«Maquiavelo recomienda elegir bien a nuestros políticos»

Fernando Cayo representa en el Lope de Vega ‘El príncipe’

22 sep 2015 / 23:22 h - Actualizado: 23 sep 2015 / 09:59 h.
"Teatro"
  • El actor Fernando Cayo, en un momento de la representación de ‘El príncipe’. / El Correo
    El actor Fernando Cayo, en un momento de la representación de ‘El príncipe’. / El Correo

En las respuestas de Fernando Cayo (Valladolid, 1967) resuena siempre el eco de una sonrisilla socarrona que le hace los coros. Se le debe de haber pegado esa ironía fina de Nicolás de Maquiavelo, a quien interpreta este miércoles y jueves en el Teatro Lope de Vega con la obra El príncipe, una adaptación de Juan Carlos Rubio sobre textos del diplomático y escritor italiano del siglo XVI. Porque, como el propio Cayo advierte, esta representación está lejos de ser un sermón plúmbeo sobre los entresijos más sesudos de la política y la gestión pública: hay, dice él, «mucho humor», mucha transgresión (aunque cueste creerlo, en algunas cosas el siglo XVI sigue estando por delante del actual) y un directo de izquierda a la mandíbula del ciudadano aletargado, en forma de mensaje: «Si algo nos enseña Maquiavelo es a asumir una responsabilidad: la de que está en nuestras manos elegir a nuestros gobernantes –a nuestros príncipes y princesas, en sus palabras–, y tenemos que elegir bien».

Quien quiera encontrar aquí una velada alusión a las políticas emergentes, que se desengañe: de velada, nada. Lo es sin tapujos. A las nuevas y a las viejas políticas, y a quienes las sostienen con sus votos, se dedica esta aproximación teatral a un nuevo Maquiavelo que, de vuelta ya de todo, se dirige al respetable desde su despacho con la soltura, la confianza en sí mismo y la franqueza de quienes se sienten por encima del bien y del mal. Lo hace en ocasiones con una máscara, «porque Maquiavelo, aunque la mayoría de la gente lo relacione con la diplomacia, la política y la filosofía, también fue dramaturgo», recuerda Fernando Cayo. De hecho, en El príncipe se combinan textos inspirados en sus ensayos con otros procedentes de su obra La Mandrágora.

Por lo demás, el atuendo es impecable: un magnífico traje a medida (cosido, por cierto, en una sastrería sevillana, según comenta el actor), corbata, pulcritud... «Se trata de dar una imagen de atemporalidad, porque el discurso maquiavélico sigue vigente tantos siglos después, y también de elegancia ya que era un diplomático de alto nivel». En definitiva, algo muy morboso en los convulsos tiempos que corren: un político que no tiene nada que perder cuenta toda la verdad a los ciudadanos.

Para el actor es, además de todo lo dicho, un ejercicio «enorme de resistencia física y vocal», porque durante una hora y diez minutos se enfrenta cara a cara al público él solo. El monólogo no es una modalidad interpretativa que lo coja de nuevas –ya lleva cinco obras de este tipo, recuérdese en particular La terapia definitiva, de Jacopo Fo– y en Sevilla, además, dice sentirse «de maravilla. La última vez fue con Maribel Verdú, Emma Suárez y Ariadna Gil en Los hijos de Kennedy». Esta familiaridad con la técnica y esta afinidad con el escenario hispalense lo ayuda a construir lo que para él constituye un «desagravio» a la figura del renacentista, vinculado por ignorancia y también por hipocresía con la cara más desalmada del poder. Toda la verdad –al menos, la verdad literaria y teatral– quedará expuesta esta noche y mañana en el Teatro Lope de Vega. Las localidades, desde 4 hasta 21 euros.

«ANTE CATALUÑA, DIRÍA QUE DIVIDIR NUNCA ES BUENO»

«Tengo muchas ganas de divertir a la gente de Sevilla con el pensamiento de Maquiavelo», dice Fernando Cayo. «En esta obra, además, hay un intercambio de energías con el público que me fascina. Y encima es un texto muy emocionante, porque se usa en él parte de su correspondencia personal de cuando estuvo en el exilio». Sobre la obra prefiere no desvelar mucho más, para no desentrañar esa sorpresa que no es sino la vigencia de ese mensaje en nuestros días.

«El príncipe ha sido motor de movimientos políticos», recuerda el actor, «pero también una inspiración para las multinacionales, porque habla de las relaciones de poder, del estatus, de las influencias». Es, en este sentido, una especie de manual de instrucciones del uso y abuso del poder en el que las mentes lúcidas y honestas encuentran una advertencia sincera y enteramente ética, mientras que el resto de la población se escandaliza ante la inmoralidad aparente de decir la vedad. Al final, se trata de eso, de hablar claro. «Es inevitable relacionar el discurso de Maquiavelo con lo que está sucediendo ahora en Cataluña», reconoce Cayo, en alusión a la efervescencia independentista que ciertos políticos han azuzado ante las elecciones del domingo en aquella comunidad. «Lo que diría Maquiavelo al respecto es que lo importante es unir fuerzas, no separarlas», afirma el artista, en clave de hipótesis. «Eso es lo que nos enseña él en sus escritos. El separatismo es un camino hacia el atraso total. Pero vamos, que esto te lo dice Maquiavelo y te lo puedo decir yo también».