La mezcla exacta de orgullo y humildad

Repasar la vida de una persona es, de alguna manera, repasar la de todo un pueblo. Al fin y al cabo, todos sumamos o restamos, todos colaboramos para que el futuro se aclare y para conservar lo que el pasado nos deja convertido en un tesoro común

07 oct 2017 / 23:55 h - Actualizado: 08 oct 2017 / 07:51 h.
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  • Antonio Morera, en la Hemeroteca de El Correo. / Jesús Barrera
    Antonio Morera, en la Hemeroteca de El Correo. / Jesús Barrera
  • La mezcla exacta de orgullo y humildad

En Sevilla luce un sol que parece querer apoderarse sin compasión de cualquier rincón. El calor es intenso y las sombras se convierten en oasis en los que los sevillanos encuentran alivio.

Me encuentro con Antonio Morera en la Hemeroteca de El Correo de Andalucía. Nos rodean más de cien años de la historia de Sevilla, de Andalucía y del mundo entero. Esas páginas reflejan lo que eran las cosas el año 1953, año en el que nació el Presidente del Grupo Morera y Vallejo. Comenzamos a charlar, sin prisas, con la misma cadencia que el viento mueve el trigo en el campo. Llegan los primeros recuerdos y Antonio Morera habla con calma, marcando los énfasis con un leve movimiento de su mano derecha.

«Me recuerdo en mi pueblo, con mis tías, con mis padres. Ese momento en el que ellos renuncian a sus negocios y propiedades para que los tres hermanos tengan una oportunidad en la ciudad».

Con un gesto parece saltar a la Sevilla de los años sesenta. «Yo era un cateto de un pueblo de dos mil habitantes donde los niños, cuando menos, te decían, algunos malintencionados, cateto. Pero lo supe llevar a gran honra. De hecho, han pasado años y años y me siento orgulloso de ser de origen cateto. Más tarde, pegué un salto amando Sevilla, queriendo a España y al mundo».

Deja de hablar un instante. Añade: «Tengo una mentalidad universal».

Quiero que me hable de Andalucía, de lo andaluz, de los andaluces. «Andalucía es un pueblo maravilloso como los del resto de España. Tiene sus hándicaps. Aquí a partir de las doce de la mañana nadie puede trabajar en la calle. Esa es la realidad. El calor que hace impide estar cómodo. Tiene muchos inconvenientes en el desarrollo laboral. Pero los andaluces son generosos, son personas creativas y muy trabajadoras».

Antonio Morera incide en la generosidad del pueblo andaluz hablando de un caballo bello y armonioso, un caballo que daba la vida por el jinete, un caballo de reyes, un animal al que antes se llamaba caballo andaluz y que gracias al carácter de los andaluces, ahora, se le llama pura raza española. «No hubo problema alguno en que así fuera. Los andaluces estamos orgullosos de lo que somos pero dentro de un sentimiento nacional».

Continuamos nuestra charla con tranquilidad. Descubro que se incorporó en el ejército para cumplir con ese deber, tan anacrónico ahora, que llamábamos ‘mili’, descubro que trabajaba durante las tardes y que, siendo muy joven, llega a ser director territorial de Mapfre Industrial. En ese momento, ya se dibuja en su forma de entender las cosas, esa vena empresarial que marcaría su vida profesional. Algunos negocios le van formando definitivamente hasta que descubre la figura del corredor de seguros.

Algo me resulta tan curioso como relevante. Parece que la evolución y el progreso en Andalucía van produciéndose al mismo ritmo que en el proyecto empresarial de Antonio Morera Vallejo.

«La concepción que tengo del mundo empresarial, los pilares en los que se basa, es en los de la generosidad. Si eres egoísta en el momento en que consigues una buena situación económica puedes decir yo feliz y me olvido de los demás».

Pero apostilla recordando que en estos tiempos de crisis su grupo de empresas ha «ayudado a salvar muchas empresas». Se refiere a su «compromiso más social que económico». Y termina por recordar algo importante: «Mi agradecimiento pasa por ser muy exquisito con las empresas que han sido plataformas de mi formación. Nunca pensé en quitar negocio a una de esas empresas».

