La apasionante crisis de la cultura sevillana

En vísperas de la mayor remoción jamás vivida en la gestión cultural de la ciudad para superar el colapso de una ingente burocracia, los datos cantan: nunca antes se había hecho tanto

24 sep 2017 / 21:03 h - Actualizado: 24 sep 2017 / 21:03 h.
"Cultura","Zafarrancho cultural"
  • Actuación perteneciente a los espectáculos callejeros del festival Circada, una de las citas fijas del calendario anual de la cultura en Sevilla. / El Correo
    Actuación perteneciente a los espectáculos callejeros del festival Circada, una de las citas fijas del calendario anual de la cultura en Sevilla. / El Correo
  • La apasionante crisis de la cultura sevillana
  • Eva Yerbabuena, en la Bienal. /Julio Muñoz
    Eva Yerbabuena, en la Bienal. /Julio Muñoz
  • José Luis Cienfuegos dirige el SEFF.
    José Luis Cienfuegos dirige el SEFF.

Según el diccionario, un zafarrancho pueden ser cuatro cosas: una limpieza general, una riña, un destrozo y una faena ingente. Pues bien: el momento actual de la cultura sevillana cumple las cuatro acepciones. De hecho, está atravesando en este instante una de las etapas más ilusionantes y a la vez más críticas –por paradójico que parezca– de los últimos tiempos: nunca ha habido tanto movimiento cultural en la ciudad, tanta programación (teatro, cine, arte, música...), tanto trabajo y compromiso por parte de todos, tanto público interesado, tanta variedad... y, junto a ello, tanta necesidad de cambiarlo todo, de romper un cascarón que a la ciudad se le ha quedado definitivamente pequeño, de superar una etapa. El debate político siempre está ahí, con cada cual cumpliendo rigurosamente su papel de toda la vida: el gobierno local asegurando que ahora se hace todo mejor que antes o al menos con más cabeza y la oposición afirmando justo lo contrario. Pero es que esa discusión ha salido a la calle y ahora la situación de la cultura hispalense es un coloquio público en el que intervienen los ciudadanos, los agentes y promotores culturales, los artistas y autores, el personal y, naturalmente, la prensa.

El epicentro de todo este seísmo cultural se encuentra en el ICAS, el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla o, más claramente dicho, el instrumento mediante el cual el Ayuntamiento actúa en estos asuntos. El ICAS se ocupa de la programación cultural, de gran parte de los festivales y ciclos que se organizan en la ciudad, de los espacios culturales (el Teatro Lope de Vega, el Antiquarium, el Casino de la Exposición, el Espacio Turina, Santa Clara, las bibliotecas...), del apoyo a los creadores e instituciones culturales... Y todo ello, con las limitaciones financieras de un presupuesto municipal que viene de pasar auténtica hambre canina durante los peores años de la crisis y que, para colmo, está encorsetado en las muy garantistas (y, por ello, muy férreas y lentas) imposiciones del procedimiento administrativo. La burocracia, o sea. El caso es que este ICAS va a saltar por los aires de aquí a final de año, como anunció el concejal delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, Antonio Muñoz (PSOE). Se destruirá para crear algo nuevo más competente, más ágil, más acorde con los ritmos, la ingente producción, las peculiaridades y las necesidades de una gestión cultural hoy esclerotizada y metida en un atasco como los del Puente del Centenario un lunes de lluvia en hora punta.

Pero si el gobierno local presume de estar haciendo por fin lo que había que hacer en Sevilla desde tiempo inmemorial, el PP, desde la oposición, también sabe hacer su trabajo y aprovecha este momento de crisis organizativa para señalar descalabros, imperfecciones, deficiencias, errores y desconchones. Y por si fuera poco, justo ahora está a punto de nacer el proyecto cultural más importante de todo el mandato del alcalde Juan Espadas: la recuperación en enero de la Real Fábrica de Artillería como gran espacio de promoción, producción, cooperación y exhibición cultural en Sevilla. Y antes de eso llegará una nueva edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (el SEFF), y empezará la programación del Espacio Turina, y la del Lope de Vega, y la Monkey Week, y la Navidad con su programa Alumbra, y... Muchísimos árboles que impiden a algunos ver el bosque. De resultas de lo cual, el otoño que acaba de comenzar amenaza con ser apasionante para todos cuantos conserven algún interés por la cultura en esta ciudad.

Pero más allá de la programación concreta del año y de las novedades que se van produciendo, y más allá también del aprovechamiento de los espacios culturales, que es lo que más salta a la vista cuando de habla de este asunto, un elemento clave es la política cultural en sí misma: cuáles son las prioridades, las directrices, la filosofía del equipo de gobierno municipal y su interrelación con el resto de agentes involucrados. Según el Ayuntamiento, los hitos del mandato en esta política cultural incluyen, en primer lugar, un análisis del sector cultural de la ciudad, que contó con un trabajo de campo con más de 150 reuniones y entrevistas especializadas a profesionales del sector y al personal interno del Instituto de Cultura de las Artes de Sevilla (ICAS). Es decir: ver lo que había, con qué y con quiénes se contaba, cuáles eran los vicios, las virtudes y las oportunidades... y actuar en consecuencia. Eso fue lo primero. A partir de ahí vino la elaboración, validación por el sector de la cultura y presentación de un Plan Director sobre las Políticas Culturales de Sevilla 2015-2019 (la duración del mandato de Espadas). Y se abrieron unas jornadas participativas con agentes del sector (los días 18 y 19 de abril de 2016 en el Espacio Santa Clara), con asunción de compromisos y discusión sobre buenas prácticas.

Yendo a cosas más concretas, se ha creado un nuevo sistema de venta de entradas que permite una mayor eficacia en este cometido y la extracción de datos de público para la elaboración de estrategias de marketing. Entre otras cuestiones, ha supuesto –y así lo pregonan desde la Plaza Nueva– un aumento del número de entradas vendidas, una gestión más ágil y un mejor servicio a la ciudadanía.

Más tareas, dentro de esa política cultural: Reordenación de las órdenes de subvenciones agrupadas en diferentes categorías; creación de comisiones de valoración de las subvenciones donde se incluyen profesionales de reconocido prestigio del sector para dar cabida a nuevas voces; puesta en marcha del Consejo Asesor de Artes Plásticas; apoyo a la creación cultural, a través de un Banco de Proyectos; puesta en marcha del Plan Integral del Fomento de la Lectura con agentes públicos y privados; fortalecimiento y presencia del ICAS en redes nacionales: Red de Espacios Escénicos Públicos de España; presidencia de la Red de Ciudades Machadianas y constitución de la Red de Ciudades Cervantinas.

Hacer zafarrancho en la cultura de Sevilla, a la vista está, va más allá de lo que imagina el mejor de los diccionarios. Con todo, la tarea está en marcha. Se ha recorrido la mitad del camino. De aquí a dos años se terminará de ver si todo esto fue –por utilizar títulos shakespeareanos, tan socorridos siempre– El sueño de una noche de verano, Trabajos de amor perdidos, Mucho ruido y pocas nueces o Bien está lo que bien acaba.