Hermanos más allá de la muerte

Marchena cuenta con una singular forma de enterramiento: los panteones de las cofradías

María Montiel marmondua /
15 feb 2017 / 21:54 h - Actualizado: 15 feb 2017 / 21:58 h.
"Cofradías","Sociedad"
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En toda la provincia de Sevilla es conocida la devoción del pueblo de Marchena y la grandeza de su Semana Santa. Sin embargo, es desconocida su tradición de los enterramientos cofrades: panteones donde se pueden sepultar a los hermanos de las distintas hermandades. Una unión en hermandad que va más allá de la propia vida terrenal.

El camposanto marchenero de San Roque tiene una especial singularidad y es que todas las hermandades de la población poseen panteones para enterrar a sus hermanos fallecidos y la mayoría de ellos poseen retablos cerámicos de sus imágenes titulares en el interior, así como algún retablo o escudo en el exterior.

Un tipo de enterramiento muy singular sobre el que incluso Víctor Narváez y María José González hicieron una pretesina en antropología social y cultural. Como explica Narváez, el carácter de «enterramiento es lo que nos ha diferenciado de los animales y, Marchena, siempre se ha caracterizado por un tipo de enterramiento religioso». Tal era la vinculación que en las iglesias, debajo de las capillas de los sagrados titulares, se realizaban los enterramientos de los señores junto con los criados. Sin embargo, debido a las epidemias que azotaron España, por higiene y salubridad, las sepulturas de este tipo fueron prohibidas, «siendo los vecinos reticentes, en un principio, a vivir la vida eterna en el cementerio».

Para dar ejemplo, en 1878 fueron los frailes dominicos de san Pedro Apóstol quienes comenzaron a enterrarse en un panteón de nichos apilados en el camposanto junto a la capilla de San Roque. A principios del siglo XX se continuó con esta práctica de enterramiento común en torno a la ermita, siendo pionera la hermandad del Dulce Nombre, tras la de San Pedro Advíncula. Una tradición que continúa muy viva en las cofradía, siendo la última en incorporarse la Borriquita con un panteón inaugurado en el año 2010 tras más de 15 en proyecto.

Con capacidad para unos 200 nichos aproximadamente, estos panteones siguen un patrón sobrio con lápidas similares adornadas única y exclusivamente con el nombre y la edad del fallecido. Cuando una persona pertenece a dos hermandades, su familia debe decidir en qué panteón enterrarse, si no lo ha dejado previamente estipulado entre sus últimas voluntades. Una vida eterna que se pasa ante una misma devoción.

El presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías de Marchena, José Antonio López Romero, explica que «un hermano paga una cuota aproximada de entre 25 y 30 euros y, por ello, tiene opción al enterramiento en el panteón de la hermandad». Además, aquellos vecinos que, con cierta edad, quieran tener derecho a pasar a la eternidad entre la devoción de alguna de las hermandades, «se le realiza una tabla por lo que tiene que pagar al no estar inscrito desde pequeños». No obstante, aquel vecino que no siente devoción por ninguna de las hermandades, tiene nichos disponibles en el propio cementerio.

Es una práctica fuertemente arraigada. De hecho, algunas hermandades poseen más de un panteón –puesto que el primero se les quedó pequeño con el paso de los años– y otras los han ampliado, como muestra del lazo de unión entre la devoción y los marcheneros. Entre aquellas que tienen más de un enterramiento se encuentra la hermandad de la Humildad y Paciencia, así como Nuestro Padre Jesús. De igual modo, la mayoría han necesitado una ampliación, a pesar de que dentro de estos panteones tienen un osario para la exhumación de los restos cada cierto tiempo. Del mismo modo, muchos de ellos están incluyendo columbarios.

Narváez matiza que, «aunque ahora se están poniendo de moda los columbarios entre las hermandades en otros lugares, este tipo de enterramiento que se da en Marchena es único en España». Además expone las múltiples ventajas de estos panteones puesto que el «delegado de cementerio» es el que se encarga del adecentamiento del sepulcro cada cierto tiempo. Precisamente, en octubre, antes de la llegada del día de Todos los Santos, se pintan tanto el interior como el exterior de estos edificios.

Con clara vocación benéfica y como símbolo de profunda fe, los panteones vienen a reformar una unión especial que se establece gracias a la devoción. Una hermandad que perdura más allá de la vida.