El fruto de la ilusión

Entrevista a Ignacio Caraballo, presidente de la Diputación de Huelva. Parece mucho más joven de lo que es. Sonríe. Siempre lo hace. Nació el año 1953 en Chucena, un pueblo de la provincia de Huelva que, gracias a su gestión durante el tiempo que fue alcalde, mejoró ostensiblemente en todos los aspectos

24 sep 2017 / 21:53 h - Actualizado: 24 sep 2017 / 21:55 h.
"Entrevista","Personajes por Andalucía"
  • El presidente de la Diputación de Huelva, Ignacio Caraballo, siempre tiene una sonrisa en el rostro. / Jesús Barrera
    El presidente de la Diputación de Huelva, Ignacio Caraballo, siempre tiene una sonrisa en el rostro. / Jesús Barrera

Bebemos ambos algo de agua y avanzamos en nuestra conversación sin obligaciones, sin prisa alguna.

Una de las pasiones de Ignacio Caraballo es el fútbol. Los ojos se le iluminan al hablar de sus años como jugador, de la pasión por los colores. Como es normal, convierte toda su experiencia en una forma de entender el mundo.

«El medio campo es una buena posición porque no puedes estar siempre en los extremos, sobre todo cuando tienes responsabilidad política, sobre todo cuando tienes que intentar compaginar y hacer, si es posible, las distintas políticas. No puedes irte a los extremos nunca. Eso le está pasando a más de uno actualmente y creo que no es el sitio. Hay que jugar en el centro del campo».

Los políticos son personas a las que los ciudadanos escuchan, de los que se fían. La gran responsabilidad de un político es que puede llegar a ser guía y, si las cosas van mal, aparecen grandes decepciones. Y cuando se habla de las ilusiones de la gente, todo eso es una gran responsabilidad.

«El político indiscutiblemente tiene que ser una referencia. Siempre digo que lo más importante es, trasladando esto a los pequeños municipios, que la gente se sienta orgullosa de sus alcaldes. A la gente le encanta tocar a sus políticos, le encanta tocar a sus alcaldes, a sus dirigentes, pero siempre quieren que esté un escalón por encima; es decir, que sea también una referencia en todos los ámbitos de la vida. Eso, tristemente, en política lo hemos tirado por tierra y nos hace muchísimo daño. Hay que recuperar la credibilidad en la política y por lo tanto, hay que recuperar la credibilidad en los políticos. Nosotros estamos en el foco, estamos en el escenario. Nosotros tenemos que hacer un esfuerzo para ser modelo en todos los sentidos y para ser coherentes también».

Hablamos de la niñez, de cómo han ido cambiando las cosas desde aquel tiempo hasta hoy, de cómo todo se ha cubierto con distintos mantos que los años arrojaron en momentos concretos.

«Andalucía era una esperanza. Cuando empezamos todo el movimiento de reivindicación de aquel famoso artículo y luchamos por la autonomía, eran momentos muy intensos y de mucha ilusión. Los jóvenes vivíamos aquella apertura, la pedíamos y la sufríamos porque más de uno tuvimos que luchar mucho para tener libertad. Eso a los jóvenes de hoy les coge muy lejos, pero los que hemos vivido aquellos momentos lo llevamos en el alma. Aquella ilusión no se paró en un momento determinado, ni en el 78, ni en los 80, sino que fue un movimiento que se alargó en el tiempo y que igual que ha pasado con la credibilidad en los políticos, también ha pasado con la ilusión. Nos ha tocado vivir una crisis que ha distanciado a los jóvenes de la política porque no ven el futuro claro y, además, se ha parado el ciclo de crecimiento en cuanto a promoción personal. Hemos ido avanzando y ha llegado un momento en que se ha estancado. Y no solo se ha estancado, sino que ha habido un retroceso y ha hecho que la gente pierda la ilusión. En cualquier caso, aquellos momentos fueron intensos, ilusionantes, los vivimos con mucha pasión. Nos obligó a muchos a meternos en política por las libertades, los derechos y por garantizar un futuro».

Miramos alrededor y lo que observamos es lo que es. Seguramente, nada que ver con la Andalucía del pasado.

«La Andalucía de ahora no tiene nada que ver con la Andalucía de antes. Yo vivía en un pueblo de 2.000 habitantes donde teníamos muchísimas carencias. Yo voy a mi pueblo ahora y no se parece en nada al de antes. Ni tampoco tiene nada que ver la situación personal de la gente. Es verdad que queda mucho por avanzar, pero no hay que olvidar lo que hemos avanzado».

La mirada de Ignacio Caraballo es franca. Piensa y hace un leve ademán avisando de que falta por detallar algo.

«Soy una persona de pueblo, que tuve la gran suerte de aprobar una oposición de una importante entidad financiera y a partir de ahí tuve la necesidad de mejorar la sociedad desde una situación personal consolidada. Cuando entré en política trabajaba en una empresa privada y eso te hace ver la política de una manera distinta, te da más libertad, te da muchas más opciones para el análisis».

Me sorprende; trato de entender una situación que solo la vocación puede explicar. ¿Y terminó dejando todo por ser alcalde de su pueblo para no defraudar a sus vecinos?, pregunto.

«Los políticos somos personas que tenemos ideales, que tenemos que sentir pasión por la vida y que debemos sentir necesidad por mejorar la situación. Si uno no tiene esa pasión y esa necesidad interior, que no se meta a político porque entonces se estará equivocando».

Supongo que estas pasiones se pasan al salir del despacho, ¿no? La respuesta es inmediata, contundente.

