1900: ciudad sin tiempo

Con el 65 por 100 de la población analfabeta y sólo 35 años de esperanza de vida al nacer, Sevilla era hace ahora poco más de un siglo la tercera ciudad del mundo en mortalidad infantil. En 1860 las afueras de la ciudad casi coincidían con las que encontramos en los planos de 1903. Parece que el tiempo se hubiera tomado un descanso y Sevilla hubiera echado el ancla en tierras de la falta de progreso

04 mar 2017 / 12:00 h - Actualizado: 27 feb 2017 / 20:52 h.
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  • La fachada Este de la plaza de San Francisco a finales del siglo XIX y primeros lustros del siglo XX, presentaba este aspecto. En una sociedad sin electricidad, la luz del sol se administraba con toldos. / Fototeca Municipal de Sevilla-fondo Juan Barrera Gómez
    La fachada Este de la plaza de San Francisco a finales del siglo XIX y primeros lustros del siglo XX, presentaba este aspecto. En una sociedad sin electricidad, la luz del sol se administraba con toldos. / Fototeca Municipal de Sevilla-fondo Juan Barrera Gómez

Las afueras de la ciudad eran prácticamente idénticas en 1903 y 1860; es decir, casi como la Sevilla del primer plano topográfico de Pablo de Olavide (1771). El censo oficial de habitantes sumaba 146.205 (1887), de los que 68.520 eran hombres y 77.685 mujeres. La tasa de analfabetismo era del 65 por ciento y la esperanza de vida al nacer estaba establecida en 35 años, y en esa época Sevilla tenía el estigma de ser la tercera ciudad del mundo en mortalidad infantil, solo superada por Bombay y Madrás.

En el censo oficial de viviendas de 1900, Sevilla capital tenía 11.774 casas, de ellas 1.118 eran corrales, y la mayor parte de ellos se encontraban en los distritos sexto y noveno, es decir, en el sector Norte de la ciudad, siguiéndole Triana. El profesor Hauser (1881) consideraba que un tercio de la población sevillana vivía en este tipo de viviendas, sin que existieran motivos para pensar que la situación hubiera cambiado a principios del siglo XX, sino todo lo contrario, tanto por el envejecimiento de los edificios como por su derrumbamiento y el aumento de la población por causa migratoria.

Las iniciativas urbanísticas de la primera década van desembocando en ideas concretas que comienzan a modificar el plano de la ciudad, en su perímetro interior, aunque muy lentamente. Desde el plano de Antonio Poley, citado en el capítulo primero de la primera parte, fechado en 1910, hasta el plano que se publica en 1918, sin nombre de autor ni fecha de realización, con motivo del II Congreso Nacional de Riegos celebrado en Sevilla; hay modificaciones que afectan parcialmente al exterior, a las futuras zonas de ensanche y al centro de la ciudad. Otros planos, como los de Ricca y Feria, publicados con escasas modificaciones en años anteriores, sólo reflejan prácticamente el casco central y las zonas de los viejos arrabales. Entre 1911 y 1920, se registran los siguientes hechos que afectan al urbanismo: aprobación definitiva del proyecto de la avenida de la Palmera (1911); comienzo de las obras de ensanche del Barrio de Santa Cruz, con la demolición del cerramiento de la Huerta del Retiro (1911); aprobación de la zona de emplazamiento de la Exposición (Parque de María Luisa, Jardines de Cristina, Huerto de Mariana, Jardines de las Delicias), que todavía se denomina Hispano-Americana y estaba fijada para 1914 (1911); concesión del Gobierno a favor de Sevilla de los terrenos del ex convento de San Pablo para apertura de dos calles (1911); comienzo de las obras de derribo de los Caños de Carmona (1912); comienzo del ensanche de la calle Cánovas del Castillo (futura avenida central)(1912); comienzo del ensanche de la Campana (1912); cesión por el Ayuntamiento de Sevilla de la dehesa de Tablada al «Ramo de Guerra», por tiempo indefinido (1914); acuerdo de construir un gran hotel en los Jardines de Eslava (el futuro Hotel Alfonso XIII) (1915); aprobación del plan de ensanche de Juan Talavera (1917); creación del Barrio de León en la antigua huerta de la Torrejilla de Triana (1920); inauguración de la Base de Tablada como cabecera de la Zona Aérea del Sur (1920); comienzo del ensanche de la calle San Fernando (1920)..., tema que sería polémico hasta nuestros días. Y continuaba la preocupación por los problemas que causaban la falta de viviendas para obreros y clase media, la gran pesadilla sevillana. Tanto es así que en los primeros números de la revista «Bética», la gran obra ateneísta de esta década, el tema fue ampliamente tratado por Ángel María Camacho.

Hacia 1910, la plaza de San Francisco presenta todavía una imagen casi idéntica a la del siglo XIX. La gran transformación urbana se produciría en la calle Génova y su prolongación hasta la Puerta de Jerez, un viejo proyecto de Sáenz y López, fechado en 1895, que el alcalde conde de Halcón iniciaría en 1911 y que no se terminaría hasta 1928. Sería la «gran avenida» equivalente a la «gran vía» proyectada y realizada en otras capitales españolas.

A partir de 1911, cuando Aníbal González gana el concurso convocado para crear la Exposición Hispano-Americana, comienza en Sevilla una auténtica fiebre de ideas y proyectos que desembocan, algunos de ellos, en enconadas polémicas. De esa época son el «Anteproyecto de Reformas de Sevilla», de Miguel Sánchez-Dalp; la discutida Memoria que sobre idéntico tema presenta al Comité de la Exposición, Fernando Barón, conde de Colombí; las refutaciones que a la misma hace Tomás F. Guerrero; el Plan de Tabladilla, que Pedro Rodríguez de la Borbolla está dispuesto a llevar adelante; los diversos estudios que concursan ante la convocatoria pública que por su cuenta hace el Ateneo y no pocos folletos que salen a la luz pública para defender los intereses de aquellos que se consideran perjudicados con las nuevas cargas fiscales municipales que los planes de reformas urbanas traerían consigo. Todo con la cobertura de innumerables artículos y cartas abiertas insertas en los periódicos, especialmente en «El Liberal».

Volviendo al plano de 1918, observamos el trazado de la futura Exposición Iberoamericana, después de varios cambios sobre el proyecto inicial, en la que figuran edificios en construcción, como la Plaza de España (1914-1928), Pabellones Mudéjar, Real y de Bellas Artes (1911-1919) en la plaza de América -antiguo Huerto de Mariana-; las reformas iniciadas en el Parque de María Luisa por el francés Forestier a partir de 1913 y que fueron abiertas al público un año después, el l8 de abril; la nueva ordenación de la Huerta del Retiro, cedida por el Rey (reforma del Barrio de Santa Cruz), que realizaron los arquitectos José Gómez Millán y Juan Talavera; la planificación del barrio de Nervión, donde todavía en esos años eran muy escasas las edificaciones, y poco más.