Salud: Mucho más que un nombre

La próxima vez que la imagen de Ortega Bru salga a la calle será con motivo de su coronación canónica

10 abr 2017 / 19:21 h - Actualizado: 11 abr 2017 / 10:08 h.
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  • El Señor del Soberano Poder, ayer a su paso por la calle San Jacinto, a la altura de la antigua factoría de Hispano-Aviación. La cruz de guía abrióel cortejo de nazarenos de la Hermandad de San Gonzalo.<br />/ Teresa Roca
    El Señor del Soberano Poder, ayer a su paso por la calle San Jacinto, a la altura de la antigua factoría de Hispano-Aviación. La cruz de guía abrióel cortejo de nazarenos de la Hermandad de San Gonzalo.
    / Teresa Roca

Es mucho más que un nombre. Es la ambición personal de todos los mortales. El anhelo para los que carecen de ella. El deseo de mantenerla para los que la tienen. Es el motivo de cada oración, la razón de la plegaria y la cantinela que se escapó del susurro de todos los que ayer se dieron cita en la Plaza de San Gonzalo para ver la salida del Señor del Soberano Poder y de la Virgen de la Salud. Y es que Salud es mucho más que un nombre.

Dos horas antes de que se abrieran las puertas del templo trianero ya había gente apostada bajo los naranjos de la plaza. Una plaza que fue el marco idóneo para una salida que nada tuvo que ver con el intento del año pasado. Esta vez sí, San Gonzalo se puso en la calle. No podía ser de otra forma. El Barrio León, Triana y Sevilla así lo deseaban. Y es que, este año, todos los sevillanos somos un poco de San Gonzalo. La hermandad celebra su 75 aniversario fundacional y, por si esto fuera poco, en algo más de seis meses, la Virgen de la Salud será coronada con el mayor rango mariano: el católico.

Devoción, ilusión, esfuerzo, caridad y oración. Todos estos factores se dieron ayer cita en el Barrio León. Y así, como si de una conjunción perfecta se tratara, se fue forjando una estación de penitencia que acabó bien entrada la madrugada.

Ayer pudo, incluso, palparse la devoción de esas señoras trianeras que se apiñaban en los balcones del Barrio León. El Tardón estaba de fiesta y eso se notaba en cada uno de los rincones, en cada una de sus calles, en cada uno de los hogares que sacaron a la calle sus mayores manjares. Todo era poco para festejar que ya había llegado el Lunes Santo. Y en esa manera de celebrar el día más importante para esta zona del arrabal se intuía también la ilusión por lo que muy pronto llegará.

Una salida, la de ayer, en la que el amor se tradujo en un esfuerzo sin medidas. Las altas temperaturas que se alcanzaron a primera hora de la tarde en la ciudad no hicieron más que endurecer el trabajo que bajo las trabajaderas se debía hacer. Pero no fue impedimiento. Salida soberbia de ambos pasos. Con los cuerpos de los costaleros a tierra, el Señor que tallara Lastrucci se puso en la calle con un sigilo que cortaba el aire. Pero el esfuerzo no terminó cuando el misterio superó el dintel de la puerta. Los cuerpos se pusieron rectos y el paso no se arrió. El Señor del Soberano Poder se puso en mitad de la plaza bajo los sones de Las Cigarreras, que interpretaba Un cielo para mi Virgen. Y es que, en este año, todo el protagonismo «es de Ella», decía un hermano de la corporación mientras el Señor avanzaba por la calle Clavel.

La misma maniobra repitió el cuerpo de costaleros del segundo de los pasos. No cabía más blancura en la plaza cuando los zancos del palio se apostaron en el adoquinado trianero. La Hermandad ya estaba en la calle.

La labor social de San Gonzalo –uno de los méritos que le ha valido la coronación de su titular mariana– no se quedó al margen de la estación de penitencia de la corporación. Los niños y no tan niños de San Juan de Dios –una de las instituciones con las que colabora durante todo el año San Gonzalo– fueron testigos de excepción de la salida. De hecho, la Virgen quiso saludarlos al salir. Leve revirá del paso de palio hacia ese palco de honor en el que no faltaron las lágrimas ni el canto de la salve, acompañando así a los acordes interpretados por la banda de música Santa Ana de Dos Hermanas.

Y, por supuesto, no faltó la oración. Oraciones por los que están y también por los que se fueron. Recuerdos envueltos en rezos. Como los de Carmen, que vivió el primer Lunes Santo sin su marido, después de más de 50 años. También los recuerdos de Alfonso, los de Olivia o los de la pequeña Martina, que no olvidará, jamás, quien fue la primera persona en llevarla a ver a la Virgen de la Salud. «Ese día toqué su manto», alcanzó a decir con tan solo ocho años de edad.

Y así, como si de un riachuelo de oraciones y emociones se tratara surcaron las calles los 2.200 nazarenos encargados de llevar un mensaje de triunfo y esperanza por la ciudad Sevilla. El color blanco de los antifaces tiñeron la capital de Salud y Vida, tal y como rezaba en uno de los cirios de la candelería del paso de la dolorosa de Luis Ortega Bru.

Y así San Gonzalo fue a Sevilla y volvió hasta su barrio. Así, la Virgen de la Salud supo lanzar ese mensaje inagotable de fe y cristianismo. Un mensaje que se renueva año tras años. Esta vez, la espera será más breve. La Giralda pudo decirle: «Nos vemos pronto, Señora».