Rugby y cultura

«Mi hijo y yo»: El rugby más amable

Trabajo más que asequible del francés Philippe Guillard, el que fuera jugador de rugby, que plantea con poca suerte una serie de asuntos que mezcla y que no sabemos si no quiere criticar o sí, pero menos. Pero se puede ver porque es entretenida

09 mar 2020 / 09:30 h - Actualizado: 08 mar 2020 / 21:04 h.
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  • Una escena de ‘Mi hijo y yo’. / El Correo
    Una escena de ‘Mi hijo y yo’. / El Correo

Una autoridad soportada en el miedo, la falta de empatía, olvidar los valores deportivos o convertir un equipo en un grupo de personas sin personalidad ni criterio, no es bueno en ningún deporte conocido. Pensar en rugby con ese panorama es doloroso. El rugby es el deporte en el que el desgaste físico del jugar es mayor, el rugby es el deporte en el que el desgaste emocional del jugador es mayor; en el rugby no caben planteamientos contrarios a lo que es su esencia. Y eso, aunque con aspecto de comedia ligera y estereotipada, es lo que se ventila en esta película francesa.

«Mi hijo y yo» («Le fils à Jo», 2010) es una película de Philippe Guillard, jugador francés de rugby además de comentarista deportivo en televisión y radio. Se estrenaba con este trabajo y, claro, eligió el rugby como vehículo narrativo fundamental. Quiere Guillard hablar de tradición, de la posibilidad de reconciliación y de la convivencia como herramienta de crecimiento para las personas. Y todo eso envuelto en el rugby. Le sale la cosa solo regular. Porque la película visita terrenos ya pisoteados, comunes y vacíos a estas alturas. Se podría decir que esta es una comedia ligera, superficial y simplona. Diálogos estereotipados, personajes estereotipados y una trama previsible. Ahora bien, la película gusta porque es entretenida y permite al espectador estar frente a la pantalla sin hacer otra cosa y sin preocupaciones. Por poner un ejemplo de tópicos: tenemos un tonto de pueblo que es más bueno que un santo; tenemos una mujer que viene de fuera (con su hija que también es necesaria porque hay un hijo) y que quedará prendada por la vida del campo maravilloso; un amigo del padre que es un caradura y resuelve todo a base de echar cara a los distintos asuntos; un amigo torpón y gordito del hijo que termina haciendo cosas de héroe deportivo; tenemos un héroe deportivo de los de verdad (en la película participa el jugador Darren Adams), un protagonista que evoluciona hacia la excelencia derbordante; un malo que es tonto como un cubo... En fin, lo tiene todo.

«Mi hijo y yo»: El rugby más amable
Gérard Lanvin hace el papel principal con ciertas dificultades dadas las carencias del libreto./ El Correo

Lo peor de la película es lo contradictoria que resulta en algunos casos. Philippe Guillard, con una dirección sin riesgos y sin grandes sorpresas, quiere resaltar lo bueno del rugby, pero buscando la sonrisa del espectador maneja asuntos complicados de mezclar con un deporte como el rugby: violencia inexcusable de los adultos o un rechazo de la enseñanza como cortapisa para la práctica del deporte.

Técnicamente, la película se sostiene bien. No tanto las interpretaciones. Gérard Lanvin hace el papel principal con ciertas dificultades dadas las carencias del libreto. Y la guapísima Karina Lombard da lustre con su presencia aunque ni fu ni fa. Y así todo.

No es suficiente presentar a un tipo que fue jugador de rugby -como sus antepasados- y quiere que su hijo lo sea. A un par de amigos entusiastas dispuestos a no dejar que algo tan del pueblo se diluya para siempre, a una extranjera muy guapa que entenderá cualquier problema y se hará del pueblo a los quince minutos. Lo que hay que hacer es cine. Eso sí, si no tiene nada que hacer, eche un vistazo a esta cinta. Lo pasará bien.

«Mi hijo y yo»: El rugby más amable