Otello irrompible

La temporada operística en Madrid arranca con la ópera de Giuseppe Verdi ‘Otello’. Lo hará el próximo 28 de octubre en Sevilla con la obra de Richard Wagner ‘Tannhäuser’. Lo amantes de la ópera están de enhorabuena. Y los que quieran aprovechar para acercarse por primera vez al Teatro Real o al Maestranza de Sevilla, también.

24 sep 2016 / 12:35 h - Actualizado: 23 sep 2016 / 17:45 h.
"Ópera"
  • El barítono Ángel Ódena (Iago) y el tenor Alfred Kim (Otello) en un momento de la representación de Otello en el Teatro Real de Madrid. / Javier del Real
    El barítono Ángel Ódena (Iago) y el tenor Alfred Kim (Otello) en un momento de la representación de Otello en el Teatro Real de Madrid. / Javier del Real
  • La soprano Lianna Haroutounian (Desdemona). / Javier del Real
    La soprano Lianna Haroutounian (Desdemona). / Javier del Real
  • Otello es una de las grandes óperas de todos los tiempos aunque la producción que se presentaba en Teatro Real de Madrid no es gran cosa. / Javier del Real
    Otello es una de las grandes óperas de todos los tiempos aunque la producción que se presentaba en Teatro Real de Madrid no es gran cosa. / Javier del Real
  • Alfred Kim (Otello) junto a Lianna Haroutounian (Desdemona). / Javier del Real
    Alfred Kim (Otello) junto a Lianna Haroutounian (Desdemona). / Javier del Real
  • Otello y Iago son dos de los personajes principales que, junto a Desdémona, configuran un trío lleno de odios, venganza y muerte. / Javier del Real
    Otello y Iago son dos de los personajes principales que, junto a Desdémona, configuran un trío lleno de odios, venganza y muerte. / Javier del Real
  • Traición, celos, muerte... ese es el Otello de Shakespeare. El libreto de la ópera de Verdi, aún intentando ser fiel a la obra original, se distancia algo en lo fundamental. / Javier del Real
    Traición, celos, muerte... ese es el Otello de Shakespeare. El libreto de la ópera de Verdi, aún intentando ser fiel a la obra original, se distancia algo en lo fundamental. / Javier del Real

La temporada operística se pone en marcha. Mientras en Sevilla disfrutaremos de Tannhäuser, Un Avvertimento Ai Gelosi, Anna Bolena, La flauta mágica y La Bohème; en Madrid ya se han estrenado con Otello de Verdi. Los títulos invitan a ser optimistas aunque falta por comprobar si las producciones serán las más adecuadas.

Soportando los últimos coletazos de un verano inaguantable por su calor, se estrenaba en el Teatro Real de Madrid Otello; el drama lírico en cuatro actos que nos dejó Verdi.

Llegaba el personal con ilusión, con la sonrisa por delante. El buen aficionado no puede disimular lo que siente en momentos tan especiales como repetidos. Quizás sabiendo lo que le esperaba sobre el escenario, pero con esa oculta esperanza que te hace pensar que igual ese es el día en que todo sale bien.

Otello, la ópera de Verdi, podría haberse llamado Iago dado el interés del compositor por este personaje. No fue así, pero dice mucho del carácter profundo, perverso y huidizo de este personaje. Otello es el personaje principal de la ópera y, posiblemente, se trata del papel para tenor más difícil creado por Verdi. Se acumulan en él rasgos que aparecen y desaparecen, que crecen con el propio personaje; y eso exige del cantante que su registro pueda asumir todo lo que se pide. Solo un gran tenor dramático es capaz de encarnar algo así. Desdémona es la nota angelical de la ópera. Puede compararse a la reina Isabel de Don Carlos, por la luz que desprende arropada por la música que el compositor cuidó especialmente. Arrigo Boito dijo de este papel que se representaba «un fuerte sentimiento de amor, pureza, nobleza, suavidad, inocencia, resignación, emana de la figura casta y armónica de Desdémona. Cuanto más sencillos y tímidos son sus movimientos más conmovido resulta el espectador. Además, la gentileza de su juventud y su belleza subrayarán este efecto».

Pues bien, con estos personajes y la partitura de Giuseppe Verdi, todo parece que tiene que ir bien. El aficionado acude al teatro pensando que todo estará a la altura de las circunstancias. Pero, a veces, no ocurre lo que uno intuye.

El decorado que nos propone David Alden, gris y agobiante, sirve para todo. Y esta ópera pide otra cosa. No puede representarse con una estructura fija en la que se producen cambios pequeños, en la que los cantantes, el coro, una bailarina y los figurantes, se mueven como buenamente pueden. Al final, el resultado es más aburrido que otra cosa.

Si hablamos del vestuario, el desconsuelo es absoluto. Bolcheviques en lugar de venecianos, niños con pinta de morirse de pena y disfrazados de ¿ucranianos? Y Rodrigo con pinta de dandi trasnochado. Francamente, decepcionante.

Las voces se quedan justas, muy justas. Salvo en momentos muy concretos, suenan planas, faltas de la emoción necesaria, mal acompañadas por interpretaciones dramáticas excesivas que matan lo poco vivo que queda sobre el escenario. El barítono Ángel Ódena (Iago) y el tenor Alfred Kim (Otello), no están mal, pero ya casi tengo olvidado lo que lograron al cantar. La soprano Lianna Haroutounian (Desdémona) no termina de agarrar a su personaje, se le escapa una y otra vez. Y terminamos viendo a una cantante que intenta algo que descansa demasiado lejos. Por su parte, el coro ataca bien lo que se le encarga y, sin ser algo extraordinario, cumplen sin problema alguno.

Renato Palumbo, al frente de la Orquesta titular del Teatro Real, tapó las voces sin remedio y se pasó corriendo o parando sin motivos de principio a fin. No ha sido capaz de entender a sus músicos al insistir en que le entiendan a él. Sobre esto, se debería reflexionar más y mejor. ¿Quién ha de entender antes para que la cosa funcione?

Comienzo titubeante que, finalmente, se salva, porque Otello es lo que es. Aunque la dirección musical no acompañase. Resulta casi imposible cargarse del todo una obra maestra.