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Coronavirus

Doce mil muertos después España aún resiste sin pacto político

La sociedad española, en su inmensa mayoría, está dando la talla en la crisis del coronavirus. Afrontando con redaños y madurez, pese a la carencia de medios de protección, un reto descomunal y una mortalidad demoledora.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
05 abr 2020 / 10:29 h - Actualizado: 05 abr 2020 / 11:16 h.
"Pasa la vida","Coronavirus"
  • Doce mil muertos después España aún resiste sin pacto político

La sociedad española, en su inmensa mayoría, está dando la talla en la crisis del coronavirus. Afrontando con redaños y madurez, pese a la carencia de medios de protección, un reto descomunal y una mortalidad demoledora. Soportando la impericia y la mentalidad equivocada de muchos que han arribado a los diversos gobiernos desde los partidos políticos sin tener experiencia profesional de gestión ni siquiera en tiempos de bonanza. Centenares de miles de ciudadanos tomaron conciencia con rapidez a mediados de marzo de que durante dos meses todos los días hay que afanarse con ritmo de emergencia para ayudar, desde casa o desde otros emplazamientos, a resolver necesidades y problemas acuciantes por la pandemia, o por el confinamiento, o por el parón económico, o por la decepcionante capacidad política de reacción, o por todo a la vez.

Ha quedado en suspenso la tipificación convencional de si hoy o mañana es laborable o festivo, martes o puente, jueves o vacaciones. Cada amanecer, cada anochecer, son secuencias de la misma contrarreloj, que en cada cual tiene un perfil. Investigación de fármacos y vacunas. Ingeniar respiradores de cuidados intensivos con el anhelo de que sean validados y puedan salvar vidas. Elaboración industrial o doméstica de mascarillas, pantallas o trajes sanitarios. Acelerar la logística de suministros. La reconversión de fábricas de perfumes o bebidas para producir desinfectantes. La aportación de empresas de alimentación, y el voluntariado que las distribuye, para proveer de comida a tantos hogares sin empleo digno donde la precariedad ya era el pan nuestro de cada día. La creación de aplicaciones digitales que den sustento a resolver tanto lo urgente como lo habitual. Suma y sigue, es amplísima la lista de actividades intensificadas desde la movilización colaborativa de recursos humanos y materiales por parte de todo tipo de vecinos, asociaciones, entidades y empresas. No van a parar durante las fechas semanasanteras. Como para arriesgarse a hibernar dos, cuatro o siete días su compromiso y sus acciones, si ya tienen impactante horizonte de calvario en el balance diario de fallecidos, en la especialmente dramática mortandad en las residencias de ancianos, y en la creciente inmoralidad de las relaciones internacionales para apoderarse como sea de los aparatos, protectores y tests.

Por desgracia, se ratifica la tendencia que ya teníamos delante de nuestros ojos hace tres semanas. En el análisis estadístico, computando el mismo número de días de expansión de la pandemia dentro de un país, superábamos continuamente las cifras de víctimas en Italia. Vamos camino de sufrir en España la muerte de veinte mil personas por coronavirus. Para más inri, tendremos que zanjar la devastación y cimentar la recuperación casi sin aliados, solo confiando de veras en nosotros mismos, porque la geopolítica mundial está mutando rápidamente a un hipernacionalismo descarnado y montaraz que impone la ley del más fuerte o del más tunante. No solo para aprovisionar sus hospitales de máquinas, fármacos o vacunas. No seamos ingenuos: en el comercio, en las inversiones, en la cooperación, se atisba un periodo de más cacicadas a las bravas y menor seguridad jurídica para el desarrollo empresarial y profesional. Y estemos sobreaviso a la tentación de desestabilizar gobiernos o países por parte de superpotencias y poderes fácticos, mediante golpismos, terrorismos, populismos o chantajes. Para desviar la atención respecto a su mala gestión de la pandemia, demonizando a un chivo expiatorio de nueva hornada, y para intentar mantener su mayor grado posible de hegemonía en la reconfiguración de la influencia global.

