El reportaje literario

¿Quién mató a Miguel de Unamuno?

La web de RTVE repone hasta el 8 de julio el documental Palabras para un fin del mundo, con el que el malagueño Manuel Menchón triunfó en la Seminci del año pasado en Valladolid, con pruebas inéditas sobre las irregularidades en el fallecimiento del escritor

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
04 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 04 jul 2021 / 04:00 h.
"El reportaje literario"
  • ¿Quién mató a Miguel de Unamuno?

A todos nos habían contado alguna vez el enfrentamiento que tuvo lugar el 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca entre el jefe de la Legión española, Millán Astray, y el escritor de la Generación del 98, Miguel de Unamuno, a cuenta de la muerte y la inteligencia que ambos, respectivamente, parecieron defender a voz en grito. Sabíamos que era el acto de inicio del curso 1936-1937, que los ánimos estaban caldeados por la Guerra Civil, que a don Miguel lo sacó del brazo Carmen Polo, la mujer de Franco, y que el escritor murió supuestamente de pena, en su casa, el día de Nochevieja de aquel mismo año tan aciago para España. Nos lo habían contado porque ese ha sido el relato que se ha hilvanado de generación en generación durante casi un siglo, tal y como quisieron que se contara los responsables de su entierro con todos los honores falangistas, que tuvo lugar, precipitadamente, la mañana del 1 de enero de 1937, a toda prisa, sin esperar que el cadáver, aún caliente, fuera sometido siquiera a una autopsia. Las sospechas que se infieren de tan atropellado funeral son las que pone sobre la mesa el último documental del cineasta malagueño Manuel Menchón, que con documentación fresca aporta pruebas de que las cosas no ocurrieron de la forma tan literaria como nos las contaron, sino acaso de un modo más literario aún.

La película documental, que RTVE vuelve a reponer en su web hasta este próximo jueves, desvela materiales inéditos del legado del escritor que sus herederos han cedido al Instituto Cervantes, custodiados desde el pasado 17 de junio en su Caja de las Letras. La historia se va hilvanando con imágenes históricas oportunísimas y la interpretación de la voz del propio Unamuno a cargo de José Sacristán, de modo que el espectador, intrigado con el cúmulo de circunstancias que ponen al escritor vasco entre la espada y la pared durante aquellos convulsos años de la II República y la Guerra Civil, se deja conducir fácilmente hasta las conclusiones finales, que saca por sí mismo, a saber: que es muy raro que Unamuno muriera de pena en su hogar aquella tarde de la Nochevieja del 36 y que es más probable que lo asesinaran disimuladamente con un sibilino procedimiento que le provocara una hemorragia bulbar. Ya en aquella época, cuando este tipo de hemorragia producía una muerte súbita se consideraba “muerte sospechosa de criminalidad”, lo que obligaba a hacer una autopsia judicial, ya que es posible provocarla “con escasa o ninguna señal externa”.

Se sabe que Unamuno chilló un par de veces cuando lo visitó un supuesto antiguo alumno que, supuestamente, fue el último testigo de sus últimas supuestas palabras, “¡Dios no puede volver la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!”. Los gritos los oyó su criada Aurelia, que era la única persona que estaba en casa durante la visita de aquel alumno del que más nada se supo jamás, Bartolomé Aragón, pero las palabras concretas, tan extrañas en boca del autor de La tía Tula, no las oyó nadie, sino que fueron leídas dos semanas después en el relato oficial que Aragón le contó a José María Ramos Loscertales, entonces rector de la Universidad de Salamanca en sustitución de Unamuno y adepto al franquismo. Así se escribió la historia y así la creímos hasta hoy: Unamuno murió durante la visita de aquel exalumno, que se percató de que se le quemaba la zapatilla en el brasero, y al día siguiente lo enterraron. Punto. Pero los sucesos reales, como siempre ocurre, fueron mucho más complicados y parece que hubo manipulación hasta en la hora del acta de defunción.

¿Quién mató a Miguel de Unamuno?

Para empezar, aquel Bartolomé Aragón no había sido nunca alumno suyo, sino que era un catedrático de Economía Política de la Facultad de Derecho de Salamanca recién llegado allí, desde su Huelva natal -donde había abrazado al falangismo- tan solo un mes antes y que ni siquiera se quedó para el entierro al día siguiente, sino que se fue rápidamente al frente de Bilbao. La familia, según se demuestra en el documental, ni siquiera pudo velar durante 24 horas el cadáver de don Miguel, sino que los propios falangistas se encargaron de llevárselo para un entierro con todos los honores al amanecer del día siguiente.

Fundamental en la República

El documental que puede verse esta semana en la web de la RTVE, Palabras para un fin del mundo, parte del regreso a Salamanca del catedrático Unamuno después de un exilio en el que se había postulado contra la dictadura de Primo de Rivera y contra el Borbón Alfonso XIII, que se exiliaban ahora. “Os dije que volvería, no con mi libertad, que nada vale, sino con la vuestra”, dijo el autor de San Manuel Bueno, mártir. A Unamuno lo nombran alcalde perpetuo de Salamanca y rector de la Universidad, y es fácil intuir, con la profusión de datos e imágenes que la cinta ofrece, la relevancia de su figura no solo en la ciudad universitaria por excelencia a la que también había vuelto siglos atrás el venerado Fray Luis de León, sino también en la capital de España, pues la manifestación del primero de mayo de 1931, ya proclamada la II República, la presiden nada menos que el alcalde de Madrid, los ministros Indalecio Prieto y Largo Caballero y el propio Unamuno.

