Montañés frente a su obra

Los carmelitas del Santo Ángel celebran los 400 años de la hechura del Cristo de los Desamparados, obra del maestro jienense, con una procesión sobria y cuidada en los detalles

10 jun 2017 / 22:01 h - Actualizado: 12 jun 2017 / 16:26 h.
"Cofradías","San Bernardo"
  •  La calle Rioja, hasta la bandera para ver la salida. / Manuel Gómez
    La calle Rioja, hasta la bandera para ver la salida. / Manuel Gómez
  • Detalle de los pies del crucificado. / Manuel Gómez
    Detalle de los pies del crucificado. / Manuel Gómez
  • El Cristo de los Desamparados en la Plaza del Salvador, junto a la estatua de Montañés. / Fotos: Manuel Gómez
    El Cristo de los Desamparados en la Plaza del Salvador, junto a la estatua de Montañés. / Fotos: Manuel Gómez

La última vez que los sevillanos lo vieron sobre un paso la lanza de un soldado romano apuntaba a la llaga abierta de su costado. Más de un siglo después de aquella visión, apresada en el sepia de antiguas fotografías de Semana Santa, la imagen del Cristo de los Desamparados, una de las obras más sobresalientes de Juan Martínez Montañés, ha vuelto a recorrer las calles de la ciudad en una achicharrante tarde de junio para, a los sones de marchas clásicas y de corte fúnebre, conmemorar los cuatro siglos de su hechura (1617-2017) por parte del maestro jienense con destino al convento carmelita del Santo Ángel, templo en el que ha permanecido siempre durante estos 400 años escuchando los rezos de frailes y feligreses.

La histórica procesión del Crucificado que durante más de medio siglo, entre 1852 y 1915, saliera en el misterio de la Sagrada Lanzada, tuvo este sábado carácter de «rogativas por los desamparados del mundo» y en la misma participaron los estandartes corporativos de una quincena de hermandades, en su mayoría de la feligresía de la Magdalena, aunque también se sumaron al cortejo otras corporaciones que históricamente han tenido vinculación con la imagen, como es el caso de la propia cofradía de la Lanzada o de la hermandad de San Bernardo, que gentilmente ha cedido el paso de su Cristo de la Salud, el capataz y la cuadrilla de costaleros para esta salida procesional.

La Orden de los carmelitas descalzos del Santo Ángel, impulsora de una celebración con la que se ha pretendido engrandecer la proyección devocional de esta imagen con un acercamiento a la feligresía, ha cuidado al máximo todos los detalles de la procesión. Desde la elección de las andas procesionales, de claro sabor antiguo y con unas dimensiones adecuadas al Cristo de Montañés, hasta el color morado –alusivo a la Pasión del Señor– escogido para la cera del paso y para el tono del variado exorno floral (calas, rosas, orquídeas...), que sirvió de monte naturalista al Crucificado en contraposición al de las alfombras de flores uniformes.

Suena como un yunque el puente de San Bernardo en el presbiterio del Santo Ángel. Tras recorrer el pavimento ajedrezado de la iglesia, el paso del Crucificado, a las órdenes de la familia Villanueva, salió a la calle Rioja a los sones de la Marcha Real y entre el repique de campanas del templo. La maniobra es complicada. A pesar del sofocante calor, con el termómetro buscando los 40, numeroso público aguarda a las puertas del convento carmelita para ser testigo de tan histórico momento. La primera marcha, Ione.

La imagen que asombró al mundo en sendas exposiciones celebradas en Londres y Washington iniciaba de este modo un breve recorrido de apenas cuatro horas por las calles del centro de la ciudad en una procesión de tambores destemplados y levantás a pulso aliviao que tuvo como prólogo la lectura, aún a puerta cerrada, del sermón de la Montaña. «Bienaventurados los pobres de espíritu...».

Uno de los momentos álgidos del recorrido se produjo cuando el Cristo se detuvo junto a la efigie de su creador, ante la estatua de Montañés que se levanta en la plaza de Salvador, instante al que la Banda de la Oliva de Salteras puso como banda sonora los compases de la marcha El Señor de Pasión, de Ramón González. Entre la veintena de marchas que la banda saltereña interpretó durante el recorrido sobresalieron títulos clásicos (Amarguras, Virgen del Valle, Soledad dame la mano, Jesús de las Penas), incorporando también al sobrio repertorio composiciones dedicadas a las hermandades que más han colaborado con esta histórica procesión, como La Sagrada Lanzada, de Manuel Font Fernández, o El Refugio de María, de Manuel López Farfán. ~