Al menos es posible. Y es la conclusión más certera e ilusionante a la que los agricultores y el propio Ayuntamiento llegaron la semana pasada tras la sesión informativa del plan de viabilidad para la construcción de una desaladora en Lebrija. Es un sueño recurrente cada vez que irrumpe un período de sequía, porque la falta de agua hace que la producción se reduzca a una cuarta parte. Que se lo pregunten a los arroceros o a los productores de tomate del sector B-XII. En el encuentro también estuvo el alcalde lebrijano, Pepe Barroso (PSOE), pues no en vano ha sido el propio Ayuntamiento quien ha encargado el proyecto, y por supuesto los responsables del proyecto de investigación de la Universidad de Málaga, los profesores Salvador Merino, Francisco Guzmán y Rafael Guzmán. Los tres presentaron a los presidentes y gerentes de las cooperativas Las Marismas y La Campiña y de la comunidad de regantes el plan de viabilidad para la construcción de esta desaladora que podría garantizar perfectamente el suministro de agua ante los períodos de sequía.
La novedosa iniciativa desarrollada por el Instituto de Domótica y Eficiencia Energética de la Universidad de Málaga (IDEE), podría desarrollarse en la localidad del Bajo Guadalquivir, ya que esta cuenta con una importante red de canales y estaciones de bombeo, necesarias para la ejecución del proyecto. Agua+S', es un proyecto de economía circular que propone la aplicación de un ciclo sostenible de desalinización de agua salada a partir de infraestructuras coordinadas. Los redactores del proyecto han llegado a realizar un estudio de viabilidad sobre el posible desarrollo de esta propuesta innovadora a nivel mundial en el contexto hidrológico que “aseguraría el suministro de agua al sector agrario local independientemente del aporte pluviométrico que se dé en la zona”.
Los asistentes al encuentro salieron convencidos sobre las ventajas de este proyecto de gran interés para el campo lebrijano por garantizar el riego ante los periodos de sequía ya que permitiría suministrar hasta 20 hectómetros cúbicos anuales de agua desalada, suficiente para satisfacer las necesidades de los agricultores.