Reto para ornitólogos noveles

05 oct 2019 / 11:42 h - Actualizado: 05 oct 2019 / 11:44 h.
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Más allá de las actividades organizadas en este primer fin de semana de octubre, los habitantes de Sevilla tienen la oportunidad de convertir cualquier día del año en su propio Día de las Aves. Basta un poco de capacidad de observación para darse cuenta de que en nuestra ciudad pueden verse muchas más especies de aves que los habituales gorriones; especie por cierto que, a pesar de su aparente ubicuidad, también acusa una notable disminución de su presencia. En estas líneas repasaremos, sin exhaustividad, algunas de las aves más frecuentes en nuestras calles.

A modo de reto para ornitólogos noveles podríamos empezar por estos mismos gorriones, intentando distinguir al macho de la hembra, pues como en muchas otras especies muestran diferencias de aspecto en función del sexo, el llamado dimorfismo sexual. Si nos fijamos veremos que algunos de ellos presentan más contraste en el color de su plumaje, parte superior de la cabeza (píleo) de color gris y sobre todo una mancha negra bajo el pico y sobre el pecho (babero) especialmente grande y más oscura en época estival. Si observamos estas características estaremos ante un macho, en tanto que la hembra presentará un plumaje más uniforme y discreto en tonos pardos y grisáceos.

Si nos movemos por un parque o simplemente por una zona ajardinada, es fácil observar un pájaro de tamaño intermedio entre el gorrión y la paloma que da carreras cortas y nerviosas por el suelo, picotea en la tierra húmeda o sale volando asustado con escandalosos chillidos. Si es de color negro homogéneo y tiene el pico amarillo intenso, estamos ante un mirlo, concretamente un macho ya que la hembra es de tonos grises y pardos, mucho más discretos. Es una especie fácil de observar ya que, junto con el pinzón común (infrecuente en zonas urbanas), es la más abundante en España en número de individuos.

Al caer la tarde es posible advertir la presencia de grupos de pájaros de tamaño mediano, de color oscuro, posados muy juntos en las antenas. Si escuchamos atentamente podemos percibir su canto, en el que predomina una especie de silbidos. Se trata de bandos de estornino negro que se reagrupan al atardecer antes de marchar a sus dormideros. Además de por los indicios ya señalados, podemos confirmar su identidad por el pico fino y lo corto de su cola en vuelo.

Sin detenernos en las numerosas palomas domésticas presentes en muchísimas calles y plazas, y cuya abundancia puede constituir un problema, buscaremos ahora otra ave que puede ser confundida con las palomas, no en vano se trata también de una columbiforme de la misma familia. Hablamos de la tórtola turca, en realidad una especie invasora que se ha hecho común en nuestras ciudades en las últimas décadas. La distinguiremos de las palomas por su tamaño más pequeño y contorno más estilizado, pico oscuro y más fino, y plumaje homogéneo de tonos ocres y grises con una banda oscura en la base de la parte posterior del cuello.

Invasores exóticos

Aunque la tórtola turca es como se ha dicho una especie invasora, en las calles de Sevilla es frecuente el avistamiento de otras especies de aves cuyo carácter foráneo parece más evidente. Efectivamente hasta tres especies de psittacidae, es decir loros, surcan nuestros cielos. La más abundante y fácil de observar es la cotorra de Kramer, que también es la de mayor tamaño. Es un ave gregaria y ruidosa por lo que no suele pasar desapercibida. La distinguiremos por el color verde generalizado del plumaje y el pico de color rojo.

Con un tamaño menor la cotorra argentina es otro loro que se ha aclimatado a nuestra ciudad. Aparte del tamaño la distinguiremos de la anterior porque, aunque el color predominante del plumaje es verde, muestra en la punta de las alas plumas de color azul intenso, mientras que desde debajo del pico y en el pecho las plumas son de color crema claro. Asimismo el pico no es rojo sino de color anaranjado bastante claro.

La última psittacidae presente en nuestra ciudad y probablemente la menos abundante de las tres es el aratinga de cabeza azul. Su rasgo más distintivo es precisamente el color azulado presente en el plumaje de la parte frontal y lateral de la cabeza, junto con un anillo blanco en torno a los ojos. Asimismo su pico es de color anaranjado intenso. En cuanto a su tamaño está en una posición intermedia entre las dos cotorras ya descritas.

