La aventura del misterio

Sevilla y sus fantasmas

En el convento de Santa Inés se produce una de las más famosas apariciones producidas en Sevilla y recogidas por la historia y las letras de la ciudad

21 jul 2019 / 07:30 h - Actualizado: 21 jul 2019 / 07:30 h.
"La aventura del misterio"
  • Sevilla y sus fantasmas

Es curioso como a veces hay determinados lugares que actúan como poderosos imanes para este tipo de fenómenos, los monasterios y viejos conventos son los más activos en este sentido, así en el convento de Santa Inés se produce una de las más famosas apariciones producidas en Sevilla y recogidas por la Historia y las Letras de esta ciudad. Ocurrió durante una Misa del Gallo, el organista murió cuando estaba tocando una pieza dejándola a medio acabar... Al año siguiente su fantasma volvió a retomar aquellos acordes para concluir la pieza inacabada... Ese organista era Maese Pérez y su historia o leyenda la populariza el poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer.

Daniel Ortiz Mínguez, era un precursor –junto al psicólogo José Luis Hermida- de las investigaciones y sociedades de investigación en Sevilla, a ellos se les debe la fundación en la década de los 80 de la Sociedad Científica “Andrómeda”, con base en el Colegio de Médicos en la avenida de la Borbolla y cuyo principal interés se centraba en la investigación en inmuebles encantados, fenomenóloga ufológica en Sevilla y experiencias cercanas a la muerte. A Daniel Ortiz se le debe la publicación de algunos de sus casos y experiencias en el diario “El Correo de Andalucía”. La que les vamos a narrar nos la contó al abrigo del calor sevillano del mes de Agosto...

Si sigue caminando más allá de nuestro ayuntamiento y se adentra en el mítico barrio de Santa Cruz les contaremos una historia “oficialmente imposible” sucedida en uno de los bellos inmuebles que jalonan este emblemático barrio. Justo comienza allá donde acaba el mayor templo iniciático de la ciudad: la Catedral. Al salir de ella se encontrará con la plaza de la Virgen de los Reyes, en cuyo centro se encuentra una refrescante fuente y a su derecha el bello palacio arzobispal de Sevilla, no pierda detalle de este edificio. Edificado sobre los restos de un conjunto termal de época romana, la primera edificación se debe a don Remondo de Losana allá por mediado del siglo XIII, sin embargo fue una reforma del siglo XVI la que le da su impresionante aspecto actual cuya vida se centra en torno a dos patios de estilo manierista. Nos llamará la atención su portada de estilo barroco sevillano obra de Lorenzo Fernández de Figueroa y Diego Antonio Díaz en el siglo XVIII, de la misma aparte de sus increíbles adorno destaca el color amarillo albero y rojo sangre de toro tan característico en una ciudad como la que centra el eje y pieza angular de este libro: Sevilla.

La calle que se adentra empinada en pleno corazón del barrio de Santa Cruz es la calle Mateos Gagos, si se siente cansado no dude en reponer fuerzas en el bar “Las Columnas”, no hace falta que le indiquemos donde está, lo sabrá encontrar en esta calle... Pues justamente en uno de los recovecos de este barrio, que debe su nombre a la proximidad de la parroquia de Santa Cruz, un claro ejemplo del mudéjar en la ciudad que no debe dejar de visitar y que además fue edificada sobre la vieja sinagoga ubicada en el lugar, con la ocupación francesa en 1811 se destruyó este templo quedando en su lugar la plaza de Santa Cruz, así además aquí estuvo localizada la antigua Judería hispalense. Por desgracia el saber de la comunidad judía en Sevilla cayó en desgracia allá por 1483 y buena parte de su población buscó lugares menos belicosos contra ellos para vivir, la sinrazón no parece haber evolucionado con el paso de los tiempos, ni para unos ni para otros...

Del laberinto que forman sus calles le recomendamos una visita a la plaza de los Venerables así como al Hospital de los Venerables, la plaza de las Cruces o la de Doña Elvira, usada como Corral de Comedias y donde emergió con fuerza el amor imposible de don Juan Tenorio y Doña Inés de Ulloa. En nuestro transitar por sus angostas calles llegamos hasta la calle Lope de Rueda donde encontramos varios edificios señoriales y donde nuestro ya fallecido contertulio nos comentaba que tuvo la oportunidad, en el incomparable marco del Barrio de Santa Cruz, de investigar un impresionante caso poltergeist: “Acudimos una noche un equipo multidisciplinar de la Sociedad “Andrómeda” y entrevistamos varios veces a lo afectados por aquel duende burlón, queríamos saber si era un fenómeno aislado o si por el contrario había un fenómeno de fantasmogénesis asociado a todo lo que ocurría en el interior.

