Exposiciones

José Luis Valverde: «Con asiduas violetas y frondas honraremos los huesos cubiertos»

La sala Santa Inés de Sevilla acoge la exposición de José Luis Valverde hasta el 5 de enero

18 nov 2019 / 10:15 h - Actualizado: 18 nov 2019 / 10:20 h.
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  • Imagen de la muestra. / El Correo
    Imagen de la muestra. / El Correo

Hasta el 5 de enero de 2020 podrá visitarse en la sala Santa Inés de Sevilla, en lo que era uno de los dormitorios de verano del antiguo convento homónimo de clarisas franciscanas, la exposición de José Luis Valverde: “Con asiduas violetas y frondas honraremos los huesos cubiertos”.

No puede ser mejor la elección del lugar para colgar si quiera por unos meses –la exposición fue inaugurada el 26 de octubre pasado por la Delegada Territorial de Fomento, Infraestructuras, Ordenación del Territorio, Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía en Sevilla, Susana Cayuelas- pues si seguimos el texto y la entrevista que le hace al autor, Javier Díaz-Guardiola, y el que le hace presentando la muestra, la Consejera de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta Patricia del Pozo, en el Catálogo que se edita conjuntamente (en papel y en internet), nos daremos cuenta de que el resultado de todo lo expuesto es lo que se considera un site specific, una obra o serie de obras (aisladas o conjuntas como son estas), que se realizan para un lugar concreto (como es este), situado en uno de los compás de entrada a una de las portadas laterales de la iglesia. Compás que ya en sí mismo es un tránsito entre el ruido de la calle y el silencio de la clausura. Compás (que sería el hortus conclusus) y la sala abierta en él, que predisponen al espectador (o deberían hacerlo en este caso) al recogimiento, a pensar e imaginar desde estos inicios, que lo que vamos a ver a continuación, no vamos a hacerlo sólo con los ojos, sino con lo espiritual que somos (con lo que nos queda, y si).

Comenzando por el lugar, aunque desacralizado y rehabilitado en lo que a esta parte corresponde ya que suele usarse para exposiciones temporales, no creo que sea necesario insistir que se encuentra en un recinto sagrado, un espacio dentro de un cenobio que se dedicó –y se sigue dedicando- a la vida consagrada y a la oración desde 1374 en que lo fundara María Coronel, y en cuyo recinto perimetral se encuentran hoy además de las celdas, el refectorio, la sala Capitular, las cocinas donde elaboran sus famosos dulces, ... sobre todo la De Profundis, donde se velaba a las hermanas o madres fallecidas, por no decir que también se encontraba el cementerio de la comunidad.

El mundo de los vivos junto con el de los muertos (siguiendo el guion y el título que n os propone: “Con asiduas violetas y frondas honraremos los huesos cubiertos”) y con ellos, el del más allá (para los creyentes de las diferentes religiones o laicidades que lo contemplan), porque en esta exposición lo que se plantea es precisamente eso: la profundidad y trascendencia de la vida y “sus cosas”, todo lo que nos acompañó en ella y a las que de la misma manera, antes o después les llegará también su finitud, pues muchos son los símbolos parlantes en los que José Luis Valverde se ha detenido en plasmar, y no sólo por la presencia de cruces o calaveras, sino por toda esa atmósfera ciertamente oscura con la que interpretamos el luto y el dolor, que va recreando en cada obra, pero que es el que da sentido y por así decirlo, colma una vida. No es tristeza, ni alegría lo que vemos aquí, (ni la muerte triunfante o la Catrina), es otra cosa distinta y antigua, que él reinterpreta con una nueva mirada, otra vuelta a los clásicos, al origen, pues al fin y al cabo el arte no hace otra cosa que esto mismo: ir una y otra vez, avanzar y regresar aún siendo conscientes de que nuestra lectura no va a ser la misma.

