«Galápago» o la historia del cambio en Andalucía

Entrevista a Arsenio Moreno Mendoza, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Pablo de Olavide y escritor. Acaba de publicar su última novela ‘Galápago’

27 jun 2021 / 10:23 h - Actualizado: 28 jun 2021 / 09:32 h.
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  • Arsenio Moreno Mendoza. / Fotografía cortesía del señor Moreno Mendoza
    Arsenio Moreno Mendoza. / Fotografía cortesía del señor Moreno Mendoza

El calor aprieta y las palabras parecen arrastrarse con morosidad. Igual que cualquier otra cosa. Sin embargo, la fortuna puede aparecer en cualquier momento para que los ritmos cambien durante unos minutos, para que el privilegio que supone poder utilizar el lenguaje permita estar al margen de casi todo y disfrutar de una buena charla.

Arsenio Moreno Mendoza fue alcalde de Úbeda con 29 años. Ahora, es catedrático de Historia del Arte de la Universidad Pablo de Olavide. Y es escritor. Fetichista del libro en formato tradicional, es decir, en papel; aunque reconoce que los formatos actuales son mucho más eficaces. Enseña y escribe. Habla y comunica su forma de ver y entender.

«Qué le vamos a hacer; a otros les da por jugar al dominó. Todos tenemos nuestras cosas» dice con socarronería, con un punto de tranquilidad que convierte lo que dice en un arroyo en el que se puede ver el fondo sin dificultad.

Echando un vistazo al curriculum de Arsenio Moreno, se puede intuir una vida llena de emociones y una necesidad de vivir con intensidad, buscando fórmulas de expresión.

«Escribo por una clara necesidad de comunicación. Cuando escribo siento un estado de bienestar absoluto. Me encuentro muy bien. En realidad, me reencuentro conmigo mismo, con lo que soy, a través de la palabra. No termino de entender a esos que dicen que escriben para ellos mismos. Y no lo entiendo porque para mí mismo no escribo ni la lista de la compra. Todos escribimos o pintamos o hacemos música con la intención generosa de compartir, de hacerlo llegar».

Acaba de publicar «Galápago», su última novela. El relato es la crónica de un momento y de una ciudad (Úbeda), un entorno en el que el autor parece querer que sus personajes vivan un mundo de ficción en el que todo puede pasar aunque buscando ese apoyo en la Historia que se puede escatimar en un texto de estas características. «Galápago» es una crónica coral que intenta explicar cómo una sociedad casi feudal, centrada en la agricultura, se acerca a una nueva forma de entender el mundo. Aparece la burguesía, una especie de neocapitalismo feroz desde su nacimiento; y esto se enfrenta a esa parte de la sociedad que perderá todas las batallas porque parece haber nacido para ello. Analfabetos, pobres desde antes de naces y condenados a serlo por siempre jamás, jornaleros en busca de un futuro que nunca existió. «Galápago» es una novela coral que se lee con facilidad y resulta más que entretenida. Ahora bien, la exigencia con el lector no es poca. Un número excesivo de personajes obliga a que la novela tenga que leerse con atención. Sea como sea, Arsenio Moreno Mendoza escribe con gusto, cuida el vocabulario y trata de encontrar esas palabras que dan lustre a un relato y que, en la actualidad, algunos autores desprecian seguramente por desconocimiento o porque se han apuntado a la inmediatez y al abaratamiento de la escritura sin saberlo.

¿Se explica el escritor la realidad al escribir ficción?

«Una parte de ella sí. El asunto es que la realidad como un fenómeno aceptado no existe. Si por algo se caracteriza es por ser poliédrica y susceptible de ser interpretada y juzgada también. Cuando uno escribe está intentando mostrar cuál es su punto de vista ante el mundo, ante eso que llamamos realidad y nos conforma a todos desde nuestro nacimiento hasta el día de la muerte. En mi caso, siempre he intentado formar parte de la realidad desde la tolerancia y la amabilidad con las personas. La literatura sirve para afianzar esto y es de mucha ayuda».