Sea como fuere lo que allí pasaba era impresionante, desde lámparas que se movían solas columpiándose sobre su eje en el techo al estilo del caso Rosenheim que estudiara el parapsicólogo Hans Bender, como desplazamiento de objetos, una ingente cantidad de fenomenología añadida de tipo paranormal como la presencia de olores extraños y putrefactos, grabación de sonidos psicofónicos que pudieron ser enviados a Germán de Argumosa y la constatación expresa de que todos estos fenómenos se debían a hechos inherentes en el edificio”. De esta forma tan académica el profesor don Daniel Ortiz Mínguez (como gustaba que lo llamaran) narraba su aterradora experiencia en aquel inmueble de este embriagador lugar. Desde luego en primavera, con el aroma de azahar coloreando el ambiente y la tibia temperatura nocturna adornando la ciudad cualquier hecho milagroso puede ser posible.

En la calles de este turístico lugar encontrará una singular, es la calle de las Cruces o la calle de Santa Teresa cuna de la Casa Museo de Murillo y salimos nuevamente a la calle Mateos Gago, desde donde miraremos a la esbelta dama que custodia Sevilla y cuya sombra alargada cubre los límites de esta singular calle. Cerca de donde nos encontramos localizamos el colegio de San Isidoro, en la calle Mesón del Moro, es aquí donde varios trabajadores municipales lo han visto una extraña presencia, una extraña aparición, una extraña manifestación del más allá de rasgos definidos y definitorios, los que se han encontrado cara a cara con él dicen se trata de un atormentado monje que aún vaga por el interior del edificio como alma en pena por toda la eternidad como su homónimo del ayuntamiento.

Allá al fondo, por Fabiola... ¿Por la calle Fabiola? Pues detengámonos antes en esta calle, aquí se enclavaba la sede de la Fundación Lara (Editorial Planeta) e una impotente mansión de la que destacaba su fachada rosada y sus amplios portones de fina madera coronado por el escudo de armas de la casa, todos la llaman “Casa Fabiola”. Un curioso edificio con una curiosa historia, y es que en su interior, por su patio, por su planta alta, por sus rincones son ya muchos los que han contado la de extraños ruidos y sensaciones que se tienen...

Ángela P. nos comentaba: “lo peor es cuando estás aquí sola y comienzas a escuchar como a alguien que arrastra lo pies y gime, es como el llanto vergonzoso de un hombre que no quiere ser descubierto. Se te ponen los pelos de punta. Luego cuando crees que algo va a aparecer ante ti solo sientes frío, y es que esta casa nunca ha sido precisamente muy cálida, al revés, su patio y los techos o la propia construcción hace que se muy fría. Otras veces te llegan olores extraños, como a algo que se quema, como a cera quemada, te levantas y sigues ese olor extraño pero no tiene solución ya que no hay nada que lo explique. No más impresionante es cuando algunas puertas del piso superior se comienzan a abrir y a cerrar y sientes los portazos, no es que sean todas a la vez, al día es una nada más o como mucho dos, pero tú sabes que allí todo está cerrado y que no hay nadie... ¿por qué suena entonces? ¿Quién las abre o las cierra? Da miedo, la verdad. Las luces o los monitores de los ordenadores también hacen de las suyas y cuando en invierno se hace de noche antes y a las seis es de noche y no ves nada y las luces fallan el susto es grande... La verdad es que aquí te sientes acompañada por alguien, aunque sepas que estás sola”.

Manuel D. nos comentaba al respecto de nuestras sigilosas investigaciones: “Aquí dicen que está el espíritu de uno de sus viejos dueños, un inglés, que sentía morriña de su casa y que dicen que tras morir en Inglaterra un perro de la familia, que le tenía mucho cariño, se puso a aullar aquí en Sevilla al mismo tiempo que él se moría, cuando acabó de aullar también murió... No sé, eso dicen pero la verdad es que dentro de la casa pasan cosas raras, a mí me da un poco de miedo quedarme ahí dentro”.

