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Cultura

David Montero entre la conjura y la poesía

David Montero estrena en el Teatro Central el primer montaje de La compañía La Rara, una suerte de Yerma del siglo XXI entre la conjura y la poesía

19 ene 2020 / 10:51 h - Actualizado: 19 ene 2020 / 11:18 h.
"Cultura"
  • David Montero entre la conjura y la poesía

Obra: Si yo fuera madrea

Lugar: Teatro Central 17 de enero

Compañía: La Rara

Concepción y puesta en escena: La Rara

Texto y dramaturgia: David Montero

En escena: Rocío Hoces con Julieta, Julia Moyano con Lucas y David Montero

Calificación: ***

Una reflexión sobre el amor después del amor, sobre la maternidad, el deseo, la necesidad de trascender y la frustración. Es lo que nos propone David Montero con este montaje, el primero de La Rara, una joven compañía a la que auguramos una larga trayectoria.

La Rara es un colectivo formado por Rocío Hoces, Julia Moyano y David Montero que nace con el propósito de cumplir con una de las funciones del teatro, esto es, agitar las consciencias. Para ello parten de indagar en las emociones que emanan de sus quehaceres cotidianos. De ahí que en esta ocasión, Rocío y Julia lleven a sus bebés a la escena, Juieta y Lucas, que colman de ternura y azar el escenario. Pero más que reflexionar sobre el cambio que ha supuesto en sus vidas la maternidad, la dramaturgia de David Montero se centra sobre todo en el deseo y la frustración. Deseo de amar y ser amado con compromiso y pasión; deseo de trascender en un hijo, y cómo asumir no tener ni uno ni lo otro. Por tanto, la obra nos habla también del dolor y de cómo puede llegar a curarse la herida amando, aunque de otra forma, después de haber amado. Y a tenor de lo que ellos tres han conseguido crear, parece que es algo que puede lograrse.

Y es que, en la vida real David, como nos cuenta la obra, fue novio de Rocío y quiso tener un hijo con ella, pero no llegó. Y lo mismo le sucedió con Julia. Y antes de eso también había querido satisfacer su deseo de ser padre con Belén, la única mujer con la que estuvo casado. Así, en un momento dado, la dramaturgia da un giro de 180º y en ver de tratar sobre la maternidad, que en estos tiempos parece haber pasado de ser algo natural a merecerse una apología, se dirige a una reflexión sobre la frustración que remite a la “Yerma” de García Lorca. De hecho, en un momento de la obra David Montero, con una soberbia interpretación, nos brinda un monólogo del texto original de Lorca que nos encoge el corazón.

Siguiendo la línea que parece imponerse en el teatro de hoy en día (es la tercera obra que vemos en el Teatro Central con la misma estructura), la dramaturgia alterna monólogos narrativos en los que los personajes nos cuentan su historia, con otras piezas dramatizadas que a su vez se combinan con piezas de baile y cante. Todo ello imprime a la obra un ritmo vivo y le da un aire de autenticidad, ya que por momentos el relato se torna en una suerte de charla distendida entre los intérpretes y el público, que acaba por preguntarse cuánto hay de ficción y cuánto de autobiográfico. En ese sentido cabe destacar la soltura con la que tanto David Montero como Rocío Hoces y Julieta Moyano cambian de un registro a otro, y el poderío con el que se enfrentan a la mirada del respetable -al que desde el principio increpan para que tosa, haga fotos o mire el teléfono móvil mientras dura el espectáculo- así como la forma en la que integran a los bebés en escena, que son imprevisibles. Cabe destacar también las gotas de humor con las que David nos habla de su herida, que pretende conjurar. Todo ello, junto con la presencia de los bebés, envuelve la puesta en escena con un ambiente de juego que le salva de la autocompasión. Lástima que algunas escenas, resulten un tanto largas y que, general, el texto abuse un tanto de la declaración de principios con la que arranca la obra.