«Galápago» o la historia del cambio en Andalucía

La primera parte de la novela roza el género negro. Arranca el año 1869 con un crimen. Esta parte del relato es una de las que tienen un ritmo narrativo más rápido. La zona expositiva final es pareja en este sentido y llega hasta ese momento en el que Úbeda, convertida en ciudad de retaguardia, es un lugar en el que lo que sucede parece normal sin serlo de ninguna de las maneras. ¿Puede considerarse normal un asalto a la prisión de la ciudad o la quema de iglesias? El periodo que abarca la novela, por tanto, es amplio y representa la vida en Andalucía entera. Salvo contadas excepciones, España era un país eminentemente agrícola, inculto, dirigido por terratenientes sin escrúpulos para los que el jornalero no tenía valor alguno fuera de su esfuerzo con la hoz. Y, al tratarse de un periodo tan largo, la voz narrativa se resiente. El narrador es el mismo al principio y al final; y eso que no debería ser un problema, en el caso de «Galápago» genera ciertas dudas en el que lee puesto que el tono de la primera parte choca frontalmente con el que pide el relato en las últimas cien páginas. No obstante, este es un problema menor puesto que se impone un ritmo narrativo atractivo, un desarrollo de la trama coherente y un crecimiento de los personajes principales que coincide con las expectativas del lector.

Arsenio Moreno Mendoza habla de Úbeda con respeto, con absoluta consideración.

«Mi vinculación con la ciudad es absoluta desde el punto de vista sentimental. Es, casi, casi, mi primer útero vital, pero reconozco que tengo la suerte de vivir entre dos ciudades que son espléndidas. Una es Úbeda y la otra, nada más y nada menos, Sevilla».

Úbeda es un personaje más de la novela. Úbeda y sus gentes, y su neblina, y sus sonidos, y ese olor que no ha cambiado durante siglos. Esto es algo que va apareciendo en «Galápago» desde las primeras páginas. Así, el escenario toma una relevancia que, en la literatura actual, se puede disfrutar muy pocas veces. «Galápago» no es una novela histórica cualquiera. Está escrita con fineza, rigor y gran respecto por el lector.

Escuchando al autor se entiende bien qué es lo que intenta y cómo lo hace.

«No me gusta esta corriente actual en la que se mueve la novela histórica. Y no me gusta porque soy, antes que escritor, historiador. He leído cosas que son para tirarse de los pelos en algunas de esas novelas. Se está banalizando absolutamente todo lo que tiene que ver con el pensamiento y la cultura y la crítica, que resulta insoportable y preocupante. Dicho esto, he de decir que la narración histórica es consustancial al hombre. Desde Homero, por ejemplo. Mira estoy releyendo a Galdós, concretamente los «Episodios Nacionales», el tomo titulado «El terror de 1824»; Galdós se coloca en la posición de un pintor de aguafuerte para contar el desastre tremendo que sucede en Madrid. Dice: ‘Si el historiador acaso no las nombrase, peor para él; el novelador las nombrará, y conceptuándose dichoso al llenar con ellas su lienzo, se atreve a asegurar que la ficción verosímil ajustada a la realidad documentada, puede ser en ciertos casos más histórica y seguramente es más patriótica que la historia misma’. Si el historiador actual quiere saber que pasó en aquel momento y no lee a Galdós lo tendrá muy difícil. Por ejemplo, «Fortunata y Jacinta» va a aportar más datos históricos que las fuentes consideradas primarias que, en muchos casos, son estadísticas. Por tanto, en este sentido sí creo en la novela histórica. Aunque siempre que responda a una calidad literaria mínima».

El tiempo y es espacio se acaban. Nos despedimos hasta pronto, nos deseamos suerte y dejamos atrás una pizca de literatura en la punta de unos dedos imaginarios.