«No. Esto es 24 horas».

Entonces, supone renunciar a muchas cosas?.

«Eso supone renunciar a mucha vida familiar y, a lo largo del tiempo, te pasa factura. Tengo la suerte ahora mismo de tener una estupenda pareja. Compartimos el diálogo constante por la política. Sí te ayuda, pero también te condiciona porque siempre estás hablando de política. Pero a mí eso no me pesa porque yo tengo pasión por la política, lo mismo que tenía pasión antes por el fútbol. Cuando me meto en algo, me meto al 100 por cien».

Piensa sonriendo ligeramente.

«Siempre hago propósito de enmienda. Digo ‘a partir de ahora voy a cambiar’ y es imposible. Tengo un defecto, creo que es el espíritu de Chucena. Llego a Diputación a las 8 menos cuarto, todos los días. Salgo a las 2 y media o 3 dependiendo del horario; y, después, sigo con otras ocupaciones para estar al día siguiente otra vez a las 8 menos cuarto en Diputación. Siempre digo, pues mañana no voy, pero me corroe la conciencia, como si estuviera pecando, como si estuviera haciendo algo malo por no estar en el tajo a la hora que debo. Esto es condición y no hay solución».

Pues parece, entonces, que en esta tierra son tan madrugadores como los demás y trabajan como los demás. ¿Qué podemos hacer con los estereotipos con los que cargan los andaluces?

«A mí me duele muchísimo cuando alguien, gratuitamente y haciendo una gracia, comienza a decir que los andaluces no trabajamos, somos flojos y demás. Les pongo mi ejemplo, les digo que quiero que se imponga la jornada de 12 horas, que yo no tengo problemas. El ejemplo mío es el de mucha gente, gente que nos levantamos y casi nos acostamos trabajando. Lo que no admito es ese estereotipo que se ha creado sobre los andaluces, que dice que trabajamos poco. Hay mucha gente que lo alimenta y, muchas veces, los andaluces no lo cortamos teniendo que hacerlo radicalmente. Hay que reivindicar el papel del andaluz trabajando».

Me interesa mucho cómo ve Ignacio Caraballo la Andalucía actual y lo que él conoció. Insisto en que echemos un vistazo a este asunto.

«A los jóvenes hay que recordarles de dónde venimos. Andalucía era una comunidad muy pobre que mantenía una distancia con el norte brutal y eso hay que saberlo. Los que hemos vivido en un pueblo como, por ejemplo, Chucena, con las carencias que vivíamos, conociendo como se fomentó en una época la riqueza en el norte, debemos contarlo. El momento fundamental fue cuando se le dijo a la gente, tú eres autónomo y vas a ser capaz con tus recursos de hacer lo que tienes que hacer. El estatuto de Andalucía fue muy importante. El dar libertad, poder de decisión, poder acudir a fondos europeos, a ser persona, fue fundamental. ¿Nos queda mucho por andar? Muchísimo. Pero tenemos que saber de dónde venimos porque la gente no puede perder su historia. Qué carencias tenemos, qué es lo que hemos conseguido. El salto al darnos la posibilidad para autogestionarnos fue fundamental. Tenemos la ventaja de ser una tierra con unas posibilidades enormes. Y tenemos la gente, a los andaluces».

La vida del político le convierte en un ser solitario, le digo. Eso es muy duro para cualquiera. ¿Ha querido tirar la toalla por el camino?

«Eso siempre pasa. En todas las profesiones. La política es algo duro, una profesión dura y complicada. El político siempre está jugando con el bienestar y el futuro de las familias. Me encantaría tener una varita mágica para solucionar los problemas de la gente. Muchas veces te sientes impotente y ves las carencias que tienen los ciudadanos y el camino que nos queda por recorrer. Cuando ves que no eres capaz de solucionarlo dices: ‘pero bueno, ¿para qué estoy yo aquí?’. Es verdad que tienes altibajos, sería absurdo que pensara que estoy por encima del bien y del mal. Todo se mueve por sentimientos. Si no tienes sentimiento y pasión no tiene sentido estar aquí, como tampoco tiene sentido no estar en otras profesiones. En muchas ocasiones te sientes triste y la soledad es tuya. No la compartes con nadie».

No quiero dejar escapar esta oportunidad y quiero que me cuente qué es una Diputación, eso que casi nadie sabe en España.

«Cada vez que tengo un acto, sea donde sea, siempre digo que voy a hacer dos minutos de pedagogía porque nadie sabe lo que es la Diputación. Y sólo es el ayuntamiento de los ayuntamientos. El fin de la Diputación es intentar dar herramientas a los alcaldes para que ellos puedan dar solución a los problemas de sus pueblos. Y se acabó, no tienen más responsabilidad, es una administración intermedia y lo único que tenemos que hacer es dar recursos y servicios a los ayuntamientos menores de 20.000 habitantes para que éstos, a su vez, den solución a sus vecinos. Hablamos del reparto económico, asesoramiento jurídico, asesoramiento urbanístico, mejoras de carreteras provinciales que unen a esos municipios pequeños?. Esa es la misión de una Diputación».

¿Satisfecho con la vida?

«Siempre digo que he tenido la suerte de tener una escuela detrás de un mostrador. Nosotros en mi pueblo éramos representantes de cerveza, de bebidas de toda clase, teníamos una tienda, una bodega, teníamos taxi... Todo se ve de otra forma. Y me permitió hacer todo esto que te he contado».

Se nos ha hecho tarde. Un apretón de manos sincero y un hasta pronto que seguro se hará cierto.