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Cuando morir de viejo es un problema

Calidad de vida. Uno de cada cuatro sevillanos será mayor de 65 años en 2031. El cambio del perfil demográfico es difícil de asumir en pensiones y con el actual modelo sanitario

Iñaki Alonso @alonsopons /
09 nov 2016 / 10:02 h - Actualizado: 10 nov 2016 / 07:28 h.
"Salud","Abuelos de una nueva era"
  • Las estadísticas auguran una media aproximada de 20 años más de vida para el sevillano después de jubilarse. / Javier Díaz
    Las estadísticas auguran una media aproximada de 20 años más de vida para el sevillano después de jubilarse. / Javier Díaz

Sevillano, si acaba de estrenar su jubilación, está de suerte. Estadística bajo el brazo le queda, salvo desgracia ajena a su salud, una media aproximada de 20 años más de vida. Parece poco si se pone los ojos al resto del territorio nacional ya que, salvo Cádiz, el resto de provincias tienen mejores perspectivas de futuro. Pero los fríos datos del INE son así y fijan que la esperanza de vida a partir de los 65 en 19,3 años. Al menos en Sevilla. Pero todo es cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Y, siendo optimistas, hay que decir que el tiempo ha ido mejorando las expectativas. En concreto, a más de un año por década. En 1975, la esperanza de vida de los mayores era de sólo 14,7 años. Y 15,8 años en 1985. Ya en 2005 era de 17,8, donde sí se produjo un salto para estar coqueteando en la actualidad con los 20 años de media.

Así ha sido la escalada de una población que, por cierto, cada vez es más numerosa. Hoy por hoy, hay en la provincia un total de 302.317 mayores de 65 años, que representan el 15 por ciento de la población. Pero, mirando hacia el horizonte, el escenario muestra, por ejemplo, un envejecimiento progresivo de la población sevillana. La provincia no llegará a los dos millones de habitantes, como se anhelaba en años de boom demográfico (2008 y 2009). De hecho, la estadística recoge un crecimiento cero para los próximos 15 años. Por aquel entonces, habrá 10.000 habitantes menos, pero no a costa de nuestros mayores. En este periodo habrá 433.039 sevillanos mayores de 65 años, un 43 por ciento más. Ese crecimiento se traduce en que uno de cada cuatro empadronados estará en edad de jubilación en 2031 (22,4 por ciento).

Ahí entra la primera colisión. Con la mermada bolsa de las pensiones y una población activa cada vez menor y más inestable, ¿quién sostiene a esta legión de ancianos? Una pregunta que no sólo se formula en Sevilla, sino de todos los países desarrollados. Son víctimas de una ecuación sencilla: una caída de la tasa de fecundidad y una atención sanitaria de diez que, a medio plazo, podría morir de éxito. Las ventajas de estar sanos hasta los 65 años hace que, en un futuro no tan lejano, los hospitales se llenen de pacientes mayores pluripatológicos y con enfermedades crónicas. Eso no supondría nada si no fuera porque es un coste que, de momento, es inasumible para las arcas de los Estados y, en este caso particular, Andalucía –que el Gobierno central ya hace tiempo que le transfirió las competencias sanitarias–.

La Organización Mundial de Salud (OMS) lanzó hace años una seria advertencia, pero insistió con un informe, datado de 2015, en el que urgía a poner en marcha una acción pública integral con respecto al envejecimiento de la población. Un informe que se debatió y sirvió de base para aprobar el pasado mayo en una reunión en Ginebra una hoja de ruta para los próximos lustros, primero dentro de un plan de acción hasta 2020 y después para el que han denominado Decenio del Envejecimiento Saludable (2020-2030). El plan recoge la creación de entornos adaptados a los mayores, armonización de los sistemas de salud con sus necesidades, fomento de cuidados para una atención a largo plazo (domiciliaria, comunitaria e institucional) y mejoras de los sistemas de seguimiento y de investigación en materia de envejecimiento saludable.

Como primera medida, siempre está apuntar a la diana, es decir, a cuáles son las dolencias más frecuentes en la senectud. Las estadísticas reflejan que el 84 por ciento de los sevillanos que fallecen tienen más de 65 años. Y el 41,3 por ciento de ellos fallecen por enfermedades del corazón (sistema circulatorio). En un 24 por ciento, su muerte está asociada a la aparición de tumores. También hay que incidir en los problemas mentales. Sin embargo, con esta técnica provocan que el anciano esté mareado yendo de especialista a especialista. Por eso, además de reforzar estas especialidades con mayor incidencia, hay colectivos que demandan unidades de geriatría e incluso abogan por potenciarla a la vista del aumento de pacientes. En Andalucía, en cambio, no está incluida esta especialidad. El SAS lleva años defendiendo que la eficacia de la atención primaria, es decir, de los profesionales sanitarios de los centros de salud, es más que suficiente para abordar esta problemática.

Pero más allá de los problemas de salud, también están los emocionales. La fragilidad es una de las principales afecciones que sufren los mayores, a la vista de que la mayoría empiezan a sufrir de dependencia. Y ahí viene la segunda pata de la ecuación: la soledad. Según la Encuesta Continúa de Hogares, con datos de 2015, hay 62.100 mayores de 65 años viviendo solos en la provincia, de los que tres cuartas partes son mujeres. Dato que irá en aumento, a tenor del más que seguro crecimiento de la población anciana en los años próximos. El sentirse solo es sólo un primer paso a otros problemas de salud física y emocional. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) lo señala como un factor de riesgo para la depresión, el deterioro cognitivo, la morbilidad y la mortalidad. Un hándicap para la calidad de vida.

Esta sociedad es de las que más empeño pone en la mejora de los mayores. En el último congreso de la SEGG, que se organizó en Sevilla el pasado junio, se presentaron hasta diez nuevas guías de práctica clínica, donde se aborda la prevención del deterioro cognitivo, la depresión en el mayor, la nutrición y alimentación –la mayoría no se alimenta saludablemente– o incluso un manual de autocuidados. A eso se suma que, en el marco de ese congreso, también se puso en conocimiento del personal sanitario dos nuevas Apps, dedicadas a evaluar al mayor: una de valoración geriátrica integral y otra de valoración nutricional.

Sevilla, no obstante, en el escenario actual, no peca aún de estar envejecida. Hay otras ciudades y provincias que sí tienen ese problema ya sobre sus hombros. Aunque ya es cuarentona (sí, la media de edad es de 40,1 años), se sitúa la cuarta provincia con menos porcentaje de mayores. Eso le da algo más de margen de mejora.