Las aves de “la montaña hueca”

Al parecer fue Théophile Gautier el que denominó así a la catedral de Sevilla y no anduvo desacertado porque la mole catedralicia, con el añadido de la iglesia del Sagrario, viene a constituir casi un biotopo diferenciado dentro de la ciudad. Como prueba de ello ahí está la numerosa colonia de cernícalo primilla que la usa como lugar de anidamiento. Se trata del menor de los halcones y lo identificaremos por su plumaje dorsal marrón rojizo, barrado en la hembra y liso en el macho; éste presenta asimismo la cabeza y los bordes de las alas de color gris azulado. Ambos sexos muestran un color crema rosáceo en la zona pectoral-ventral, con presencia de motas oscuras más abundantes en la hembra.

En los muros y cubiertas de la catedral son también frecuentes los ejemplares de grajilla, un córvido pequeño de color predominantemente negro, con la zona posterior de la cabeza y cuello de tonalidades grisáceas.

Visitantes estivales

Las especies descritas hasta ahora tienen en común su carácter residente. Existen otras especies de aves que encontraremos con facilidad en la ciudad, pero exclusivamente en los meses más cálidos. Veamos tres de ellas que pueden ser confundidas a primera vista. Las vamos a describir según el criterio de la altura de sus zonas de habitat y vuelo predominante, desde la que vuela generalmente a baja altura hasta la que se eleva muchos cientos de metros sobre el suelo. Cerca del suelo encontramos a la golondrina común mientras en alturas más elevadas evolucionan los aviones comunes. Ambos son de la familia hirundinidae y su identificación puede ser complicada. Además de la zona de vuelo, atenderemos a la forma de la cola, muy ahorquillada y más larga en la golondrina, simplemente escotada y más corta en el avión. Ambas presentan coloración blanca en la zona ventral, pero en el avión este plumaje claro abarca la garganta desde la parte inferior del pico, mientras que en la golondrina la cabeza es oscura en su totalidad con coloraciones rojizas en las zonas superior e inferior del pico.

Otro visitante estival que habitualmente se mezcla en su vuelo con golondrinas y aviones es el vencejo común. Aunque podemos verlos volar casi a ras de suelo, es la que alcanza mayor altura de vuelo de las tres especies. Considerablemente más grande y sobre todo de más envergadura alar, presenta una tonalidad parda oscura bastante homogénea y una cola más corta y estrecha aunque también escotada. Su silueta en vuelo recuerda la forma de un arco o de un bumerán según otros.

Hablaremos por último de otra ave de verano muy difícil de ver aunque no de escuchar: el autillo europeo. Esta pequeña rapaz nocturna se posa en árboles altos, no sólo de parques sino también en plazas y avenidas, desde los que deja oír su canto monótono que nos recordará al sonido de un sonar.

Una visitante invernal

Aunque son varias las especies que se dejan ver en la ciudad durante los meses más fríos, hablaremos solamente de una muy fácil de distinguir, ya que al anochecer forma grupos muy numerosos y un alboroto considerable en torno a los árboles que utiliza como dormidero, por ejemplo los frondosos laureles de Indias. Nos referimos a la lavandera blanca, un pájaro de tamaño intermedio entre el gorrión y el mirlo cuyo plumaje alterna varios tonos de gris con una zona negra en el pecho y zona ventral blanquecina. De silueta esbelta, a lo que contribuye una cola larga y recta que mueve repetitivamente al moverse por el suelo en busca de insectos, generalmente en zonas llanas y despejadas con suelos húmedos.

Otras aves

Nos hemos limitado a mostrar sólo algunas de las aves más habituales y de observación más factible, aunque no hayamos descrito otras, como la cigüeña común o diversas especies de gaviota, que también son muy fáciles de contemplar. Menos sencillo será ver en la ciudad abubillas, jilgueros o colirrojos, aunque vivan en nuestras calles de forma permanente o estacional. Tampoco es una rareza que los buitres leonados sobrevuelen nuestros cielos a gran altura en las horas centrales del día. Sin embargo, sería necesaria cierta dosis de suerte para observar una bandada de grullas, evolucionado en altura sobre la ciudad con su característico trompeteo, o un chotacabras cuellirrojo posado en el patio de un edificio, seguramente agotado tras el vuelo migratorio, o una pareja de ánades reales volando bajo por una avenida de intenso tráfico. Sirvan estos ejemplos para espolear la capacidad de observación de los lectores. A poco que se esfuercen se sorprenderán de la variedad de vecinos alados de que disfrutamos en Sevilla. Como ayuda en esta tarea podemos recomendar la Guía de Aves de la Universidad de Sevilla, editada por su propio servicio de publicaciones; aunque se centra en las localizaciones de los distintos campus universitarios, la dispersión de los mismos en la geografía no demasiado extensa de nuestra ciudad permite su utilización como una auténtica guía de aves urbanas.