Esta es la concatenación de emergencias, donde están en juego nuestra salud, nuestra prosperidad y nuestra democracia. Por eso el primer Gobierno de coalición de la España constitucional ha de funcionar como su primer Gobierno de concentración, aunque solo haya ministros de PSOE y Podemos. La realidad se ha impuesto tan fatídicamente que se acabó basar la legislatura en postureos con los infames secesionistas catalanes. Están ratificando su sobredosis de insensatez, manipulación y deslealtad con el conjunto de la población catalana, para la que se inventaron un 'procés' de autodeterminación que tapara los primeros brotes de descontento social por sus tremendos recortes y compadreos en el sistema autonómico de salud, y ahora llegan al paroxismo negacionista poniendo trabas y demorando en Sabadell el montaje y puesta en marcha por militares de un hospital de campaña cuyo funcionamiento urge para remediar el colapso sanitario y la mortandad en dicha ciudad. En dos palabras: Basta Ya.

Pedro Sánchez debe articular sin más dilación, hoy mejor que mañana, lo que prometió ayer sábado: un gran Pacto de Estado, con los demás partidos políticos (y si Vox juega a autoexcluirse, acelerará tanto su extremismo como su declive) y también con las organizaciones empresariales, sindicales y sociales. No solo con las 'de siempre'. La España de 2020 no es la de 1977. Resulta imprescindible integrar a las plataformas del llamado 'Tercer Sector': fundaciones, asociaciones y ONG's, cuyos conocimientos e implantación son insustituibles para amortiguar la riada de pobreza que se avecina.

Se les llame o no II Pactos de la Moncloa, es pertinente nombrarlo y definirlo en plural. Un pacto que siente las bases de pactos muy relevantes en los capítulos político, social, económico, empresarial, laboral, presupuestario, tributario, financiero, sanitario, educativo, científico, tecnológico y demográfico. Las asignaturas pendientes, confinadas desde hace décadas, por lo mal que se ha gobernado España en lo que va de siglo XXI. Ahora todas se agolpan en las urgencias, demandando dejar de ser achaques y convertirse en remedios. La primera providencia ha de ser concentrar por vía telemática más talento en el actual modelo de gabinete de crisis, incorporando a los diversos comités a profesionales de primer nivel tanto del sector público como del sector privado, y los hay en ambas orillas, con experiencia en organización y ejecución rápida, eficiente y sometida a dificultades.

Primer ejemplo de cómo hay que cambiar de inmediato la gobernanza: organizar bien, y mediante acuerdos y protocolos laborales y sanitarios, con empresas, sindicatos, ONG's, administraciones autonómicas, provincias y locales, la imperiosa necesidad de producir industrialmente dentro de España y en gran cantidad todo lo que requiere urgentemente para 47 millones de personas la lucha sanitaria contra el coronavirus durante los próximos meses y tener reservas para el posible rebrote invernal: fármacos, respiradores, tests, mascarillas, uniformes,... Esa es la actividad económica que acelerar, por importe de miles de millones de euros, reconvirtiendo lo que haga falta del tejido productivo: fábricas, plantillas, proveedores, horarios, turnos,... Extremando todas las cautelas para no contagiar ni contagiarse. Y hay que consensuar quién lo hace y quién lo paga.

Segundo ejemplo y prioridad de reorganización y reactivación productiva sobre el terreno a la vez que se mantiene el necesario estado general de confinamiento y teletrabajo: qué personas desempleadas, incorporando también de sectores que continuarán paralizados como turismo y construcción, van a participar en las inminentes y grandes campañas de recolecciones agrícolas. Y cómo reorganizar los hábitos y ritmos de todos los procesos de la cadena agroalimentaria para evitar que los diversos grupos de trabajadores sean, entre sí y para el prójimo, fuente de contagio y extensión del coronavirus. En su movilidad, en su alojamiento, en su operativa a pie de campo, en los almacenes, y en los pueblos.

Hay tanto por hacer, y con tanta premura, que el interés general solo se puede gobernar bien desde un mando único cuya estrategia incorpore de modo complementario los criterios y experiencias de quienes están avezados en convertir los problemas en soluciones. La Semana Santa que necesita España es la de la Resurrección de la Política. Y mejorar tanto la calidad y el talante del funcionamiento de las instituciones públicas que se difumine a niveles microscópicos la capacidad de discernir si su gestión es de 'izquierdas', de 'derechas' o de 'centro'. Basta ya de cortoplacismo.