Un grave fallo técnico se perfila como causa del accidente del A400M

Se encuentran «con daños» las dos cajas negras del avión. Ambos registros están ya a disposición de la Policía judicial. La fatalidad estuvo en las torretas

10 may 2015 / 22:55 h - Actualizado: 11 may 2015 / 12:56 h.
"Sucesos","Accidente A400M"
  • El avión A400M que el sábado estaba realizando su último vuelo de prueba quedó reducido a cenizas después de forzar un aterrizaje en una finca y chocar contra una torre eléctrica que dejó sin luz a varios barrios sevillanos. / Inma Flores
    El avión A400M que el sábado estaba realizando su último vuelo de prueba quedó reducido a cenizas después de forzar un aterrizaje en una finca y chocar contra una torre eléctrica que dejó sin luz a varios barrios sevillanos. / Inma Flores

A la espera de que las cajas negras hablen. En ese punto se encuentra la investigación del accidente del A400M que realizaba su último vuelo de prueba antes de partir hacia Turquía el mes que viene, donde iba a utilizarse para misiones militares. Un día después de producirse el trágico accidente que se cobró la vida de cuatro personas, miembros de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil –responsable de la investigación abierta por el Ministerio de Fomento– encontraban las dos cajas negras del avión que serán claves para dilucidar cómo fueron los últimos minutos del vuelo. Según fuentes ministeriales, estas presentan «importantes daños» a causa del impacto y de las llamas que redujeron a cenizas el A400M.

Una vez en disposición judicial, la celeridad de la investigación está sujeta al juez. Lo que está claro es que las cajas negras son fundamentales para conocer qué hizo que el piloto se viera forzado a aterrizar en la primera superficie que pudiera y que descendiera en menos de un minuto los 1.700 pies, a una velocidad de 160 nudos, a los que sobrevolaba el avión. De ahí que el registro de las últimas conversaciones de los pilotos con la torre de control del aeropuerto y los fallos técnicos que desvelen las cajas serán los encargados de poner sobre la mesa las causas del grave accidente aéreo.

Más allá de las pruebas, las circunstancias en las que se produjo el siniestro dan alguna pista. El A400M está preparado para aterrizar en cualquier superficie compleja, por lo que las condiciones del trigal donde se vio obligado a descender el piloto no tendrían que haber supuesto un problema. Lo que no previeron es que en medio de la pista improvisada había una torreta eléctrica que no pudieron esquivar con alguna maniobra. Según los testigos, pese a que ya estaba en el suelo, el avión chocó con la torre, lo que provocó que al contacto con el queroseno, el aparato explosionara, además de ocasionar el corte del suministro de luz en varios barrios sevillanos.

La técnica puede ser otro de los argumentos. Los aviones comerciales suelen contar con dos motores, pero el A400M tiene cuatro, lo que le permite operar en amplio rango de altura y velocidad. Por tanto, en el caso de que hubiese fallado un motor, el avión número 23 del modelo tenía otros tres para llegar a su destino y no tener que forzar un aterrizaje en una pista improvisada a una milla del aeropuerto sevillano.

De forma paralela a la investigación abierta por el juzgado de instrucción número 13 de Sevilla, los ministerios de Fomento y Defensa han creado sendas comisiones para indagar sobre lo sucedido. Asimismo, la empresa aeronáutica está colaborando para dilucidar qué pudo ocurrir durante el trayecto para que el piloto se viera obligado a hacer un aterrizaje de emergencia a poco más de un kilómetro del aeródromo con un avión preparado para operar en condiciones extremas.

El poco tiempo que transcurrió desde el despegue, la escasa distancia que había con el aeropuerto y la trayectoria que siguió el avión son algunos indicios que dejan entrever la complejidad del fallo que tuvo que sufrir el aparato. Pero cuándo se conocerán las causas es difícil saberlo. La investigación se prevé larga. «Es difícil saber cuánto tiempo puede durar una investigación de este tipo, por su gran complejidad», aseguraba poco después del trágico accidente el historiador de la aviación sevillano Juan Antonio Guerrero. Sin embargo, uno de los mayores expertos de la aeronáutica sostiene que el hecho «de que haya supervivientes y de que se comunicase el piloto antes del choque es muy importante» para conocer cuanto antes qué ocurrió.

La celeridad es clave para que no afecte al proyecto de Airbus. Pero también lo es la responsabilidad. Si el día del siniestro era el propio Mariano Rajoy quien pedía ante los medios de comunicación «transparencia» a la empresa a la hora de investigar lo ocurrido, ayer el Ejecutivo emitía un comunicado en el que exigía una «investigación rigurosa» del siniestro. Una petición que pretende evitar cualquier cuestionamiento de la credibilidad de Airbus.

Mientras que Alemania y Reino Unido suspendieron todos sus vuelos del modelo al conocer la trágica noticia, la empresa confirmaba ayer a última hora que seguirá adelante con los vuelos de prueba del A400M «a menos que haya pruebas» que les obliguen a parar. Según lo previsto, el próximo vuelo será mañana en la ciudad francesa de Toulouse.

Los heridos

Conocer los pormenores del accidente es clave para que los países del programa tengan la seguridad de que sus aviones, destinados al uso militar, pueden operar sin problemas sean cuales sean las circunstancias de la misión. Pero también lo es para darle una respuesta a las familias de los tripulantes fallecidos, que desde el sábado reciben atención psicológica en las inmediaciones de Airbus. Y es que el accidente del avión número 23 del A400M destaca en la historia de las tragedias aéreas sevillanas por el número de víctima mortales. En el vuelo de prueba iban seis trabajadores de la compañía, de los cuales cuatro perdieron la vida –dos pilotos y dos de los tres ingenieros–. El levantamiento de los cuerpos, que no se produjo hasta seis horas después del accidente, y la identificación de los fallecidos están retrasando los funerales.

La suerte y la valentía de los trabajadores que había en el entorno donde se siniestró el avión permitieron que uno de los ingenieros, José Luis de Augusto, y el mecánico, Joaquín Muñoz Anaya, se salvaran de las llamas. Uno de ellos sufría traumatismo craneoencefálico, quemaduras faciales y fracturas de miembros inferiores, mientras que el otro padecía un traumatismo toracicoabdomibal y politraumatismos por lo que fueron trasladados a los hospitales Macarena y Virgen del Rocío. Ya en el hospital, ambos fueron intervenidos de urgencia y desde entonces su pronóstico es «estable dentro de la gravedad».

La gravedad es mayor todavía si se tiene en cuenta que los pilotos, Jaime de Gandarillas y Manuel Regueiro, contaban con una dilatada experiencia en pilotaje, hecho que descarta que el accidente se produjera por un fallo humano.