Y es que la ubicación de esta casa es nuevamente estratégica dentro del casco antiguo de Sevilla, ubicada entre la calle Aire, Madre de Dios y Ximénez de Enciso, debe su nombre a la novela de Nicholas Patrick Wiseman, obispo de Westminster (nada más y nada menos), llamada “Fabiola” (1854). Pero lo mejor de todas las brumas que envuelven a esta historia es que en el número 5 de esa calle nació el autor de esta novela, Nicholas Patrick Wiseman, por qué allí vivía su familia y donde ha estado, hasta hace bien poco, la “Fundación José Manuel Lara”... ¿Casualidades? Como verán el camino de la casualidad más allá de la mera coincidencia...

Cuando pase junto a la casa no se pierda un elemento típico de la ciudad: las ruedas de molino incrustadas como botarruedas en las fachadas de los edificios, su visión te transporta a otra Sevilla, a otro tiempo...

Y en la calle Fabiola giraremos a la izquierda y llegaremos a un lugar ya visitado en nuestra visita por los edificios y casas encantadas de Sevilla, se trata de un edificio ubicado en la calle Federico Rubio, es el Instituto Británico o el Consulado de Australia, aquí narrábamos, en la primera entrega de estas guías dedicada a la Sevilla más oculta y secreta, como se habían producido una serie de hechos inquietantes y del todo punto sin explicación, pues al hilo de todo ello un lector quiso compartir con nosotros esta experiencia que les vamos a narrar, les ocurrió a Manuel y a Rocío, y he aquí nuestro testimonio de gratitud hacia ellos: “le sucedió a mi novia Rocío incluso antes de conocernos o de poder leer vuestro primer libro, era cuando ella estudiaba en el Instituto Británico y coincide con lo que vosotros contáis, ella me lo contó antes de leerlo y cuando lo leímos los dos juntos, se le pusieron los pelos de punta. Ella cuenta que cierto día que llegó antes se metió en la biblioteca (que está en la parte superior) y se puso a repasar, de momento escuchó pasos y recogió sus cosas pensando que ya iban a empezar las clases para irse a una de ellas, incluso la puerta llegó a abrirse un poco y cuál fue su sorpresa que cuando salió al pasillo, no había nadie...” Y es que alguien estaba haciendo compañía aquella tarde a nuestra protagonista, tal vez en una velada invitación a ser testigo del prodigio, de un nuevo y aterrador prodigio...

Relacionado con la aparición espectral en el Instituto Británico encontramos una noticias publicada en el diario “The Miami Herald” (Estados Unidos) el 23 de Marzo de 1969, su autor es J. Edward Thomas que fuera director del Instituto Británico en Sevilla, según nos cuenta él mismo en el citado artículo en el edificio varios profesores y alumnos vieron al fantasma de una mujer vestida con traje de época, de 1920, descendiendo por la escalera principal y desapareciendo por la puerta que daba a la capilla que en la actualidad está tapiada, en otras ocasiones lo hacía nada más bajar de la escalera. Según las declaraciones de Mr. Edward Thomas el espíritu que mora en el edificio podría tratarse del perteneciente a la señora Fernández Murube que se suicidó allí mismo en el primer tercio del pasado siglo XX. Allá por 1972 se realizaron diferentes investigaciones parapsicológicas en el edificio siendo el investigador José González Chaves el que logró grabar extraños ruidos, en su magnetófono, que podríamos entender como psicofonías o voces del otro lado...

Y permítanos que sigamos caminando de la mano junto a usted por las calles del barrio, estamos cerca de la facultad de Relaciones Laborales, en la calle Madre de Dios, en la que los vigilantes de seguridad, en el año1998 narraban una serie de experiencias que habían tenido en el interior del edificio. Un edificio del que destaca, nada más entrar, su frescor y también el patio central en el que indefectiblemente desembocan todas y cada una de las aulas del edificio.

Allí por las noches y al cerrar sus puertas, al abrigo de la oscuridad y la noche, se desataba una tormenta de ruidos extraños y alaridos pavorosos, inquietaba a los esforzados trabajadores de la noche, acabadas las clases, por que aquellos ruidos –en boca de sus protagonistas- “no podían ser de este mundo”. Se trataron de buscar explicaciones, se fumigó el edificio para evitar plagas y respuestas, y sin embargo aquellos ruidos se mantenían... ¿Qué eran? ¿A qué se debían? No lo sabremos pero una noche, víctima de la sugestión o el miedo, uno de nuestros testigos nos narró como desde la planta baja observó el paso de una dama resplandeciente por la planta primera del edificio, una dama que caminó serena hasta el otro extremo del pasillos para desaparecer como desaparece un sueño.