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La primera intervención tras la llegada de los refugiados es arroparles y secarles con mantas térmicas. / Carlos Escaño
Hay personas que cuando ven en el telediario las dolorosas imágenes de miles de refugiados cruzando el Mediterráneo y el Egeo jugándose la vida huyendo de la guerra y el terrorismo yihadista apartan la vista ante el horror. Y hay otras que deciden ir al lugar de los hechos para saber lo que está pasando en primera persona y hacer lo que mejor saben hacer: contarlo al resto del mundo y sacudir conciencias. Esa fue la decisión que tomaron en marzo tres sevillanos anónimos y desconocidos entre sí a los que el compromiso social unió para poner rumbo a Lesbos y resumir, en 52 minutos, una treintena de los testimonios que allí recogieron de refugiados, voluntarios, cooperantes y autoridades griegas con la inestimable guía de la ONG de los bomberos Proem-Aid. Porque todo empezó con ellos. Concretamente con su portavoz Manuel Blanco, uno de los tres detenidos en Lesbos por internarse supuestamente en aguas internacionales en su afán por salvar vidas.
Manuel se encontró un día con una compañera y le contó no sólo su peripecia sino la situación de las personas a las que atendían en cada expedición a la isla griega. Cuando esta volvió llorando a la mesa del bar donde la esperaba su pareja, Carlos Escaño, profesor de Ciencias de la Educación, no paraba de preguntarle «¿Qué podemos hacer nosotros?». «Yo lo único que puedo hacer es contarlo», le respondió él, autor en su día del documental The RickshOw sobre sus proyectos de cooperación con niños en India.
Carlos enroló en el proyecto a su doctorando en la facultad Jaime Rodríguez, un arquitecto en proceso de reconversión como profesor. Pero pensaron que necesitarían credenciales y permisos para grabar en los campamentos de refugiados y entrevistar a las autoridades y, a través de un amigo común, contactaron con la periodista María Iglesias, colaboradora de eldiario.es, para que les ayudara a acreditarse por su medio. «Vale, pero a mí lo que me pide el cuerpo es irme con vosotros», les dijo sin conocerlos de nada.
Así se formó el equipo que del 2 al 12 de marzo rodó, fotografió y recogió el testimonio de la situación que viven –los que no mueren por el camino– los refugiados en campos como Idomeni, hoy clausurado. De las razones que les mueven a jugarse la vida huyendo de Siria o Pakistán. De la desesperanza que sienten al comprobar que Europa les cierra las puertas –estando allí se firmó el acuerdo con Turquía–. Y también de la labor de cientos de voluntarios de ONG como Proem-Aid para hacerles la llegada más amable y acogedora y cubrir su necesidades básicas.
El resultado es Contramarea, un documental locutado por el actor Antonio Dechent que este lunes se estrena a las 21.30 horas en el cine Cervantes, coincidiendo con el Día Mundial de los Refugiados y como continuación a la manifestación que discurrirá a las 19.30 horas desde la Puerta de Jerez a la Plaza Nueva bajo el lema Refugiados por Derecho. Sus autores confían en su difusión por televisión, al menos en la RTVA y la red de la Forta, para que llegue al mayor público posible conscientes de que «cuando uno se acerca a esta realidad, se activa» la presión social a los gobiernos europeos para agilizar la acogida de los refugiados.
«Venimos conscientes de que el problema de fondo hay que atajarlo en los países de origen pero como eso es a largo plazo, nosotros hemos aprendido lo mucho que pueden hacer grupos pequeños con pocos recursos y queremos poner nuestro granito de arena para traer ya al menos a los 17.800 a los que se comprometió España», explica María Iglesias, impulsora también de la campaña de la Asociación de la Prensa de Sevilla Acojamos a los refugiados Ya con vídeos de conocidos periodistas y una recogida de firmas en change.org. «Profesionalmente estamos satisfechos porque es un producto muy digno con pocos medios. Pero por otro lado es inevitable estar frustrados al ver que sólo han llegado 50 y el Gobierno presume», admite.
El documental también aborda el conflicto legal al que se enfrentan los bomberos de Proem-Aid, pendientes de juicio pese a que hasta la Policía de Lesbos alaba en el documental su labor.