Crónicas dominicales

Entonces, ¿qué es una democracia?

¿Qué hay detrás de este debate? Todos dicen ser demócratas, ¿qué es entonces la democracia?

14 feb 2021 / 04:00 h - Actualizado: 14 feb 2021 / 04:00 h.
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  • Pablo Iglesias durante la campaña catalana. / EFE
    Pablo Iglesias durante la campaña catalana. / EFE

Esta semana el gobierno de España se ha vuelto a partir en dos: Podemos-Iglesias se ha colocado de parte de Rusia que, a través de su ministro de Exteriores, Lavrov. se defendió de los ataques que le hacen por perseguir al disidente Navalni y sus seguidores afirmando que en España hay presos políticos y represión sobre todo en Cataluña mientras que el PSOE-Carmen Calvo e incluso la UE se pronunciaban a favor de la democracia española situándola por encima de lo que consideran autoritarismo ruso. ¿Qué hay detrás de este debate? Todos dicen ser demócratas, ¿qué es entonces la democracia?

El menos malo de los sistemas

El menos malo de los sistemas o el mejor de los sistemas posibles, estas son las frases que los mismos defensores de esta democracia han mitificado para perpetuarla. Parece lógico pero no es un planteamiento profundo sino político, para dominar mediante lo que consideran democracia. Es el concepto liberal que vende de todo, incluso el propio concepto de democracia: nos dicen que somos libres y con esa ilusión de libertad se puede dominar a los seres humanos mucho mejor que mediante regímenes totalitarios o autoritarios. La policía política de Franco en estos tiempos no hubiera necesitado tanto trabajo para detenerte, ficharte y torturarte si lo estimaba oportuno. La gente sola va dejando un rastro de su vida, su obra, sus costumbres, sus movimientos, etc., por donde quiera que vaya gracias al mundo digital y además en numerosas ocasiones lo hace libre y voluntariamente, se ficha ella misma, ¿para qué quiere ahora el capitalismo hegemónico una dictadura nazi-fascista como ha impuesto en otros tiempos si la globalización unidireccional se puede presentar a la vez como el menos malo de los sistemas?

Cuando leía a Noam Chomsky -ahora ya no lo leo tanto, se repite demasiado- me llamó la atención una idea suya, entre otras: el mundo que tenemos por democrático y capitalista funciona en el fondo de una forma leninista ya que es una minoría vanguardista de los negocios de todo tipo -que se alía entre ella- la que controla los mercados y las mentes a través de sus medios de comunicación más diversos. La teoría leninista del partido es de sobra conocida: una minoría muy disciplinada que es la vanguardia del resto de la sociedad e impone la línea a seguir.

El planteamiento no se diferencia tanto de La República de Platón donde gobernaba una minoría, los sabios, los filósofos, mientras que los demás trabajaban o guerreaban. Platón no creía en la democracia ni tampoco Aristóteles, entre otros, a algunos de los cuales citaré ahora. Les voy a recordar que la democracia ateniense del siglo V antes de Cristo ha sido mitificada: al margen de que no votaban ni esclavos ni mujeres ni gente libre pero no ateniense, con el paso del tiempo ese sistema fue manipulado por unos pocos, se formaron clientelas, grupos de poder y el absentismo en la participación tuvo un notable protagonismo mientras que la figura del ostracismo se utilizó por unos para liberase de la competencia de otros que a veces eran mejores.

La visión crítica de la frase que encabeza este apartado y de otras similares la resume de esta manera José Manuel Lechado: “Afirmar a todas horas —sin fundamento específico— que es «el menos malo de los sistemas» ha acabado equivaliendo a decir que es el único ordenamiento viable. Hasta tal punto es así que incluso se interpreta la Historia de forma anacrónica, siempre en función del presente, como si las cosas hubieran sido siempre como ahora (pero con menos tecnología)”. Y añade: “La sumisión al dogma es tal que incluso cualquier protesta o proposición alternativa, por tímida que sea, es tildada inmediatamente de «antisistema»: o estás conmigo (al cien por cien) o estás contra mí”.

El debate eterno

El tema de la democracia se está debatiendo desde siempre en la historia de los seres humanos. Platón y Aristóteles estimaban que la democracia en la que vivían terminaba por ser el gobierno de los menos aptos contra los más preparados. Cuando Descartes hablaba de democracia le daba importancia por supuesto a este concepto pero añadía, en coherencia de que nadie existe si no piensa, que la democracia necesita de personas formadas, autónomas y críticas que la desarrollen y mejoren a medida que van decidiendo libremente las normas básicas de su vida en común. Las preguntas son: ¿cuántas personas cartesianas existen actualmente en un censo electoral de millones de seres humanos? ¿Cuántos dirigentes políticos cartesianos tenemos hoy?

Hegel negaba que el pueblo tuviera siempre necesariamente la razón. Kant enlaza en cierta manera con Descartes y con Hegel porque creía que un pueblo sólo ejercía la democracia de acuerdo con su teoría del uso de la razón pura y que en este sentido el pueblo debía ser ilustrado para que pudiera autogobernarse. ¿Por quién? Por unos gobernantes ilustrados, autárquicos, incluso autoritarios, que lo educaran para ejercer la democracia.

