Raúl Parejo, el ángel de Los Palacios, mantuvo a España en vilo

El ángel de 13 años que la Escolanía de Los Palacios y Villafranca dejó volar al programa de TVE Prodigios se proclama campeón de su modalidad, aunque fue el bailarín Saïd Ramos quien se llevó el gran premio gracias al voto del público

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
28 abr 2019 / 10:43 h - Actualizado: 28 abr 2019 / 10:51 h.
  • Raúl Parejo, el ángel de Los Palacios, mantuvo a España en vilo

“Yo no estoy nervioso para nada”, le dijo Raúl Parejo Gómez, con 13 años y una voz como para cantarle al mismísimo Dios, a la presentadora del programa de Televisión Española cuando esta le preguntó. “No estoy nervioso porque ni siquiera esperaba que me escogieran en aquel casting, así que yo ya he hecho mi parte, y no esperaba ni parte”, añadió sonriendo y sorprendiendo a su vez a la presentadora, al jurado, al público del teatro Miguel Delibes de Valladolid donde se celebraba al gala y a esa media España, incluido todo su pueblo, que veía anoche la final de uno de esos raros programas televisivos que no sucumben a la tentación de la telebasura con la excusa barata de que el público es lo que quiere.

El niño palaciego Raúl Parejo demostró anoche aquella serenidad con la sonrisa que no pierde nunca, ni siquiera cuando canta, ni siquiera cuando sube a esos agudos imposibles que a los demás nos encoge el alma; con esa sonrisa que ya arrancó las lágrimas de la mismísima Ainhoa Arteta en la semifinal cuando la gran soprano española reconoció que la voz del chico le había levantado de golpe y sin permiso toda la nostalgia de su infancia pegada al fondo de su corazón...

Después de cinco galas y 27 pequeños talentos, el programa redujo los finalistas a seis: los cantores Lucía Rodrigo y Raúl Parejo, los instrumentistas Jaime Infante y Carla Gómez y los bailarines Elisabetta Fasoglio y Saïd Ramos. El jurado -formado por Arteta como experta en canto, Andrés Salado en instrumentos y Nacho Duato en baile- tuvo que quedarse solo con tres superfinalistas y fue entonces la soprano se enfrentó al momento más difícil de su paso por el programa porque realmente tenía que elegir entre dos ángeles. Sin embargo, sus propias palabras –en masculino singular- dieron pistas de su predilección desde el principio: “Hemos llegado al momento en que hay que elegir a uno solo”, dijo primero, y añadió: “El que va a pasar a la final...”. Y finalmente pronunció el nombre de Raúl Parejo.

Sorprendió también en esta final del programa que el jurado no esclavizara su criterio a una lista cremallera o algo parecido, pues fueron los tres chicos, y no las tres chicas, quienes se proclamaron superfinalistas, o dicho de otro modo, campeones en sus respectivas modalidades. Después de actuar por última vez los tres, fue el bailarín Saïd Ramos quien convenció al público y acabó convirtiéndose en el primer Prodigio del año en España. El chico catalán recibió su gran premio: además del trofeo, 20.000 euros y un curso de perfeccionamiento intensivo en el centro de alto rendimiento musical de la Universidad Alfonso X El Sabio de Madrid.

El chico del coro

Al palaciego Raúl Parejo -humilde, simpático y bético- lo han conocido en el programa como “El chico del coro”, y no es casualidad ni capricho, porque realmente procede de un coro, y no de cualquiera, sino de la célebre Escolanía de Los Palacios, una agrupación de voces blancas que el maestro palaciego Enrique Cabello conformó hace más de veinte años y que hoy, con el impulso de su nuevo director, Juan Manuel Busto, no solo es demandada en los mejores teatros de España y parte del extranjero, sino que tiene una lista interminable de novios que demandan su servicio en sus bodas.

Un ángel andaluz

Raúl Parejo eligió para poner punto final en su paso por el programa nacional el Ave María de Charles Gounod, una canción que maneja con la facilidad de un profesional que llevara siglos interpretándola. Ainhoa Arteta se contuvo esta vez las lágrimas, le dio algunos consejos de compañera para incluso cuando la cambie la voz, le auguró que sería “un magnífico barítono” y tuvo ya claro, íntimamente, que sería él el elegido, aunque aún se atrevió a levantarse y hacerle repetir el final de la pieza para que el chico subrayase ese instante en que se quedaba solo, sin orquesta... Nacho Duato se interesó por cómo podía cambiar de su “andaluz cerrado” cuando hablaba al castellano cristalino de su lírica cantada. Y Raúl le contestó que estaba acostumbrado a cantar así, dándole una auténtica lección idiomática de andaluces que ejercen de tales en la vida cotidiana pero que son capaces de auténticos prodigios en lo profesional, incluso si ello exige, como es el caso, cambiar de idiolecto. El presentador de la gala, el venezolano Boris Izaguirre, le echó un cable: “Pero tú no cambies nunca tu manera andaluza de hablar, como yo no cambio la mía”.

Sus padres, María José y Raúl, apenas contenían las lágrimas, que no eran solo suyas, sino representativas de un pueblo, Los Palacios y Villafranca, emocionado por la certidumbre de que estaba viviendo una noche histórica que no era precisamente por las elecciones que se avecinan hoy, o porque hoy concluye la Feria Agroganadera, sino porque se confirmaba definitivamente que, aunque muy orgulloso por ello, no solo de tomates vive un pueblo. Y esa idea, esa seguridad, sonaba fantásticamente bien.