Don Hugo, el médico y empresario que fue bético

Los obituarios urgentes leídos sobre Don Hugo recalcan beticismo en una Sevilla fragmentada por bandos o egos y alcanzada por la envidia sobre el triunfador nat

Juan-Carlos Arias jcdetective /
26 abr 2020 / 13:15 h - Actualizado: 26 abr 2020 / 13:17 h.
"Coosur Real Betis","Hugo Galera"
  • Hugo Galera. / Juan Valdés
    Hugo Galera. / Juan Valdés

Acercarse profesionalmente a la condición y al conflicto humano etiqueta, para mal, a quien busca las verdades; pero privilegia, pues se conocen personas importantes. Las que dejan huella y son ejemplo para evitar errores propios. Hugo Galera Davidson no fue amigo, ni colega. No leerán aquí un pésame ad hoc, un panegírico verdiblanco o de bata médica a la hora del adiós. Don Hugo, en distancia corta, me pareció un caballero docto y educado, riguroso y elegante. La didáctica a sus congéneres trascendió la Anatomía Patológica en la que sentó cátedra. Llevaba al buen maestro que se respeta.

Los obituarios urgentes leídos sobre Don Hugo recalcan beticismo en una Sevilla fragmentada por bandos o egos y alcanzada por la envidia sobre el triunfador nato o el emprendedor, con o sin subvención. La parte anglo del Dr. Galera nació en su madre y le formó en Boston y Londres. Le hizo un ejemplo de ‘winner’ (ganador) sobre malos ‘loosers’ (perdedores). Su leyenda le montó en una moto de alta cilindrada y le navegó como Almirante de la Mar Océana, sin olvidar el ejemplo ético de su padre, un ingeniero librepensador en tiempos difíciles de autocracia y sables.

La parte hispalense del ilustre galeno militó en el trabajo minucioso de laboratorio, el emprendimiento empresarial hospitalario, agropecuario e inmobiliario y ser pertinaz en su señorío bético. Todo ello sin perder ese dulce acento ‘chicharrero’ que consolidó en su Tenerife natal (1938). Ahí desterraron a sus padres el directorio del General Primo de Rivera. Sevilla le premió con su Medalla de Oro, presidió la Academia de Medicina y jamás perdió curiosidad por aprender, enriquecer su intelecto y tutelar lo que enseñó.

La pérdida social de personas como el Dr. Galera aflora activos que lo completan. La perseverancia, cuando la ciencia se humaniza y la razón se fundamenta, hizo del investigador celular un luchador nato. De los que no se amilanan ante fracasos iniciales.

Fue Presidente del Real Betis Balompié (1989-1992) y trasformó al equipo en SAD. Sucedió al abogado Gerardo Martínez Retamero y precedió a Manuel Ruiz de Lopera hasta que el Club fue intervenido judicialmente, previa presidencia de José León. La batalla Lopera-Galera no se sabe si fue también de egolatrías. Fue intensa y acreditó que el del Fontanal no estiró su cartera para el Betis. Esa UVI la conocen bien sus criaturitas, siempre está ahí. En todas sus directivas, partidos, seguidores....

Hay una leyenda sobre el nombre del famoso perro de Lopera, Hugo. No se sabe si era por admiración a su contrincante o por todo lo contrario. El médico que investigaba el cosmos oncológico sólo sonreía cuando este servidor se lo preguntó una vez. El alma de ‘Don Hugo’ metabolizó el del Betis que amó como otro referente ético. Fue tenaz, comprometido, irredento, que sabe perder y celebra la gloria esté donde esté.

La filosofía bética ya escribió un libro (Marcha Verde, de Antonio Hernández) y fascinó a artistas, toreros, políticos de una Andalucía universal. El Betis reparte seguidores en los cinco continentes. Comparte, ese dogma, un sentir sureño sin clases que vibra con la gloria que tarda o tira almohadillas cuando toca. Galera fue un científico de pro atrapado por esa forma de pensar. Nunca lo negaba.

Se agolpan hasta el escribidor testimonios de alumnos/as sobre las inolvidables clases del maestro Galera. Sin el aval de ver pacientes embelesaba a sus pupilos con verbo seductor explicando la base patológica celular. Añadía marca personal y tutorial al Laboratorio. Ponderaba la vis humana de la fisiología. Seguía, pues, la senda humanista de los Doctores Marañón, a quien conoció, Ramón y Cajal o Severo Ochoa.

Hugo Galera Davidson se marchó de la vida este 2020 tras padecer el mismo cáncer que él investigó durante décadas. Sus logros, y coraje vital, le regalaron vida sobre la letalidad de un mal que mata más que ninguno. Y ha muerto en días de pandemia que lamina a mayores, libertades y verdades. Su alma, su elegancia, su ‘touch of class’ pululan ya por el Villamarín, las aulas de medicina, laboratorios, su larga nómina de amigos, admiradores y su extensa familia. Nos interroga Don Hugo desde el más allá si valen la pena tanta codicia, maldad y orgullos que ciegan en la corta vida humana. ¡Hasta siempre, Don Hugo!.