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La fuente de la memoria

El Museo de la Autonomía, enclavado en la frontera imaginaria entre Coria y La Puebla del Río, ofrece un recorrido didáctico que conserva el legado de Blas Infante, padre de la patria andaluza desde el 14 de abril de 1983.

28 feb 2017 / 07:00 h - Actualizado: 27 feb 2017 / 21:59 h.
"Día de Andalucía","Blas Infante"
  • La primitiva bandera preautonómica y el retablo cerámico que presidía la puerta principal de la vivienda de Blas Infante, en la Sala del 28-F. / Foto: Centro de Estudios Andaluces
    La primitiva bandera preautonómica y el retablo cerámico que presidía la puerta principal de la vivienda de Blas Infante, en la Sala del 28-F. / Foto: Centro de Estudios Andaluces
  • En la Sala del 28-F aparece expuesta la famosa pizarra del referéndum autonómico. / Foto: Centro de Estudios Andaluces
    En la Sala del 28-F aparece expuesta la famosa pizarra del referéndum autonómico. / Foto: Centro de Estudios Andaluces
  • Fachada principal de la casa-museo de Blas Infante. / Foto: Centro de Estudios Andaluces
    Fachada principal de la casa-museo de Blas Infante. / Foto: Centro de Estudios Andaluces

Es día laborable y el cielo plomizo anuncia una tregua climatológica. El Museo de la Autonomía, en cuya finca se yergue el hogar del padre de la patria andaluza, Blas Infante, aparece en un paraje desde el que la tierra vigila la historia de Coria del Río y La Puebla del Río, el último terreno por el que caminó el notario e ideólogo de Casares antes de ser vilmente asesinado el 11 de agosto de 1936. El edificio permite a los visitantes completar un recorrido histórico-didáctico junto a los guías que ofrece el Centro de Estudios Andaluces y que se afanan para que los alumnos aprendan a interpretar el proceso autonomista y valoren la figura de su precursor.

Los didácticos paneles expositivos de la Sala 28F son los encargados de descifrar en claves el proceso histórico transcurrido desde el proyecto de constitución de Antequera de 1883, el germen del andalucismo como movimiento social e ideológico, hasta el referéndum sobre la iniciativa autonómica a través de la vía del artículo 151, una movilización sin precedentes que simboliza la mítica pizarra expuesta la noche del 28 de febrero de 1980 en el Casino de la Exposición de Sevilla. El Museo de la Autonomía, que congrega a más de 20.000 personas al año, fomenta el análisis instructivo de los acontecimientos históricos que se han sucedido en Andalucía durante décadas. La trayectoria del autonomismo andaluz aparece representada de forma magistral en la sala por un puzzle simbólico que exhibe la primitiva bandera preautonómica, el escudo o una emotiva silueta de Manuel José García Caparrós, el joven que fue abatido por un disparo en Málaga durante la multitudinaria manifestación del 4 de diciembre de 1977.

El famoso cartel de Manuel Gandul que reclamaba la movilización en el referéndum y la pizarra de los datos definitivos jalonan una sala interpretativa y didáctica que ensalza la figura del inmortal Federico García Lorca o el activista Hermenegildo Casas, activo colaborador de Blas Infante y uno de los padrinos del periódico El Regionalista Andaluz. El Museo de la Autonomía es un manantial de la memoria y una plácida invitación al aprendizaje del andalucismo en su versión más social y genuina. Una forma curricular de interpretar el porqué y de comprender el cómo. En una tierra en la que el 80% de la población reconoce haber leído al inmortal Federico García Lorca, un museo itinerante con las imágenes grabadas en súper 8 de la antigua Andalucía o un habitáculo expositivo del humor gráfico en las firmas de los mejores autores del Sur son una especie de reclamo a perpetuar la memoria gráfica de una tierra huérfana de héroes anónimos, aquellos que, lejos de los libros o los monográficos, aún no han logrado reposar en los anales de la historia y la realidad identitaria de su tierra.

Ausencias

Del espacio museístico emanan un manantial de memoria histórica en la figura de Blas Infante, padre de la patria andaluza desde el 14 de abril de 1983 por una cuestión de justicia y unanimidad política, y una fuente de justicia con aquellos que entregaron su voz a la causa del proceso autonomista. Una legión de pintores, escultores, poetas, escritores, docentes y hasta funcionarios que se desvivieron por la causa y que de alguna forma reaparecen con vigor cuando los niños, los andaluces del futuro, recorren con su tierna inocencia el sendero que pisó por última vez Blas Infante, el padre de la patria andaluza y el protagonista de un espacio simbólico, didáctico e histórico que perpetua la memoria democrática del autonomismo.

Sin duda alguna, uno de los escenarios más atractivos del Museo de la Autonomía es la casa en la que residió Blas Infante hasta su detención y posterior asesinato, La Casa de la Alegría, inspirada en el arte andalusí que cautivó a Blas Infante y que satisfizo sus apetencias artísticas personales después de haber estudiado el arte islámico durante su periplo universitario en Granada. La edificación, que aparece al final de un sendero plagado de especies botánicas autóctonas, preside un altozano que domina el paisaje de Coria del Río y La Puebla del Río. La Junta de Andalucía compró la vivienda familiar en 2001 para musealizar la última morada del padre de la patria andaluza. Un escudo cerámico de Triana con la simbología de Andalucía, un elemento que no fue destruido ni en la Guerra Civil ni en la dictadura franquista por la lejanía de la finca con los núcleos urbanos, reina en la zona de entrada de una vivienda declarada Bien de Interés Cultural (BIC) e integrada por una serie de dependencias que han sido rehabilitadas para convertirse en un espacio museístico.

El edificio consta de una serie de dependencias rehabilitadas, aunque conserva prácticamente intacto el despacho de Blas Infante, que asesoraba a los campesinos después de su jornada laboral como notario en Coria del Río y como abogado en Sevilla, y unos azulejos que ilustran de forma didáctica El Quijote. Los grupos que completan las visitas guiadas contemplan el piano, el gramófono o la radio del padre de la patria andaluza y elementos decorativos de su hogar como la cocina de estilo andaluz con chimenea o el salón principal, el llamado salón de los moros por las hijas del notario. Su caja fuerte, una nutrida colección de algunos de sus más de 1.800 volúmenes o una serie de imágenes religiosas que entierran el mito de su conversión al Islam completan un emotivo y simbólico recorrido por su vida.

Los guías adaptan las explicaciones y la temática de la visita en función de la edad de los alumnos que acuden al reclamo de un espacio que genera inquietud, desasosiego y hasta dolor pese a que ya han transcurrido 80 años desde la Guerra Civil. Junto a la puerta que traspasó por última vez Blas Infante la noche en la que fue detenido surge de forma repentina y evocadora un vídeo que rinde homenaje a los fallecidos durante la contienda. Una especie de cementerio visual que culmina con el lanzamiento silencioso de flores en memoria de aquellos que la perdieron para siempre. Fotografías impactantes y reales del día de la barbarie y una recreación de la última caminata de Don Blas inspiran intimidad en aquel que accede a una sala fría que conserva la sensación de emoción. Una emoción que emana del manantial del recuerdo. El legado eterno de alguien cuyo discurso renace con más vigor que nunca el 28 de febrero, el día de la memoria.