El ‘Senatus’ de Casa Ricardo

La decoración de sus paredes, el cartel anunciando los días de vigilia y sus croquetas de bacalao son la carta de presentación de este bar de San Lorenzo

12 mar 2017 / 18:18 h - Actualizado: 13 mar 2017 / 08:28 h.
"Cofradías","Otra ronda","Cuaresma 2017"
  • Ricardo Núñez junto a su hijo en la barra de su establecimiento, Casa Ricardo. / Fotos: Antonio Sánchez Carrasco
    Ricardo Núñez junto a su hijo en la barra de su establecimiento, Casa Ricardo. / Fotos: Antonio Sánchez Carrasco
  • Las croquetas de bacalao de Casa Ricardo.
    Las croquetas de bacalao de Casa Ricardo.

En Casa Ricardo, el reloj del tiempo empuja a nacer a la vida una nueva Cuaresma, tiempo litúrgico donde febrero se viste de marzo y marzo de abriles para adormecer los días de un calendario que en ese restaurante se descuentan hacia atrás. Otro año más es Cuaresma en la Antigua Casa Ovidio y de nuevo la memoria nos cita con la tradición y el reencuentro se hace rito.

Allí, la historia y la costumbre se hacen liturgia en unas freidoras, que humeantes de incienso, van purificando el gozo culinario de tal manera, que unas exquisitas croquetas vienen a convertirse en auténticos ángeles mensajeros, que van pregonando, desde el Miércoles de Ceniza, la espera gozosa del tiempo que llega. Todo está escrito. En Casa Ricardo, valladar inexpugnable de las tradiciones hispalenses, ya cuelga un cartel: «Hoy es Vigilia», un anuncio que se expone a la contemplación del público, cual grandiosa obra en museo de Bellas Artes. Es el Senatus de Ricardo, que anuncia, solemnemente, entre dorados y rebozados olores, la buena noticia del tiempo cuaresmal. Aquella que presagia en la ciudad de la cuenta atrás, que las croquetas de bacalao se convierten en el perfecto refugio para la víspera, siempre al amparo de conversaciones interminables que van anticipando la inminente presencia de una nueva promesa que vuelve para cumplirse.

Las croquetas de Casa Ricardo –calle Hernán Cortés, 2–, antiguas como esa devoción a la Vía Sacra traída desde Jerusalén por Don Fadrique, solemnes como la figura de Jesús de Pasión, portentosas como la zancada valiente del Divino Caminante que desde San Lorenzo va abriendo caminos de luz entre las tinieblas del mundo, academicistas como el legado de Antonio Susillo, innovadoras como los bordados de Juan Manuel Rodríguez Ojeda y escenográficas como los pasos de misterio de Antonio Castillo Lastrucci, con cierta razón, pueden considerarse el Alfa y Omega de la gastronomía cofrade hispalense y el sancta sanctorum de los impacientes paladares, que al llegar la Vigilia, buscan en una textura incomparable, la grandeza misma que Sevilla saborea cada año en sus ensoñaciones primaverales.

En el intimismo de la Antigua Casa Ovidio, hasta Ricardo Núñez, su dueño, se transforma por momentos en un inmejorable director de orquesta, que va dirigiendo toda una composición de sabores, que a su vez van interpretando la perfecta sinfonía de la cocina sevillana. El rito se repite y por el dintel de la cocina despunta solemne y elegante un auténtico paso de misterio en forma de ración, donde doce croquetas, como doce apóstoles, van derramando la alegría de una blanca bechamel, que como nazarenos de la Paz o de la Borriquita, presagian la proximidad certera de otro Domingo de Ramos. Y es que hasta las mismísimas saetas se quebrarían al viento, al paso esplendoroso del sueño culinario de tantos sevillanos, que como si de una carrera oficial se tratase, toman asiento junto a la barra del restaurante para verlas desfilar rumbo a la catedral de la exquisitez.

Casa Ricardo, santuario de las croquetas sevillana, es continua víspera del tiempo que viene y permanente casa de hermandad, que perfuma con su aroma el sueño de un año más que volverá a hacerse realidad. Todo un punto de encuentro y cita ineludible para la nostalgia y la memoria del buen cofrade, esa que trae al recuerdo, las cientos de evocadoras fotografías que cuelgan de sus paredes y que resumen a la perfección, la grandeza histórica, artística y religiosa de la que es depositaria la Semana Santa de Sevilla.

Al igual que en el siglo XVIII, la docta voz del beato Fray Diego José de Cádiz, con sus estusiastas panegíricos hiciera que los ojos de la devoción hispalense se volvieran hacia San Lorenzo, instituyendo las visitas cada viernes a las plantas de ese nazareno tallado por Juan de Mesa para admiración del mundo, la prodigiosa talla de Jesús del Gran Poder, la costumbre sevillana ha hecho suya la ya tradicional usanza de visitar la Antigua Casa Ovidio al llegar el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Así, vemos como una gran cantidad de personas se acercan cada día a esa otra basílica del céntrico barrio, la consagrada por obra y gracia de Ricardo padre a la gastronomía hispalense, para como si de cultos internos se tratase, hacerle a Ricardo hijo, triduos, quinarios, septenarios o novenarios en el deseo de descubrir el insondable secreto de una textura y un sabor especial. Toda una ofrenda a Sevilla, negada a revelar y que se antoja tan irresoluble como el misterio de la Santísima Trinidad, ese que queda representado en una hermandad de la que, por cierto, el titular del restaurante es tan hermano, como devoto de aquella que lleva por título canónigo Dulce Nombre y cuya advocación bien podría servirnos para definir el espectacular sabor de su cocina... Otra ronda, Ricardo.