Las bodas de oro del hermano cura

José Salguero es una institución en Gerena, de la que es hijo predilecto, y en la que seguirá viviendo tras su jubilación

22 jul 2018 / 18:34 h - Actualizado: 22 jul 2018 / 18:36 h.
"Religión"
  • El cura de Gerena posa con miembros del Ayuntamiento de la localidad y de las hermandades. / F.J.D.
    El cura de Gerena posa con miembros del Ayuntamiento de la localidad y de las hermandades. / F.J.D.
  • El arzobispo, con José Salguero. / F.J.D.
    El arzobispo, con José Salguero. / F.J.D.

Su ministerio es el sacerdocio, y desde él ha hecho un viaje vital ligero de equipaje, acumulando en su camino como pastor más de medio siglo de entrega a los demás. Llegada la hora de la jubilación, José Salguero Roldán ha sido nombrado párroco emérito de Gerena, la localidad en la que durante 50 años ha sido más que el cura, el hermano.

Asegura que lo suyo ha sido «algo bastante excepcional». La buena acogida desde su llegada a la parroquia de la Purísima Concepción «me ha hecho encontrarme integrado en el pueblo». Y aquí decidió estar para siempre. «Me ha gustado siempre vivir a nivel del pueblo, con las personas, de aquí no me he querido mover». Pero don José no es de Gerena sino de Dos Hermanas, donde nació en diciembre de 1939. Desde niño le pareció atrayente la vida de los seminaristas y, con un clima familiar propicio, con apenas 14 años se fue al seminario menor «que entonces estaba en Sanlúcar de Barrameda». En 1957 retornó a Sevilla, donde continuó sus estudios en el seminario, para ser ordenado de manos del cardenal Bueno Monreal en 1964.

Su primer destino fue El Madroño y sus aldeas. Tras cuatro años y «sin conocer Gerena, el cardenal me pidió opinión y le dije que estaba a su disposición», y así se efectuó su traslado. El 25 de marzo de 1968 –festividad de la Encarnación, patrona de Gerena–, el sacerdote llegó a la localidad. «Era época de mucho movimiento dentro de la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Los curas jóvenes éramos novedosos, queríamos romper con cosas tradicionales». Por ello, su llegada fue sencilla. «No organicé nada oficial. Me planté en el pueblo con mi maleta y mi Vespa y así me presenté en la parroquia. El párroco anterior se había marchado a las misiones. Todo resultó muy sencillo y muy agradable», rememora. Y desde entonces «no se me ha ocurrido buscar otro sitio para realizarme como persona y como sacerdote».

Por esa normalidad mostrada desde el primer momento «me dicen que soy un cura atípico. Yo hago las cosas con la mayor sencillez que puedo y la mayor cercanía al pueblo». Siempre ha sido uno más, sin permitir siquiera distinciones en el trato. «Recién llegado entró un señor muy mayor en la sacristía y me llamó padre. Aquello me conmovió y le dije que él sí podría ser mi padre, yo el suyo no. Así que vamos a dejarlo en hermano, porque padre es el del cielo nada más. Y ya todo el mundo empezó a llamarme así». Por eso don José es «el hermano» y no el cura. «Me parece mejor nombre y un título del Evangelio alegre y hermoso».

Considera que ha sido «un gerenero más para todo. He vivido las alegrías y penas del pueblo muy de cerca». Desde esa cercanía «he atendido los servicios pastorales y he compartido el mensaje del Señor, el Evangelio puro tal y como yo lo entiendo». Con esa óptica, «he estado muy atento a las necesidades de los pobres. He compartido con los demás todo lo que he podido de mi tiempo y de mi persona». En ese sentido, trabajó durante varias temporadas en el verdeo de las aceitunas para entregar luego el jornal a las familias necesitadas.

«El sacerdote tiene que estar siempre al servicio de la comunidad, que es lo más importante. Los sacerdotes pasan y el pueblo permanece, el pueblo es el centro de la preocupación de la Iglesia, lo que debemos siempre mirar y servir. No debemos servirnos del pueblo sino servir al pueblo», afirma. En este sentido, declara estar «encantado con la actitud del Papa Francisco después de un periodo dilatado de invierno en la Iglesia». Su actitud «de cercanía al pueblo, a las personas, en las periferias, con los necesitados y pobres, es un nuevo brote de primavera dentro de la Iglesia». Lo mismo que el hermano Salguero ha ido cultivando y cuidando en Gerena durante medio siglo.

Cumplidos 50 años como párroco, se celebró una misa para sus bodas de oro. Presidió la celebración el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, y concelebraron los sacerdotes del arciprestazgo. Pudo constatar el cariño y respeto que el pueblo le profesa, llenando los feligreses el templo. «Fue muy concurrida, pero podía haber sido más. Ese día jugaba España con Irán y hubo un poco de merma en la clientela», comenta entre risas. Pero realmente nadie faltó a ese homenaje de gratitud al que ha sido el hermano que ha dado todo por su pueblo.

En la celebración el Arzobispo anunció su relevo. Hijo predilecto de Gerena, continuará viviendo en la localidad, ya como párroco emérito. Al servicio del nuevo párroco pero «en un segundo plano», seguirá «siempre sirviendo, que es mi vocación desde mis inicios». No duda en afirmar que «mi actitud tiene que ser de servicio al pueblo y a la comunidad y así quiero seguir hasta que Dios disponga de mi persona».