Helena y Pedro, sentados en la cima del mundo

Un domingo de clausura más aprovechado de lo habitual: comidas familiares, últimos giros en las atracciones y hasta amores furtivos

17 abr 2016 / 21:27 h - Actualizado: 18 abr 2016 / 08:18 h.
"Feria de Abril","Feria de Abril 2016"
  • Fuegos artificiales en la clausura de la Feria de Abril 2016. / Pepo Herrera
    Fuegos artificiales en la clausura de la Feria de Abril 2016. / Pepo Herrera
  • La noria, un clásico de toda Feria que se precie, escenario de emociones y amoríos. / Inma Flores
    La noria, un clásico de toda Feria que se precie, escenario de emociones y amoríos. / Inma Flores

Helena y Pedro descienden de la noria –la gigante, por supuesto– con una sonrisa infinita, después de un trayecto lleno de bucles, emociones a flor de piel y besos arrebatados, fogosos, desenfrenados. Un amor como tantos en la Feria... o no. Ella ha escapado por media hora del tedioso almuerzo familiar de la caseta para encontrarse con él, que se ha escaqueado otro tanto de sus obligaciones en el Real para encontrarse con ella e invitarla a un paseo por el cielo (de la Calle) del Infierno.

La pasión furtiva y clandestina de esta joven pareja enciende un día de Feria supuestamente insípido. Ella, sevillana, ha dejado en casa su traje tras una semana intensa pero luce elegante y coqueta, con un clavel rojo en su cabellera negra, para regocijo de él, llegado desde un pueblo de la sierra onubense para ganarse un jornal... y los besos de su amada. La notable distancia –no sólo física– que les separa normalmente queda reducida a la nada en ese ratito mágico que han pasado girando entre las nubes, con todo el Real –una alfombra multicolor de rayas dispuestas caprichosamente– a sus pies.

La cabina de la noria les ha convertido por unos minutos en protagonistas de ese clásico de la música tradicional americana tantas veces versionado, Sentados en la cima del mundo. «¿Verdad que es un bombón?», pregunta Pedro al periodista, que asiente por educación... y por evidencia. «No seas tontiiiiiii», le replica Helena mientras le da un cariñoso achuchón. Sin tiempo para más, ni falta que les parecía hacer, caminan en dirección al Real: ella regresa con sus parientes y él a sus labores, pero ya nada le borrará la sonrisa: She’s gone, but I don’t worry / I’m sitting on top of the World.

El fugaz encuentro de Helena y Pedro bien pudiera servir de paradigma de aprovechamiento colosal de un domingo de clausura que, acaso por las temperaturas suaves o porque había cuentas pendientes que saldar tras dos días –especialmente el sábado– frustrantes, rompió con el tópico que dicta que ya sólo acude al recinto de Los Remedios gente de los pueblos y turistas.

Despedida en familia

Y es que el día resultó de lo más plácido y bonancible para muchos sevillanos que se resistían a haber dicho el último adiós a la Feria de 2016 en la espectacular jornada del jueves. Así, a partir de las tres de la tarde fueron muchos los almuerzos familiares corales, con hasta 20 comensales, como el de la propia Helena... o el de Javier y su esposa, que acudían a su caseta «a comer arroz, que además hoy es gratis» antes de «despedirse de la Feria, ajustar cuentas y echar una mano recogiendo».

Cierto que había casetas –y no una ni dos– que mostraban un vacío desolador, e incluso algunas en las que colgaba de la valla exterior un cartel de «entrada libre» que a alguno le podía sonar a broma pesada. «Viene bastante gente preguntando por las casetas públicas, y no sólo turistas extranjeros; muchos de ellos españoles cabreados porque no les dejan entrar en ninguna caseta. Uno de Córdoba se quejaba de que esto no es lo que les habían contado y que allí todo el mundo tiene las puertas abiertas», explicaba uno de los chicos que trabaja en el punto de información.

Claro que había mucho visitante de los municipios sevillanos y andaluces en general, y también una apreciable cifra de extremeños, castellanoleoneses, madrileños, y por cierto también gallegos... aunque estos sólo hasta el mediodía, dado que se trataba de hinchas del Dépor que habían tomado el testigo a los vascos del Athletic que abundaron el jueves.

Entre los foráneos, «franceses sobre todo, ingleses, italianos, argentinos y chinos», recontaba el joven. Como un par de rubias –¿británicas?– que se hacían fotos en Joselito el Gallo tomando los adoquines por pasarela, tan despejado estaba el viario, o unos portugueses que filmaban con la tableta en un travelling circular forzado.

Guiris y familias locales se afanaban asimismo por sacar el último jugo a las atracciones, que en la sobremesa se llenaban de forma comedida, eso sí; o al paseo de caballos (a 95 euros la hora), también mesurado, nada que ver con el atasco del jueves.