Ver los partidos desde atrás

Antonio Pulido nació el año 1965 en Castro del Río (Córdoba). Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales y Doctor en Economía. Vive en Sevilla con su esposa y sus tres hijos. Es presidente de la Fundación Cajasol

24 nov 2017 / 23:55 h - Actualizado: 25 nov 2017 / 19:08 h.
"Personajes por Andalucía"
  • Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, durante un momento de la entrevista. / Jesús Barrera
    Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, durante un momento de la entrevista. / Jesús Barrera

Antes de comenzar a charlar, nos colocan los micrófonos, nos vuelven a poner la chaqueta en su sitio, nos entregan una botella de agua, nos sientan, nos dan algunas instrucciones, perfeccionan los encuadres. Antonio Pulido me mira resignado. Con el mismo gesto que le miro yo a él. No hace falta decir que lo mejor de las entrevistas comienza en ese instante en el que crees estar a solas con tu invitado. Supongo que a los entrevistados les pasa algo parecido. Es curioso cómo, estando rodeados de cámaras, personas dedicadas a los aspectos técnicos de la televisión, acompañantes y fotógrafos, crees que se levanta un cristal enorme que aísla de esa realidad que se difumina por completo.

Antonio Pulido es un conversador estupendo. Y absolutamente generoso a la hora de contestar. Comenzamos hablando de esta tierra que tanto ha evolucionado en los últimos años.

«Andalucía ha cambiado tremendamente en los últimos treinta o cuarenta años. Por mi edad y desde que tengo uso de conciencia, conocí una Andalucía cercana a una parte de los tópicos habituales. Hoy, Andalucía no tiene nada que ver con eso, ni en la formación, ni en el desarrollo económico, ni en muchos factores del desarrollo cultural ni del desarrollo de infraestructura. Pero, sin embargo, sí hay una Andalucía que seguimos conservando: la Andalucía de la alegría, del optimismo, del convivir, del saber convivir. Y creo que eso es muy importante. El espíritu es el que caracteriza al andaluz y que hace que ante situaciones muy dramáticas, muy penosas, seamos capaces de sacar esa parte tan positiva que tenemos y que nos ha dado tanta fuerza a lo largo de la historia. Me quedaría con una idea, con un concepto de lo que es la Andalucía de antes y la de ahora, que ha perdurado durante muchos años, con ese concepto de la alegría por vivir. Eso me parece muy importante. Cuando uno conoce otras zonas de España y, evidentemente, otras zonas del mundo, sabe que ese rasgo es diferenciador y que yo, sin duda y por nada del mundo, perdería».

Andalucía es grande, es plural, es un lugar en el que caben muchas cosas. Le pregunto por las distintas Andalucías.

«Sí, creo que hay varias Andalucías. Hay una Andalucía rural y otra urbana; hay una Andalucía más occidental y una Andalucía más oriental; hay una Andalucía de costa y una Andalucía de interior. Todo eso son Andalucías diferentes. Pero, te voy a decir una cosa, eso no es malo. Esa riqueza, ese mestizaje es muy positivo y suma, potencia la forma de ser, nuestra identidad andaluza y la identidad del pueblo andaluz. Y más ahora que estamos en un momento importante. Se cumplen cuarenta años del famoso cuatro de diciembre, un punto de inflexión para reivindicarse como pueblo, para tener el sentimiento de pueblo andaluz y para tener también conciencia de una cierta identidad. Por tanto, creo que esa amalgama de Andalucías es lo que realmente la conforma de una forma extraordinaria».

Antonio Pulido es un poco más joven que el que escribe. Pero poco, bromeo. Los dos hemos nacido en poblaciones pequeñas y sabemos que los sueños de los niños parecen inalcanzables en algunas ocasiones. Me intereso por los suyos y sobre cómo acabaron.

«Sí. No voy a pecar de falsa modestia y decir que no se han cumplido. Del chaval que nació en Castro del Río de Córdoba al que soy ahora hay mucha diferencia. Han ocurrido cosas con sus vaivenes. Afortunadamente la vida no es lineal sino que tiene sus curvas y tiene sus quebrantos. En líneas generales sí puedo decir que tengo cierta satisfacción personal por haber conseguido algunas de las metas profesionales y, también, personales. Estas son muy importantes también. Quizás más las personales que las profesionales».

Pero nos dejamos cosas en el tintero, eso es algo inevitable, apunto.

«Siempre hay cosas que se quedan, claro. Y es que siempre hay cosas que deben de quedar en el tintero. Tener la esperanza de poder hacer algo es una parte del motor que tenemos todos para levantarnos cada día y para hacerlo con ganas, con fuerza, y con la alegría de poderlas conseguir. Hay muchas cosas que me gustaría desarrollar. Y no solo eso, espero tener esa esperanza cuando tenga treinta años más; y si son cuarenta todavía mejor. Poder levantarte por las mañanas con algo por hacer o que quieres perfeccionar, es muy importante».

Por cierto, ya que le tengo por aquí, le quería hacer una pregunta: ¿Quién es Antonio Pulido? Sonreímos ambos. Piensa, suspira.

