Regusto crucero de Jueves Santo

La hermandad de la Vera Cruz de Alcalá del Río da testimonio de fe con su cortejo de nazarenos y mantillas

13 abr 2017 / 21:43 h - Actualizado: 13 abr 2017 / 22:01 h.
"Cofradías","Religión","Pregón de la Semana Santa 2017"
  • El Cristo de la Vera Cruz, rodeado de todos sus fieles. / F.J.D.
    El Cristo de la Vera Cruz, rodeado de todos sus fieles. / F.J.D.

Es un tópico manido referir que el Jueves Santo brilla más que el sol. Pero es que el sol se quedaba corto en Alcalá del Río. Refulgían las calles y reverberaban sus blancos encalados, tomando y devolviendo la luz que reflejaban los metales de las bandas, que regalaban brillantes y lucidas notas en los pasacalles mañaneros. Ferviente tradición alcalareña repartida en todos estos días de gloria.

Jueves casi de verano en los abanicos en la espera, de cotizadas parcelas de sombra en la plaza de San Gregorio entre negras mantillas, de calor en las emociones y en las temperaturas. El Paseo, ese desfile previo autóctono de olvidados orígenes y que todas las hermandades repiten, ponía a prueba que el sentimiento estaba al borde de las lágrimas y atesorado a raudales, para saborear el tiempo en estas dos jornadas de luto y a la vez de fiesta.

Abigarrados balcones en una competencia entre colgaduras verdes de la Cruz y burdeos de la Soledad dualizaban una Semana Mayor entre la que Jueves y Viernes pugnan en grandeza, patrimonio y solemnidad –ganando, sin duda, los dos días y el pueblo entero, enclave destacado en el mapa cofradiero provincial–.

Y tras el Paseo, la cofradía. La apertura de la puerta y el sonido de la campana que iniciaba el cortejo se ganaron el ansia de los primeros aplausos. Desde ahí, y con murmullo expectante, a peso de sol y de muerte caía la tarde, como caía el velo que abraza la Vera Cruz de Cristo. Con el suave vaivén de sus nazarenos, que portan a hombros el paso, y con los sones de la marcha de Borrego, se alzaba el Dios que en esta tarde verde murió, con la Magdalena en sus pies, en el madero. Y tras las hermanas de mantilla, que en Alcalá componen los tramos de Virgen, una Angustias de rosas blancas se entregó a sus hijos, que entre vivas de regusto crucero, se emocionaban al peculiar movimiento de bambalinas en la mecida de los nazarenos. Santa Elena, la mujer samaritana, la Verónica, las tres marías y las virtudes teologales exhibían la belleza alcalareña en estas representaciones simbólicas y alegóricas que las hermandades conservan.

Palcos de vetusta raigambre se establecían en las calles, esencia de los acerados que se ensanchaban para acoger todas las sillas de las casas en el espacio que permitían los metros de fachada, y dar asiento así a familiares, amigos o cualquier visitante necesitado de un momento de relax. Y aunque el aire refrescaba el ambiente, las partes umbrosas del urbanismo eran las codiciadas para esperar el desfile de verdes capirotes de pausado compás camino de la parroquia. Tras la pausa al llegar a Santa María de la Asunción, aprovechada para un refrigerio en las casas y la adoración del Santísimo en el Monumento, la cofradía retomó su discurrir hasta culminar, bien entrada la madrugada, de nuevo en San Gregorio.