Hablando con Antonio Morera la sensación que se tiene es la de estar frente a alguien que sabe que cualquier español puede sentir que lo es con pasión; con la misma que maneja él, pero nunca con mayor intensidad. La mezcla de sensaciones que van de la pasión al orgullo pasando por la humildad, hace que nuestra conversación sea más que entrañable. Le brillan los ojos cuando dice que en el Grupo Morera y Vallejo se ha «escrito una historia de humildad, pero también de orgullo en cuanto a la evolución de nuestras empresas».

Antonio Morera es empresario y habla de lo que es con el empaque que da la experiencia. «El empresario tiene un gran disfrute porque, a medida que se van creando cosas se van disfrutando, pero tiene grandes dolores de estómago. No se puede compartir esa obligada soledad. La responsabilidad es tuya y podrás escuchar mil consejos, mil opiniones (¡qué torpe eres si no lo escuchas y no lo tienes en cuenta!) aunque, al final, la soledad es la que te obliga a tomar un camino u otro. Eres el único responsable de esa decisión. Mire, cuando el empresario no tiene mucho acierto, la sociedad no le mira muy bien y, sin embargo, en el momento de acertar parece que, muchas veces, tenga que pedir perdón por tener cierto éxito. Por eso, el empresario tiene que tocar, permanentemente, el suelo. En un momento determinado, las cosas pueden venir torcidas. Hay muchos elementos que son decisivos para el mundo de la empresa y que no podemos controlar. Esa es la razón por la que las ideas brillantes hay que tenerlas a diario».

Piensa un instante para reafirmar lo que dice: «El hombre de empresa tiene que estar solo porque la responsabilidad final no se puede compartir».

Me interesa mucho regresar a esa mirada que Antonio Morera es capaz ejercer sobre la realidad andaluza. «Veo un futuro magnífico para Andalucía. Tiene cosas verdaderamente maravillosas para el mundo. Tiene una magnífica climatología, una gran historia, es monumental, tiene las mejores playas, una agricultura súper avanzada, la amabilidad de sus gentes... Tenemos un gran futuro».

Termina señalando algo importante: «Tenemos que ser los mejores en calidad, no en cantidad porque la calidad es lo que va a primar».

¿Y los andaluces? «El andaluz tiene capacidad; igual o mejor que cualquier otro ciudadano del mundo. Tiene corazón, tiene ilusión...»

Le digo que no estoy seguro de que fuera de Andalucía se vea de ese modo, que los estereotipos son muchos, injustos y poco amables.

«Si lo demás dicen lo que no es, nosotros debemos apostillar sobre lo que sí es. Mire, las empresas andaluzas que estamos trabajando fuera de España, tenemos prestigio porque estamos demostrando que somos rigurosos, que somos trabajadores, que estamos haciendo las cosas magníficamente bien».

Le pido que destaque una conmoción y no lo duda. «El engaño de las personas».

Le pido que destaque una emoción. «En el ámbito empresarial son infinitas porque disfruto todos los días. Ser hijo predilecto de Chucena porque se lo pude dedicar a la memoria de mis padres que eran gente buena y muy de ese pueblo. La responsabilidad de encarnar a uno de los Reyes Magos el año 2006 (¡parece que estuve más cerca de Dios, con la sensibilidad a flor de piel!). Por supuesto haber conocido a mi esposa, tener hijos. He podido disfrutar de las cosas pequeñas. Cuando veo a una persona me alegro de verla y si tengo un amigo tuerto le miro de perfil».

Es difícil explicar algunas cosas cuando se entrevista a una persona. Las sensaciones se expresan con palabras que nunca son suficientes, las miradas quedan en la retina propia sin querer escapar con la esencia intacta. Pero no puedo dejar de intentar, esta vez, explicar lo que veo y siento al concluir la conversación con Antonio Morera Vallejo. Sé que ha sido honesto al decir, que ha tratado de enseñar esa parte que tanto trabajo nos cuesta descubrir, que no ha tenido el más mínimo reparo para emocionarse, para dejar que los ojos se humedecieran con las cosas que pertenecen a su intimidad, para hablar con entusiasmo de su tierra y de los que le rodean. Sin hablar de lo material como si se tratase de lo importante, hablando de las personas con el énfasis necesario como para que se coloquen en lo alto de esa pirámide que es el universo.