«Es difícil que uno conteste a eso. Fíjate, normalmente, es lo más complicado eso de definirse. Antonio Pulido es una persona sencilla, muy normal, que no pretende y nunca ha pretendido nada, que ha tenido sus aspiraciones y las sigue teniendo como cualquiera en la vida, pero lo hace desde la empatía con los demás y con mucha normalidad. No quiere en absoluto tener ningún rasgo diferenciador en ese sentido, Por tanto, yo me definiría básicamente como un tipo normal».

Pues, ya que le tengo por aquí, aprovecho para preguntar otra cosa: ¿Ha decidido que va a ser de mayor? Más sonrisas.

«Te iba a decir que futbolista, pero ya va a ser complicado. Lo que me gustaría es seguir colaborando con el desarrollo social de una u otra forma. Siempre he estado vinculado a la contribución con un mejor desarrollo económico, con un mejor desarrollo social. Eso es lo que me gustaría. Llevo muchos años haciéndolo, pero me gustaría seguir haciéndolo muchos años más».

Le sugiero que podemos jugar un partido de ‘fútbol siete’. Solteros contra casados o algo así. Y que necesitamos un buen defensa. Contesta: «Pues yo he jugado con el 3, de lateral izquierdo. La camiseta que más he sudado ha sido esa. Pero alguna vez jugaba de líbero, jugaba con el 5. Y con el 4 cuando alguna vez jugué de central».

Aprovecho que entra en juego el campo semántico futbolístico para seguir con la conversación y le pido a Antonio Pulido que haga un símil con su puesto en Cajasol y la cancha de juego.

«Debería jugar de central, viendo el partido desde atrás, intentando cubrir los frentes. Tienes detrás únicamente al portero, intentas ordenar la media y la delantera que es de los que dependen las estrategias de ataque que tenemos que desarrollar sin, por supuesto, olvidar nunca la defensa. La defensa es muy importante».

¿Central? En ese puesto se reparte mucha leña, digo.

«No me gusta el concepto de repartir leña, pero posiblemente haya tenido que tomar decisiones duras, más traumáticas que en otros puestos y que en otras situaciones. Pero, sí, realmente el puesto que juego es en el de central».

Nos tomamos un respiro y hablamos de fútbol, sin símiles, de fútbol y solo de fútbol. De los líberos que ya no existen, de cómo se colocan en el campo los dos centrales con los se juega. De fútbol. El cristal enorme que nos separa de la realidad lo permite.

De regreso a lo que toca, me intereso por lo que emociona a Antonio Pulido, por esas cosas que no corresponden al territorio público de una persona como él. ¿Se emociona a estas alturas con lo cotidiano?

«Sí. Me levanto todos los días con alegría y con ganas de hacer cosas y de hacerlas bien. Tengo la suerte de poder estar desarrollando un trabajo que me satisface mucho, enormemente y que, además, tiene otra parte que creo que es muy importante: estás pensando cada día en los demás. Estás pensando en cómo contribuir, en este caso desde la institución que presido, en mejorar determinadas condiciones de vida de otros, en potenciar determinadas actividades culturales, en dar la oportunidad a un chaval de montar una empresa o de que determinados jóvenes de Andalucía sean capaces de formarse mejor y con eso permitir que tengan una vida mucho más fácil, que puedan perseguir sus objetivos. Claro, si uno que desarrolla ese trabajo no es capaz de emocionarse y de hacerlo con mucha pasión pues evidentemente...»

Supongo que incluso siendo su actividad tan gratificante, algo se queda tirado, olvidado, por el camino ¿no?

«Sin duda te dejas una parte de tu vida detrás. Pero bueno, si lo haces con cierta satisfacción no sé... Me hago la reflexión al contrario. ¿Y si no hiciera lo que hago solamente por conseguir determinados logros personales? ¿Me merecería la pena? En mi caso no. Por tanto, está más que compensado. Hablo de mi caso porque cada uno es un mundo».

Entonces, tengo que entender que trabajar y hacer feliz a los demás procurar cierta felicidad a uno mismo ¿no?

«Yo creo que sí, para que nos vamos a engañar. Hay una parte también de satisfacción personal en eso. Si no consiguiera esa satisfacción personal tal vez lo haría de otra forma, pero hay una parte sana de egoísmo, de pensar que con lo que estás haciendo, si estás haciendo feliz a la gente, tu también tienes un poco de felicidad personal y es bueno. Es eso es lo que yo creo que tenemos que perseguir en la vida».

Se acaba el tiempo. Y el cristal enorme que nos aislaba comienza a bajar. Nos descolocan la chaqueta, nos quitan el micrófono, nos vuelven a colocar la chaqueta en su sitio, nos señalan objetos que no debemos olvidar. Nos miramos con cara de resignación. Un apretón de manos y el compromiso de jugar ese partido de fútbol en el futuro.

Al salir, camino unos metros y miro alrededor. Conecto mi reproductor de música. Cuatro enormes cristales se elevan y pienso en mis propios logros, en lo que he dejado atrás, en si ha merecido la pena. ¿Han escuchado a solas el tema de Blue Mitchell titulado I’ll Close My Eyes? Hagan la prueba. Y no se preocupen, al terminar los cristales bajan solos. No hay problemas.