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La procesión de impedidos de su Divina Majestad el pasado domingo por el centro de Sevilla. / Hdad. Jesús Despojado
Una vez finalizada la celebración de la Vigilia de la Resurrección comienza el tiempo de Pascua, en el que se conmemora la Resurrección y Glorificación de Nuestro Señor Jesucristo, así como el envío del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia como anticipo a los día de la gloria eterna. Este tiempo pascual está formado por cincuenta días que transcurren entre el Domingo de Resurrección y el Domingo de Pentecostés, que coincide con la romería del Rocío. Los ocho primeros días de esta cincuentena constituyen, por su parte, lo que se conoce con el nombre de la Octava de Pascua. Esta primera semana, in albis, como se denomina en el rito romano, se originó en el siglo IV por el deseo de asegurar a los neófilos una catequesis sobre los divinos misterios que habían experimentado. Así, el domingo que cierra esta primera semana, el octavo día, constituye el día más solemne del año litúrgico después del Domingo de Resurrección. En él se conmemora la Divina Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo. Como bien ha explicado el papa Benedicto XVI, en el domingo in albis «concluye la Octava de Pascua, como un único día hecho por el Señor, marcado por el distintivo de la Resurrección y por la alegría de los discípulos al ver a Jesús». Desde la antigüedad este domingo se llama in albis, del nombre latino alba, por la vestidura blanca que los neófitos llevaban en el Bautismo la noche de Pascua, y que se quitaban después de ocho días. También se conoce como domingo de Quasimodo o Pascuilla. En Sevilla tiene lugar la procesión de impedidos del Santísimo Sacramento de la Sacramental del Sagrario, en la que se lleva la comunión a enfermos de la feligresía