David Sancho: Las notas exactas no quitan el frío

Segundo día. El Festival Internacional de Jazz de Madrid se va dibujando con trazo fino y la ciudad se mueve al ritmo de fusas, corcheas y redondas. Era el turno de un pianista español, David Sancho, que llegaba al auditorio de CentroCentro para presentar parte de su nuevo trabajo «Piano solo»

08 nov 2020 / 15:35 h - Actualizado: 08 nov 2020 / 16:01 h.
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  • David Sancho. / Fotografía de Álvaro López
    David Sancho. / Fotografía de Álvaro López

¿Cómo es posible que en un edificio tan extraordinario como es el Palacio de Cibeles no tenga habilitadas distintas entradas y solo sea posible entrar por una puerta minúscula? ¿Es necesario tener a ciento cincuenta personas aguardando más de treinta minutos para poder acceder al interior del edificio? Resulta sorprendente que en la situación en la que estamos no se planifique algo tan sencillo.

Por supuesto, hubo espectadores que llegaron al límite ( y eso que el concierto comenzó quince minutos más tarde de lo anunciado) y no menos de quince o veinte tuvieron que esperar a que el pianista David Sancho acabase de interpretar sus dos primeras piezas para poder acceder al auditorio. Inexplicable y muy irritante.

Por si era poco, los cinco primeros minutos de concierto (eso es mucho) los fotógrafos que cubrían el concierto fueron, vinieron, se agacharon, se levantaron, pasaron por delante del público... Yo comprendo que tienen que hacer su trabajo, pero el sonido de las máquinas y el trasiego pueden ser molestos. La organización debería plantearse de otro modo este asunto sobre todo si el concierto es intimista. Los que estamos acostumbrados a estas cosas ya no atendemos a los detalles, pero algunos espectadores se movieron inquietos por tanto trajín.

David Sancho: Las notas exactas no quitan el frío
David Sancho. / Fotografía de Álvaro López

David Sancho apareció en el escenario del auditorio Caja de Música dispuesto a hacer las cosas bien. Y las hizo bien porque este músico domina el instrumento, es un enamorado del jazz, del rock y del pop, y trata de bucear en las partituras para conocer el alma que esconden. Entre piezas, habló para explicar qué motivaciones manejaba y por qué elegía esos temas para un concierto como ese. Dijo, entre millones de cosas, que quería homenajear a los músicos afroamericanos. De hecho, «Crepusculle with Nelly» o «Evidence» de Thelonious Monk sonaron y gustaron; «Giant Steps» sonó y gustó; pero aquello sonaba más al Bill Evans de su última época o al Keith Jarrett de siempre (en algunos momentos Sancho canturreaba como lo hace Jarrett al tocar). También recordaba David Sancho a Tete Montoliu, un músico al que también hizo referencia en uno de sus comentarios entre temas. Una paradoja homenajear a los afroamericanos y sonar como un músico blanco.

Al margen de ese homenje, sonaron «Y te vas» de José Luis Perales y «Time» de The Alan Parsons Project. Y gustaron.

Sin embargo, no emocionó David Sancho. La pulcritud y la técnica no lo es todo al interpretar una pieza. Conectar con el público es algo que se consigue más allá de descubrir los entresijos de un concierto o de tocar el piano con una técnica más que notable. La emoción no llega con lo exacto, con una nota pulida una y otra vez o con una improvisación recatada para buscar territorios amables para el oído del espectador y para el propio artista. El riesgo es lo que sirve de vehículo para que las emociones arrasen en la platea. Y arriesgar no significa tocar a lo loco o hacer cosas extrañas que terminan siendo incomprensibles. Arriesgar es construir un mundo con el instrumento que coincide con la forma de mirar la realidad que tiene el artista. Sin miedos y sin complejos, sin pensar en gustar más o menos.

David Sancho es muy buen pianista. Compone con criterio. Sabe lo que quiere contar. Y terminará encontrando un hueco importante en el panorama musical español. Si deja de pensar en gustar y decide gustarse a sí mismo, será pronto. Suena brusco, pero es que el camino hacia esos lugares tan deseados ya está inventado.