Estamos aún en noviembre, mes que se suele dedicar a los difuntos, a evocar y a reflexionar –quien lo haga, claro- sobre la vida, la muerte, el paso del tiempo entre ambas. A considerarlas como un tránsito sin que necesariamente tengan que estar cargadas de negatividad, pues como sugieren las consignas de Valdés Leal/Miguel Mañara, todo puede resumirse en estas dos frases incorporadas en los lienzos: “Finis gloriae mundi”, o “In ictu oculi”. En este contexto es donde hay que comprender las pinturas de Valverde, inscritas por otra parte en tradiciones que pueden devenir desde que el ser humano tuvo noción de su caducidad, y para lo que recurrió a todo tipo de “exorno” para exonerarla/exhortarla comenzando por las orientales, amerindias, paleocristianas, medievales y por supuesto llegando a las barrocas. La muerte que trasciende, que culmina, que da sentido a una vida, a pesar de la ausencia de los seres queridos.

En medio de este ambiente que celebra -a pesar de que ha escogido los diferentes matices del negro para expresarse con pequeñas aplicaciones de otros colores brillantes- y teniendo en cuenta de que se trata de sus personales honras fúnebres, José Luis Valverde ha escogido ese título tan fantástico, rico, extraño y extraordinariamente acorde además de con el sitio, con el programa iconográfico que despliega, en lo que representa el resultado de su trabajo para el proyecto INICIARTE de este año, en donde nos remite a todo eso: a la fugacidad, a la futilidad, a la vanidad (que no a la banalidad), y lo hace con flores (violetas y frondas), con pájaros, con bodegones, con bouquets y símbolos que remiten a la memoria de los ancestros, de los santos. A los suyos propios. A los de cada cual. Pintura reflexiva pues, que traspasa la superficie de la materia, esa tan exuberante que rebosa los lienzos y derrocha a través de las grandes composiciones o las pequeñas e intimistas que dispone en dípticos, trípticos, polípticos y distribuye por las esquinas, cerca del techo o del suelo, en ese pequeño santuario en que ha convertido la sala.

Muchas, muchas más cosas se pueden continuar diciendo de esta pintura matérica, gestual, expresionista, pensada y elaborada hasta en los más mínimos detalles, precisamente por eso, porque nos habla de pintura-pintura, de ese arte que quería imitar a la naturaleza –viva o en este caso también muerta- y que desde Apeles o il Giotto hasta quienes quisiéramos recordar –él lo hace con Matisse o Monet y otros autores- pero hay muchos más detrás de estas revisiones de los clásicos, del bodegonismo holandés, de los fondos del renacimiento, de los postimpresionistas, de los figurativos y abstractos, de esa Historia de la Técnica pictórica, porque al fin y al cabo, siempre se vuelve como antes decía a reelaborar cada uno a su manera los modos y modelos que nos han precedido, aun sabiendo que tampoco van a ser iguales las interpretaciones.

Como siempre hago, no me gusta despedirme de mis queridos lectores, sin antes dar las gracias a todos los que han hecho posible esta exposición además de los ya citados, como son: Mar Sánchez Estrella, Secretaria General de Innovación y Museos; Alejandro Romero, Viceconsejero de Cultura y Patrimonio Histórico; a la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y los Comisionados del Proyecto 2017, como fueron: Francisco Fernández Cervantes, Belén Mazuecos, Juan Carlos Robles (IAC), María Arjonilla, Rafael Doctor, Tete Álvarez (UAVA) y Eva González Lezcano; el personal actual del Servicio de Instituciones y Programas Culturales de la Delegación Territorial de Fomento, Infraestructuras, Ordenación del Territorio, Cultura y Patrimonio Histórico de Sevilla; Almudena Bocanegra, Eva González Lezcano, e Isabel Villanueva, quienes han participado en la producción con la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales; a Carlos Miranda, su tutor; siendo el montada por Museographia Espacios expositivos S.L. y el fotógrafo del Catálogo Arturo Comas.