Flamenco

75 años sin La Argentinita

Tal día como hoy de 1945 moría en Nueva York la artista flamenca más trascendente de una época, la de la Generación del 27, en la que se integró como creadora y como musa

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
24 sep 2020 / 15:44 h - Actualizado: 24 sep 2020 / 15:46 h.
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  • La Argentinita con Lorca y Albarti. / El Correo.
    La Argentinita con Lorca y Albarti. / El Correo.

La Argentinita, ampliamente reconocida como la más alta expresión del flamenco de su época, ni nació ni murió en España, pero era española hasta la médula. Se llamaba Encarnación López Júlvez y vio la primera luz realmente en Buenos Aires porque sus padres habían emigrado hasta allí y abrieron un negocio textil, en busca de un futuro mejor en plena crisis española de fin de siglo. Sin embargo, aunque ella nació en la ciudad porteña en pleno Desastre del 98, la familia no tardó en volver después de perder a dos hijos por una epidemia de escarlatina. La niña Encarnita bailaba ya con solo cuatro años, espoleada por unos padres apasionados por el flamenco. Con ocho, después de actuar en algunos teatros importantes, adoptó el sobrenombre de La Argentinita para diferenciarse de otra artista de la época, Antonia Mercé, que era conocida ya como La Argentina. Recorrió toda España como la niña prodigio que era, sin sospechar que su historia de éxito internacional iba a estar atravesada por demasiadas guerras -las mundiales y la civil española- y demasiadas cornadas, no solo las de los dos toros que habrían de matar a los dos amores de su vida, Joselito el Gallo primero, e Ignacio Sánchez Mejías después, sino las de sus propios desengaños y la del tumor que se la terminó llevando en un hospital neoyorquino porque no quiso operarse para no tener que dejar de bailar.

Realmente fue intensa la vida de esta artista que bailaba, creaba coreografías y cantaba con una versatilidad inaudita hasta entonces para conjugar el propio flamenco todavía naciente, el tango y hasta los boleros. Siendo apenas una veinteañera, ya había recorrido Portugal, Francia y buena parte de Latinoamérica, pero la muerte de su novio, Joselito el Gallo, por una cornada del toro Bailaor –qué trágica coincidencia también el nombre- la fue aterrizando en nuestro país hasta el punto de retirarse en 1926. Para entonces, se había convertido en la amante del cuñado del torero, otro matador, Ignacio Sánchez Mejías, que fue justamente quien financió en Sevilla aquella otra creación artística que pasó a la historia como Generación del 27.

Sería Federico García Lorca, tan amigo de Sánchez Mejías y tan apasionado del piano, quien grabaría con ella hasta cinco discos de pizarra con una selección de canciones adaptadas por el propio poeta granadino cuyos sones han llegado hasta nuestros días con ese aire de clásicos desempolvados: Anda jaleo, Los cuatro muleros, Las morillas de Jaén o En el Café de Chinitas, entre otros. Encarnación López había recuperado en 1931, en pleno nacimiento de la II República, la ilusión por los escenarios, hasta el punto de que mientras Lorca fundaba la compañía teatral La Barraca, ella hizo lo propio con su hermana Pilar, también bailarina, y la ayuda de Federico con la compañía de ballet Bailes Españoles, donde incorporó hasta El amor brujo de Falla. En su compañía, realmente flamenca, integró a figuras de la talla de Juana la Macarrona o Antonio de Triana.

Otra cornada, la guerra y Nueva York

La muerte de su amante, el torero Sánchez Mejías, en una plaza de Manzanares, hizo que Lorca le escribiera la mayor elegía de la historia de la Literatura española. Y también la llevó a ella a exiliarse para una larga gira americana que terminó llevándola a la ciudad de Nueva York el año en que aquí se cocía nuestra guerra incivil, como la calificó Unamuno. La Argentinita volvió a España antes de que comenzara la contienda, pero huyó inmediatamente, viajando por todo el mundo (Marruecos, Francia, Inglaterra, Países Bajos) mientras aquí habían asesinado a Federico y otros compañeros de la Generación, como Alberti, Cernuda o Salinas se había exiliado a América, adonde volvió a recalar ella con los textos de Lorca en la faltriquera. En 1943 presentó en el Metropolitan Opera House de Nueva York el cuadro flamenco El café de Chinitas, con una coreografía que había inventado ella y unos decorados de Salvador Dalí. La letra de aquel poema lorquiano parecía tan profética, que en la misma metrópoli donde Federico había escrito su obra más vanguardista más de una década antes debió de producir más de un escalofrío.

En el café de Chinitas
dijo Paquiro a su hermano:
"Soy más valiente que tú,
más torero y más gitano".

En el café de Chinitas
dijo Paquiro a Frascuelo
"soy más valiente que tú,
más gitano y más torero".

Sacó Paquiro el reló
y dijo de esta manera:
"Este toro ha de morir
antes de las cuatro y media".

Al dar las cuatro y media
se salieron del café
y era Paquiro en la calle
un torero de cartel.

Cuando La Argentinita terminó su última función en el Metropolitan el 28 de mayo de 1945, ingresó en un hospital por la dolencia de un tumor en el vientre. Allí moriría un día como hoy, 24 de septiembre, de 1945, el mismo año en el que también murió allí el padre de Federico García Lorca, que allí sigue. El cadáver de Encarnación López fue repatriado a España en diciembre de aquel mismo año, hasta el cementerio San Isidro de Madrid. Su imagen, que había inmortalizado Julio Romero de Torres 30 años antes, inspiró también a otros grandes poetas, para traérnosla intacta en el recuerdo: “Era como una pluma en el aire... fue preciso que la vida lastrara su corazón con el peso del gran amor y su cuerpo delicioso conociera el valor estatutario de la línea y el secreto del abandono femenino y del hondo dolor humano para que la hiciera reposar sobre el suelo y la convirtiera en la intérprete de los cantaores hondos y las danzas flamencas y le diera una voz cordial, aterciopelada y penetrante, sin estridencia, y una maravillosa expresión dramática en el baile y en la copla”, dejó dicho de ella Manuel Machado.