El GAL tuvo fajos, patas (Policía Nacional, Guardia Civil y CESID) y cal viva. Dentro del PSOE, el Dr. García Damborenea les cantó esas peteneras.

El ombligo de González se acercó más a la bodeguilla y Doñana que a quienes dejó caer inmisericorde: Pilar Miró sería un ejemplo. La inolvidable cineasta no se lo merecía. Castellano o Galeote también lo pagaron caro. El ‘caso FILESA’ desveló la financiación y trinconeo heterodoxo del PSOE. La red facturera cobró en maletines; se echó la culpa de todo sólo a Galeote.

La agonía del sevillano con el mantra de Aznar (Váyase, Señor González) fue patética, impropia de quien se resiste a ser hoy un jarrón chino. Sus palabras –las de 2023- son menos creíbles y propias de derechona rancia. José Mª Cuevas, ex líder de la patronal, indicaba que González calcaba a la Thatcher en sus planes económicos. Creó muchas fortunas de la nada.

No fue de recibo explicar su remoción del poder como una conspiración planetaria cebada con la prensa (Sindicato del crimen llegó a tildarla). Ese recurso, identificar al enemigo interno o foráneo como demonio necesario y matraca irredenta, es más propio de los autócratas Señor González. Franco repetía el contubernio judeo-masónico; Castro la invasión yanqui y a Hitler el mal hebreo. Las urnas negaron a González por la corrupción, una ‘X’ (GAL) y no admitir nada de responsabilidades propias. C’est la vie!

El andaluz González

La autonomía histórica más extensa, poblada y contribuyente de las españolas se consideró por el PSOE una sucursal obediente de Madrid. Por González su tierra del alma sabía era cantera perenne de votos. Entre el ex abogado y el ex perito industrial (Guerra) controlaron ese cortijo.

Veleidades andalucistas de Rafael Escuredo las resolvió el soviet monclovita con la auto-dimisión, tras destaparle trapicheos de tercera en, cómo no, El País. A cambio, le dejaron intacta la agenda para rentabilizarla. Morán recalca el feudo andaluz con Rodríguez de la Borbolla, al que después ‘liquidaron sin piedad política’ con ‘estilo chumacero y punto sádico ejercitado con Escuredo’ en la ‘capital europea del desempleo’ (Página 115). Sevilla es cuna de González y se adjetiva demasiado por Morán. El escritor reitera la foto ‘de la tortilla’ de Pablo Juliá como cuna del PSOE pos-Suresnes que cabalgó al tándem González-Guerra con la fusta del poderío.

Sevilla, y no es paradoja, debe mucho a González. Con el pretexto de la Expo del 1992 el Presidente de los españoles inauguró la línea del AVE Sevilla-Madrid que hubiera tardado años si fuera otro el inquilino monclovita. También, de un erial -si descontamos el Monasterio- se urbanizó La Cartuja, se articuló Andalucía con la A-92 y se conectó Sevilla con Algarve luso. Las autovías añadieron la S-30, nuevo aeropuerto más estaciones de tren y bus.

La más ingrata Sevilla sólo nomina una Biblioteca a González. Casualidad que no escribiera libros, aunque hay muchos sobre el estadista sevillano. Qué menos que una avenida, el aeropuerto [el madrileño honra ya a Adolfo Suárez, el barcelonés a Josep Tarradellas], medallas de oro municipal o provincial. ¡Qué vulgaridad y fantasía desiderativa es pedir honra local para Don Felipe González!.

Ya lo escribimos, en vano, sobre la locutora adelantada del feminismo verdadero Marisa Carrillo Con González seguramente pasará lo que escribe Morán al principio de la obra que comentamos. Es decir, ‘España entierra muy bien’. Pero los honores póstumos no valen, sepultan.

Posdata: Señor González Márquez: En 1986, una encuesta realizada días antes del referéndum sobre permanencia en la OTAN desveló que el 68,2% de la militancia del PSOE era partidaria de que España no estuviera en ninguna alianza militar. En contra de su partido y por victoria pírrica España se integró más en la OTAN, aunque el eufemismo oficial lo desgajó de la ‘estructura militar’ de una alianza bélica. Ojo al dato. Hasta se nombró a su edecán [según Morán] Javier Solana como su Secretario General (1995-99). El país, no su periódico favorito, perdió una oportunidad histórica de rentabilizar la evidente geoestrategia española, equilibrar a potencias bélicas y ser más neutrales que vasallos del atlantismo más norteamericano. Vd. corroboró así a Gerald Brenan al confirmar que ‘España no pinta nada en el mundo desde 1898’.