Tan es así, que en las elecciones de julio, cuando el escritor y filósofo sale elegido diputado por Salamanca, un grupo de la joven intelectualidad (desde chicos del 27 como Jorge Guillén o Gerardo Diego hasta escritores de éxito más allá de los versos como José María de Cossío o el dramaturgo Carlos Arniches) lo proponen como presidente de la República. Unamuno, que no pertenecía a ningún partido político, no solo rechaza esa posibilidad, sino que en cuanto empiezan las quemas de iglesias y conventos reprueba estas acciones, así como la incipiente censura de periódicos por parte del nuevo gobierno y empieza a sentir muy pronto que no encuentra su sitio sino en el comité antifascista que se crea en España por temor a emulaciones de Hitler (“deficiente mental”, lo llamó Unamuno) o Mussolini.

La revolución de octubre de 1934 por parte de los mineros de Asturias supone un punto de inflexión no solo en España, sino también en la vida de Unamuno, que la percibe ya como “una guerra civil”. Aquel año en que mueren su esposa, su hermana y una hija, la República lo proclama Ciudadano de Honor y es candidato a recibir el Premio Nobel. Sin embargo, las maniobras del III Reich para que no se lo dieran funcionan hasta el punto de que, en 1935, el Nobel de Literatura queda desierto.

¿Quién mató a Miguel de Unamuno?

Manipulado por todos

Tal vez lo más interesante del documental es la utilización que hacen los golpistas de la prestigiosa figura de Unamuno. Su manipulación es tan torticera que el uso de términos como “libertad” o “fraternidad” pareció confundir hasta al propio escritor, que en su ingenuidad creyó que, tras el golpe del 18 de julio de 1936, se restablecería el orden y se convocarían elecciones. Evidentemente no fue así, y llama la atención cómo se manipula hasta límites insospechados la supuesta donación que Unamuno hace de 5.000 pesetas para apoyar al bando nacional. En el documental se insinúa que esa cantidad de dinero la habría aportado algún empresario local, pero lo que interesaba es propagar que la había donado Unamuno. En los periódicos parisinos, se dice que fueron 15.000 pesetas. Y en Huelva, se publica que 50.000... La propaganda franquista consigue en todo caso que el presidente de la República, Manuel Azaña, con quien Unamuno nunca se había llevado demasiado bien pero ahora dolido por la supuesta traición, lo destituya del cargo de rector. Serán entonces los golpistas quienes lo restituyan para halagarlo en tiempos convulsos.

“¡Viva la muerte!”

El documental reproduce, con documentos inéditos y fuentes directas, el famoso acto del 12 de octubre en el paraninfo de la universidad salmantina, donde interviene un José María Pemán emocionado con el uso de la consigna “España”. No deja de ser extraño que la prensa no recogiera ni las intervenciones de Millán Astray ni de las de Unamuno, pero se ha encontrado una especie de acta que recogió por escrito un testigo de excepción: el catedrático de Derecho Civil Ignacio Serrano, que transcribió las intervenciones y que coinciden con el diario íntimo de la guerra del propio Unamuno. Allí proclamó el jefe de la Legión que “los catalanistas morirán, y ciertos profesores morirán también”. Y gritó aquello de “¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte! ¡Viva Franco!”. Serrano también recoge, literalmente, las palabras de Unamuno a continuación, entre otras: “Vencer no es convencer; conquistar no es convertir; y eso que algunos llaman sin ningún fundamento la antiEspaña es tan España como la otra”.

Lo que ocurrió tras aquel acto es más conocido. La salida de Unamuno del brazo de Carmen Polo entre una multitud enfervorecida y su encarcelamiento en su propia casa durante los tres meses escasos que le quedaban de vida. Lo que no es tan conocido es que Unamuno sospechara ya de que querían asesinarlo. Lo deja escrito el 11 de diciembre, exactamente veinte día antes: “Si me han de asesinar, será en mi casa”, lo cual no era nada difícil porque no salió de allí.

En aquellos días, el capital Gonzalo de Aguilera, el inventor de la terminología bando nacional y rojos, selecciona a los periodistas extranjeros que le sirven para la manipulación, y usa a Unamuno para que diga en entrevistas en las que él está presente cosas que nunca dijo, como que “él estaba del lado del Ejército, que era como estar al lado de España”.

Unamuno insiste aquellos días en que “a mí no me han asesinado todavía estos bestias”, se acuerda del “pobre Lorca” y dona su biblioteca a la Universidad de Salamanca. Entonces llega el día de Nochevieja y es cuando Bartolomé Aragón, que jamás había sido alumno de Unamuno ni se conocían de nada, se presenta en su casa en calidad de tal. El relato oficial de su muerte durante 84 años había sido que reclinó dulcemente la cabeza, que habló de la salvación de España y que su visitante se percató de su muerte porque empezó a olerle la zapatilla quemada en el brasero. Demasiado literario para ajustarse a la verdad de un literato que siempre había filosofado sobre el sentimiento trágico de la vida.