«A ver si a esta pudiera ser»

La primera jornada de la nueva búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo en el Guadalquivir, con efectivos de la Armada, congregó a muchos sevillanos que esperan que al fin aparezca

18 feb 2017 / 17:39 h - Actualizado: 18 feb 2017 / 20:30 h.
"Caso Marta del Castillo"
  • El padre de Marta, Antonio del Castillo, sigue los primeros pasos de la nueva búsqueda junto a un agente policial. / Fotos: Manuel Gómez
    El padre de Marta, Antonio del Castillo, sigue los primeros pasos de la nueva búsqueda junto a un agente policial. / Fotos: Manuel Gómez
  • El bote que realizó la primera fase del rastreo en el río.
    El bote que realizó la primera fase del rastreo en el río.
  • José Antonio Casanueva, abuelo de Marta, con amigos de la familia.
    José Antonio Casanueva, abuelo de Marta, con amigos de la familia.

Han pasado ocho años, que se dice pronto, pero como la ciudad ha hecho suyo el dolor de la familia Del Castillo Casanueva, no fueron pocos los sevillanos que se acercaron en la mañana del sábado hasta la dársena del río Guadalquivir, entre los puentes de la Barqueta y del Alamillo, para ser testigos del nuevo intento –y ya van siete– de encontrar el cuerpo de Marta, en esta ocasión en un lugar más cercano a la vivienda del barrio de León XIII donde Miguel Carcaño asesinó a la joven un 24 de enero del 2009.

En torno a las 9.30 horas, un bote hidrográfico de color naranja, perteneciente al buque Malaspina de la Armada, comenzó a recorrer varias veces el kilómetro de río en el que, según un informe aportado por el padre de la joven, Antonio del Castillo, existe la posibilidad de encontrar, al fin, el cuerpo desaparecido.

Por eso, eran muchos los «nervios» con los que la familia acudía a un acontecimiento que ha sido recibido «como agua de mayo», manifestaba el abuelo materno de Marta, José Antonio Casanueva, que estuvo apoyado por imprescindibles de la familia como Conchi y Trinidad, vecinas y amigas que llevan apoyándoles desde que comenzó su calvario.

Porque, pese a ser conscientes de la dificultad de encontrar algún resto tantos años después, ninguno de ellos pierde la esperanza y, es más, Antonio del Castillo se agarra al «50 por ciento de probabilidades que tenemos» de que esta búsqueda dé sus frutos, lo que supondría, por tanto, «alegría para todos, no solo para nosotros», apuntaba el abuelo de Marta.

Desde luego, no será por falta de medios para intentarlo. Tras una primera fase, en la que el bote se esmeró hasta las tres de la tarde y que consistió en una batimetría del río –o lo que es lo mismo, una medición del fondo marino–, le llegó el turno al buque del Instituto Hidrográfico de la Marina Escandallo. Basándose en el primer mapa fisiográfico de la zona rastreada durante la mañana, llevó a cabo un segundo «registro fisiográfico», esta vez «con sonar de barrido lateral de alta frecuencia», para finalizar la recopilación de información sobre el estado del fondo del río, cuyo calado entre ambos puentes no supera los 6 metros de profundidad. En función de los resultados de estas labores de inspección, que solo se pudieron ejecutar hasta el ocaso, la Armada entregará un informe con los resultados de su trabajo a la Policía Nacional. Y será previsiblemente a partir del lunes cuando los buzos del Grupo Especial de Operaciones (GEO) –entre otros cuerpos especiales de la Policía– se sumerjan y comiencen la búsqueda como tal en el fondo de un río que permaneció impasible ante lo que acontecía, tanto en sus aguas como fuera de ellas.

Piragüistas que entrenaban, patos que nadaban, corredores y paseantes que inevitablemente aminoraban la marcha al llegar a la altura del Espacio Deportivo Remo Guadalquivir –donde al menos una decena de cámaras de televisión se apostaban– para no perderse ni un detalle. También sevillanos anónimos, a pie de dársena o en lo alto del túnel que conecta la calle José Díaz con el paseo Rey Juan Carlos I, que seguían atentamente el ir y venir del bote y que cavilaban en voz alta:

–Aquí hay mucho gato encerrado... El tío ese, la de veces que ha cambiado la versión, y la pobre chiquilla sin aparecer.

–Ya, pero él se pudre en la cárcel y la familia no pierde la esperanza.

–Desde luego que no, José Antonio –el abuelo– no para, qué hombre; ha estado toda la mañana para arriba y para abajo. Y eso que hace poco su mujer ha fallecido.

–Ah, pero ¿ha estado aquí? Yo he venido hace un cuarto de hora y no lo he visto.

–Sí, es que tenían un compromiso y se han ido, pero no ha faltado esta mañana, ni él ni el padre.

–Bueno, a ver si por fin tienen suerte. A ver si a esta pudiera ser.