Por otro lado, Kant consideraba que existían aspectos naturales a los seres humanos previos al estado de derecho y que las constituciones deberían ajustarse a ellos. ¿Hacemos eso hoy en día? ¿Cómo establecer esos aspectos naturales si ahora estamos en pleno debate de la naturaleza misma de los seres humanos? Hay filósofos que se sientan y arreglan el mundo en pocos años o en menos tiempo. Pero la realidad es otra. Hace poco, el director de The Washington Post, Martin Baron, afirmaba en una entrevista del diario El País algo bien conocido desde la neurociencia: “La gente se fía más de sus sentimientos que de los hechos”. Los sentimientos -que según el neurocientífico Antonio Damasio concretan expresiones emocionales- son en numerosas ocasiones obstáculos para la razón y el ser humano vota con los sentimientos a menudo puesto que carece de base cultural y no lee los programas de los partidos políticos en liza. Lo que es importante en política es llegar al corazón de la gente, sobre todo al corazón, afirma el experto Antoni Gutiérrez-Rubí en su libro Gestionar emociones políticas (editorial Gedisa). «Los estados de ánimo -afirma Gutiérrez-Rubí- se han convertido hoy en día en auténticos estados de opinión y tienen una repercusión importante tanto en la política como en las elecciones. Las emociones pueden provocar resultados inesperados, pues votamos cada vez más con el corazón”.

Ni siquiera la sociedad digital, que tanto conocimiento coloca a disposición del elector, acaba con el dominio emocional, es incluso al revés: la abundancia de mensajes y de actividades digitales evita detenerse en el cultivo del conocimiento. Yo mismo soy catedrático de universidad, pero si me dejara llevar más aún por la invasión digital que se ha acrecentado con la Covid-19 y la enseñanza online, no podría acceder a bases primarias cognitivas como es el conocimiento sistematizado de la Comunicación y el Periodismo.

Mencheviques y bolcheviques, PSOE-Podemos

Lo anterior es ir -algo- a la esencia de los asuntos, en este caso de la democracia tal y como la conocemos. Sin embargo, lo que late en el fondo de los enfrentamientos PSOE-Podemos es la historia de la separación irreconciliable, por ahora, de la familia socialdemócrata. Si en lugar de leer libros o artículos desean ustedes comprobar algo de este tema histórico en el cine, en YouTube tienen una larga película de bastante más de tres horas donde se observa algo que explica el problema actual en la división del gobierno aunque este caso español actual sea aún más complejo. Lo que sucede es que la cinta exige una formación anterior para entenderla bien. Se trata de El tren de Lenin, no se ve con nitidez pero es bastante fiel a los acontecimientos reales.

La Revolución Soviética de 1917 y sus antecedentes -finales del XIX y Primera Guerra Mundial- rompieron a la familia socialdemócrata creada por Marx. Una parte se decantó por colaborar con el sistema capitalista -es lo que hoy ha heredado el PSOE- y otra por destruirlo, así nació el comunismo encabezado por Lenin. Se supone que esta postura es la que ha heredado Podemos. Si ambas familias persisten en sus identidades la desestabilización política de España está servida porque el fondo de la cuestión nos ofrece sustancialmente una unión PSOE-Podemos contraria al orden mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial y tras la caída de la URSS en 1991. He ahí la razón por la que los grandes y menos grandes poderes del sistema de mercado desean apartar a Pablo Iglesias del poder y Pedro Sánchez no tendrá más remedio que hacerlo si Iglesias persiste en su postura y Sánchez desea seguir la rueda que marcan los grandes poderes que mandan -no sólo gobiernan- en el mundo. España ya no se pertenece, está subsumida a la UE y mucho más en estos momentos, España no es Inglaterra, es un país dividido y débil que ni siquiera se une para cantar un himno común como hace Francia cuando el terrorismo islámico la golpea.

Pero sí es lo menos malo

Jean Baudrillard en su libro La agonía del poder (Círculo de Bellas Artes) anota: «El desafío de la confrontación mundial se reduce al reto que hemos lanzado a las otras culturas para que se adhieran a nuestro proceso de hundimiento de todos los valores”. Y añade que estamos ante un presente cada vez más marcado por la farsa colosal que supone la repetición a escala planetaria de la aventura de la modernidad europea, por la metástasis de la imagen que nos hace trivializar lo que no podemos asimilar, por la violencia de la disuasión y la pacificación, que conduce más allá el proyecto de «purificación étnica de la realidad bajo el signo del bien», convirtiendo en terrorismo todo lo que se le resiste e implantando un terror blanco a escala mundial que ya no responde al esquema de la dominación (en el que aún había lugar para el enfrentamiento) sino al de la hegemonía.

Demasiado catastrofismo nos ofrece Baudrillard a pesar de que lleve gran parte de razón. No me extrañaría que se produjese a escala occidental o mundial un “retroceso” hacia posiciones ultraconservadoras y fascistas pero por otras razones más complejas que no vienen al caso. Aun corriendo ese riesgo, creo que la democracia actual, su autocrítica, su mejora esencial, es la mejor forma de enfrentarse a los nuevos problemas que nos ha colocado la Historia ante nuestros ojos. No hay que huir de la realidad, la encrucijada es ser ciudadanos demócratas, se trata de un desafío acaso al alcance sólo de una minoría que “tira” del resto; el humano ha ido más allá de esa última fase del capitalismo como consideraba Lenin al imperialismo. Hemos entrado en lo transhumano y en lo posthumano, diversas realidades en forma de colectivos humanos -gays, mujeres, identidades varias de género, pensionistas- y de encrucijadas éticas -drogas, prostitución, eutanasia, terapias génicas, Inteligencia Artificial en general con sus variados efectos- no se pueden congelar por medio de sistemas cerrados que conducen al caos, sólo la libertad humana mediante una democracia firme y a la vez abierta y solidaria podrá afrontar los desafíos citados y otros que dejo en el tintero más los que están por aparecer.

No obstante, como la democracia se basa en el respeto a los derechos humanos, sin cumplirlos lo mejor que se pueda -y ahora no se cumplen adecuadamente ni en Rusia ni en EEUU ni en la UE- no será posible alcanzar una democracia lo más plena y siempre correrá peligro la que se ha logrado.